En vísperas de Halloween los espíritus malignos comienzan a entregarse a los excesos en varias partes del mundo. Según la creencia popular, los zombis y esqueletos, momias y brujas, todos salen de sus oscuras guaridas para disfrutar de su fiesta demoniaca, atemorizando a la gente. Entre estas criaturas se levantan de sus tumbas los monstruos al parecer más populares de infierno: los vampiros.
Desde tiempos inmemoriales la humanidad cree en estos terribles seres de la noche que, pese a no estar exáctamente vivos, también son inmortales y se alimentan de la sangre de aquellos a los que sí les sigue latiendo el corazón. Pero poca gente sabe que las leyendas de vampiros tienen raíces eslavas. Según dicen los historiadores, los chupasangres figuraron en leyendas y mitos de los pueblos que habitaron en el territorio actual de países como Rusia, Bulgaria, Polonia, República Checa, Serbia, Croacia o Macedonia.
Es interesante que el monstruo de su folclore no tenía nada que ver con esos hermosos románticos y seductores, que se muestran habitualmente en la pantalla grande o se describen en las novelas populares.
Al contrario, se relata que el vampiro es una criatura de estatura enorme o con vientre y cabeza grandes. Se les imaginaba con cola, uñas y dientes largos, ojos brillantes de color rojo, hasta con un orificio bajo una rodilla a través del cual salía su alma.
Estos demonios temían sólo al fuego y al Sol por lo que solían dormir en sus féretros durante el día para despertarse y atacar a la gente a altas horas de noche. Sin embargo, según los mitos eslavos, acumulaban fuerzas y adquirían los rasgos humanos con el tiempo, lo que después les permitía tolerar la luz solar. En este caso trataban de mezclarse entre la gente, tomando el aspecto de un joven sombrío y callado que nunca se reía ni comía, ni proyectaba sombra ni imagen alguna en el espejo.
La mitología eslava también conservó datos sobre el origen y los hábitos de los vampiros. Asimismo dice que un ser humano podría convertirse en un vampiro si tiene marcas de nacimiento (había nacido de pie, con dientes o cola), muere violentamente (incluso en los casos de accidentes o de suicidio), es excomulgado o por ser borracho, ladrón, asesino o brujo y también si le mordiera otro vampiro.
Al mismo tiempo en cada caso las causas de la conversión condicionaban los rasgos y costumbres del futuro 'cadáver viviente'. De este modo, el vampiro eslavo denominado 'yrka', que se aparecía en los cuerpos de suicidas, perseguía sólo a los caminantes solitarios, les estrangulaba y tomaba su sangre, buscando gozar de una vida ajena, ya que no pudo vivir todo el plazo que le dieron para la propia. Este tipo de vampiro era especialmente peligroso en el día de Iván Kupala, por eso los eslavos siempre lo celebraban encendiendo hogueras para asustar al malvado personaje.
En realidad, como narran las leyendas, se inventaron muchos métodos para salvar la vida y destruir a este ser maligno. Aparte de los tradicionales como usar ajo, plata, agua bendita o una cruz, quemar o clavar un palo de madera a los cuerpos de los supuestos monstruos y decapitarles, se planteaban procedimientos bastante originales. Por ejemplo, enterrar un cadáver que supuestamente pudiera revivir como vampiro boca abajo en la creencia de que al despertar en esta postura, se introduciría más profundamente en la tierra y no podría causar daño a los vivos, ya que no encontraría manera de salir. También derramaban semillas de mijo o amapola sobre su ataúd o sobre un camino desde el cementerio: el vampiro gusta de hacer cuentas, por ello contaba las semillas hasta morir a causa de la luz o del agotamiento.