Disfrutar de lo que disfrutaba León Tolstoi, ver lo que él veía e incluso hablar la lengua que él hablaba, todo esto es posible en su finca Yásnaya Poliana, ahora convertida en museo, en aquel entonces cuna del gran escritor ruso donde escribió la mayoría de sus obras y donde está enterrado.
Bajo las palabras "sentir el espíritu de la época/el escritor" cada uno siente lo suyo y así cada visitante de Yásnaya Poliana busca lo suyo empezando su viaje al mundo de Tolstoi en la avenida de abedules que lleva desde la entrada a la hacienda hasta la misma casa del escritor.
Este hogar de cultura rusa guardó no solo todo lo que rodeaba al escritor. También propone sumergirse en la vida de la época durante las clases de lengua rusa, las clases magistrales de vajilla de porcelana con el estilo del lugar y en la ceremonia del té con la tradición del siglo XIX. Todo, "marca León Tolstoi".
Y lo que se ve allí, es una finca del siglo XIX completamente conservada con todos los elementos naturales y verdaderos. Además en el bosque que hay al lado se ve una tumba sin señales de identidad alguna, solo cubierta por un poco de hierba y nada más. Y si alguien no indicara que allí está enterrado un titán de la cultura rusa.
La esperanza de 'sentir' el espíritu de León Tolstoi, el análisis visual y los sentimientos reales que obtienen los visitantes es un proceso común que experimenta cualquier persona en cualquier lugar histórico. Y sin la 'atmósfera' adecuada nada se revela por sí mismo. Lo curioso es que este proceso en Yásnaya Poliana, esa 'atmósfera' proviene de la familia Tolstoi. No solo porque el director de este ahora museo es el bisnieto del escritor, Vladímir Ilich Tolstoi, sino también porque el mismo escritor está presente en todo lo que rodea al visitante.
"Érase una vez, ya hace unos cien años, en Yásnaya Poliana vivía León Tolstoi. Sus reflexiones en voz alta sobre la vida, el Estado, el servicio, la fe se convertían en muy importantes de forma espontánea y eran analizadas no solo fuera de la finca, sino también fuera de Rusia. Existía la 'voz de Tolstoi' a la que se prestaba atención. Ahora Tolstoi no existe y él no opinará nada sobre nuestra vida moderna… Pero me gustaría que justo aquí, en la tierra de Yásnaya Poliana, se reunieran escritores y hablaran de lo que les impacta…", destaca Vladímir Tolstoi.
Por lo menos una vez cada dos años aquí se reúnen los parientes del escritor, que son más de cien personas que viven en Suecia, EE. UU., Italia, Francia y otros países. Unos tienen esta "enfermedad del género de escribir", como destaca el bisnieto uruguayo del escritor Sasha Tolstoi. (Pinche aquí para leer la entrevista con Sasha Tolstoi)
Sasha Tolstoi es uno de los que piensan que para sentir el espíritu del tiempo de León Tolstoi en Yásnaya Poliana hay que cumplir tres condiciones: tratar de demorarse en la finca hasta que casi todos los turistas dejen el lugar, ser un pariente lejano del famoso escritor o conocido en el museo para tener el derecho de ver los rincones cerrados para la mayoría de los visitantes y estar preparado para mantener un diálogo con el escritor a través de sus libros.
Además de nacer y pasar la mayor parte de su vida en Yásnaya Poliana, Tolstoi escribió aquí 'Guerra y Paz' y 'Anna Karénina', fundó escuelas para los hijos de los campesinos y les daba clases. Aquí rechazó la religión ortodoxa cristiana y los privilegios que le daba su estado social y empezó a trabajar como un obrero simple, con su propio ejemplo siguiendo sus ideas expresadas en sus libros:
"La ociosidad, según la tradición bíblica, la falta de todo trabajo, era la condición que aseguraba la felicidad, el bienestar del primer ser humano antes de su caída. El gusto por la ociosidad no ha cambiado en el hombre después de su caída, pero la maldición sigue pesando sobre él, y no solo porque debamos ganar el pan con el sudor de nuestra frente, sino porque nuestra naturaleza moral nos prohíbe estar ociosos y tranquilos al mismo tiempo. Una voz secreta nos dice que por estar ociosos somos culpables. Si el hombre pudiese hallar un estado en el que, sin dejar de ser ocioso, supiese que es útil y que cumple con su deber, habría recuperado una parte de la felicidad primitiva". ('Guerra y Paz')
Yásnaya Poliana no solo guarda la casa de León Tolstoi y la casa de su abuelo, sino también la caballeriza, la herrería y el invernadero donde hasta ahora crecen plantas exóticas, jardines y estanques y la famosa avenida de abedules que lleva desde la entrada de la hacienda hasta la casa del escritor. Desde este punto empiezan las excursiones modernas por la finca. El bisnieto de León Tolstoi nos invitó durante su entrevista a RT a un paseo improvisado por la casa de su famoso antepasado:
"En Yásnaya Poliana nada ha cambiado desde la muerte de León Tolstoi. Los objetos siguen en los mismos sitios, en la mesa están colocados los cubiertos, la ropa está guardada en los armarios. Hoy en día, es lo único que recuerda de manera tan viva el antiguo modo de vida señorial. Esa vida no había cambiado prácticamente desde los tiempos de Catalina II. Monjes errantes, mendigos, beatos y beatas llegaban ahí, se quedaban un tiempo y luego se marchaban otra vez. El propietario, el conde, se iba a caballo bajo 'este cielo inmenso', inalterable, a cazar lobos. Ahí la gente nacía, se casaba y moría en los brazos de una Iglesia que rechazaba cualquier innovación. A pesar de la emancipación de los siervos y la aparición de la máquina de escribir, el telégrafo y la bicicleta, la vida continuaba igual, inmutable y arcaica".
"Los miembros de mi familia, dispersados por el mundo, suelen reunirse allí cada dos años. Montan a caballo, pescan, escuchan los romances rusos que compuso mi abuelo Michel y pasean por los bosques de la finca. Me acuerdo de mi primera visita. Mi sobrino Volodia Tolstoi, que es el director de la propiedad, me recibió en la entrada. Cuando le pregunté si 'todo esto' nos pertenecía, me contestó: 'Sí, ¡todo esto es nuestro!'. Esta noción de propiedad, más bien simbólica que real, para mí significa que allí hay cosas, seres, localidades que yo percibo como fundamentalmente míos a diferencia de otras cosas, seres o localidades que me son ajenos. De hecho, la propiedad hoy forma parte de los bienes del Estado. Sin embargo, Volodia se encarga de encontrar fondos para mantenerla".
"Todos los años, durante mi viaje a Rusia, realizo un peregrinaje a la morada moscovita de mi tatarabuelo. León y su familia, que la compraron para pasar ahí los inviernos, estuvieron viviendo seis años en ella".
"Ha transcurrido más de un siglo, pero en Yásnaya Poliana nada parece haber cambiado. Vasijas en las estanterías, muebles en su sitio, samovares en las mesitas. Un aroma de cera flota en las habitaciones. Las ventanas son pequeñas, la iluminación reducida, los pasillos oscuros".
"En las paredes están los retratos de los ancestros. Algunos son guapos, elegantes y refinados; otros, menos, y algunos, francamente feos".
"El jardín, grande y con cambio de nivel, está justo al lado del edificio principal y sus dependencias, pintados de color ocre y con tejados verdes. En la antigua morada de madera, que se convirtió en un santuario, reina un silencio sagrado".