La tecnología 3D da un paso más en la intergración de diferentes expresiones artísticas, participando esta vez en la fusión entre la pintura y la música clásica. La Orquesta Sinfónica ‘Rusia Nueva’ bajo la batuta de Yuri Bashmet presentó en la Casa Internacional de Música en Moscú melodías vanguardistas con una muestra simultánea de pinturas de Kazimir Malévich, Wassily Kandinski y Alexandr Ródchenko entre otras pertenecientes a la colección de la Galería Tretiakov. Los organizadores destacan que es el primer concierto de este tipo, aunque la historia de la síntesis de las artes ya cuenta con grandes experimentos similares.
El humo del fumador de la obra de Natalia Goncharova (1911) envolvió a los oyentes durante la interpretación del Suite del ballet ‘Romeo y Julietta’ de Serguei Prokófiev, mientras los sonidos bruscos del Primer Concierto para Violín y Orquesta de Dmitri Shostakóvich acompañaban a las formas geométricas de ‘Composición abstracta No.88’ de Alexandr Ródchenko (1919) y a ‘Suprematismo’ de Iván Kliun (1916). Las formas casi volaban por encima de las cabezas del público gracias al efecto 3D que ofrecían las gafas entregadas a los espectadores antes del concierto. Algunos asistentes al evento confesaron que, para ellos, las imágenes en tres dimensiones fueron la única razón para acudir a escuchar la música clásica.
“Desgraciadamente la gente no tiene interés por la herencia cultural y sólo admiran el cine. Por ello queríamos introducir la tecnología de 3D, a la que todos idolatran y que es ahora una buena forma de publicidad. La música es más fuerte y cuando penetra en el cerebro ya cargado por la imagen en 3D el resultado puede ser extreordinario”, destaca uno de los autores de la idea, Alexandr Izótov.
Los propios participantes del evento no temían que las pinturas fueran a interferir en la percepción de la música.
“Las pinturas no van a distraer a los espectadores. Queremos crear una síntesis de artes que sea orgánica”, destacó antes del concierto la solista, violinista Aliona Báyeva.
En el espectáculo, los cuadros del inicio del siglo XX adquieren tres dimensiones y el espacio presente en las obras de Kandinski y Malévich llega así a traspasar las fronteras de la pintura y se une con la música. La imagen se descompone y cada elemento se desintegra cada vez más, cuanta mayor es la distancia a la que uno ve la pintura. La capa más 'cercana' al espectador se puede casi tocar.
“Tanto la pintura como la música son artes autosuficientes y no queremos ilustrar una con otra. Mejor dicho, sólo damos la oportunidad de conocer mejor aquella época de principios del siglo XX. Y habiendo entendido aquel tiempo, podremos tener fantasías sobre el futuro, ya sean óperas holográficas o algo más”, destaca Yuri Bashmet en su entrevista a RT.
“Lo realizamos por primera vez y espero que haya más eventos similares. Pero, claro, a mí me chocaron ciertas cosas. Hoy, durante el ensayo vi exactamente lo que iban a ver los espectadores. Y durante el fragmento de la muerte de Julieta en la obra de Serguéi Prokofiev, se muestra a un caballo y a un hombre de pueblo. La pintura es buena, pero es raro, ¿no? ¡Pero no intentamos ilustrar la música! Incluso si quisiéramos hacerlo y colocáramos una pintura que muestra la muerte de Julieta, la explicación pictórica sería más limitada en comparación con lo que puede aparecer en la imaginación de un oyente. Porque cada uno tiene su propia percepción y talentos, y en esto radica el principal secreto de la música clásica: ella convoca, dirige, pero nunca dicta. Es como hacer una versión cinematográfica de una obra clásica. Mejor leer el libro después y descubrir que es más profundo”, comparte el director de la orquesta.
La productora del evento, Olga Riájina, destaca que la elección de las pinturas no está hecha en función de su coincidencia con el sentido de la música, porque es una gran responsabilidad afirmar que determinada pintura ilustra un cierto fragmento de música. Por ello los técnicos sólo pusieron las pinturas en la pantalla en un orden aleatorio. Y esto inconscientemente sólo subrayó el carácter tanto de las pinturas, como de la música de principios del siglo XX, donde la espontaneidad y la casualidad juegan un papel fundamental. De esto hablaban tanto Wassily Kandínsky, como el pintor contemporáneo William Brui.
“Se puede recordar como en Berlín interpretaban la ópera moderna ‘Eugenio Onegiun’, obra de Piotr Chaikovski. En el episodio donde Tatiana escribe la carta a Eugenio, la actriz se masturba y justo al final se oye la famosa cita: '¡Terminé! Es demasiado espantosa para leerla...'. Además se puede ver en esta versión de ópera como Eugenio entra al escenario en motocicleta. ¡Y la gente aplaude! Pero, vale, sin este tipo de fracasos no hay progreso”, destaca Bashmet.
"En este sentido a mí me gusta Vanesa May. Claro, existen más músicos que improvisan con el violín electrónico más profundamente, como, por ejemplo, Nigel Kennedy. Ella también interpreta bien, pero no tanto. Y su minifalda tampoco es apropiada. Pero en la síntesis de este estilo y de su música se ve talento. Además, toca mojada ‘Las Cuatro Estaciones’ de Antonio Vivaldi. Estoy a favor de esto porque gracias a este extremismo aparecieron millones y millones de nuevos oyentes de Vivaldi. Y no excluyo que un 1% de ellos quieran escuchar la interpretación clásica de, por ejemplo, Gidon Kremer. Por eso estas rupturas extravagantes son buenas, no hace falta tener miedo de esto".
Estos experimentos de síntesis de artes no son los primeros. Cabe recordar entre ellos los intentos de Alexandr Scriábin de unir música y luces. El compositor creía en el renacimiento de la humanidad y el desarrollo espiritual de la gente hasta un nivel en el que cada persona podría "escuchar colores y ver sonidos" con un sexto sentido. También se pueden recordar las 'Pinturas Musicales' del singular maestro lituano Mikalojus Konstantinas Čiurlionis.
Bashmet recuerda el Festival ‘Las Noches de Diciembre’ como uno de los ejemplos más vivos de la síntesis de artes. “Sviatoslav Ríjter además de ser un pianista ilustre, pintaba muy bien. Su obra está presente tanto en colecciones privadas, como en el Museo Estatal de Arte Figurativo Pushkin. Y tuvo la idea de unir dos artes en este museo en 1981. Gracias a la posibilidad de intercambio de pinturas entre los museos mundiales, el visitante pudo no sólo escuchar la música, digamos, impresionista, de Claude Debussy, sino también girar la cabeza y ver las obras impresionistas, por ejemplo, de Van Gogh. El festival todavía vive y florece”.
Julia Blatún, RT