‘Los hijos del Arbat’, una de las primeras denuncias literarias de los métodos estalinistas de represión, fue publicada en 1987 y obtuvo la aclamación más amplia posible en Rusia. El autor de esta novela, Anatoli Ribakov, cumpliría hoy 100 años.
Ribakov obtuvo fama como escritor de novelas para adolescentes y la mayoría de la gente no sabía que en un lugar secreto guardaba el manuscrito del libro cuyos capítulos se negaron a publicar en la URSS por su contenido 'antisocialista', mientras otros ansiaban hacerlo en el extranjero. Esto último habría supuesto problemas con las autoridades del país y la consecuente retirada del resto de sus ejemplares. Así que el escritor esperó su segundo 'ascenso a la fama' por cerca de 20 años. Actualmente, la obra que le proporcionó esa celebridad, ‘Los hijos del Arbat’, está editada en 52 países.
Ribakov fue el primero en unir en una novela para adolescentes un argumento atractivo lleno de aventuras y persecuciones con una gran profundidad psicológica y un espíritu patriótico, destacó en la entrevista a la agencia RIA Novosti el autor de literatura moderna para jóvenes Yevgueni Nekrásov.
“Regresó del frente de la guerra como el mayor Anatoli Ribakov y escribió para distraerse un libro infantil, ‘La daga’, que de inmediato lo convirtió en un James Fenimore Cooper soviético”.
A sus personajes jóvenes de novelas infantiles los introducía en un mundo de problemas de adultos, algo contrario a la tendencia general de ese tipo de literatura soviética, que elogiaba la infancia feliz en el país. Mientras a sus personajes adultos y a sus lectores de novelas para mayores les metía en una realidad más oscura.
“La muerte resuelve todos los problemas. Hay un hombre, hay un problema; no hay hombre, no hay problema”. Iósif Stalin pronuncia esta frase en la novela ‘Los hijos del Arbat’ y todavía sin pruebas históricas irrefutables le achacan al propio caudillo la autoría de este aforismo. De hecho, esa obra es la quintaesencia de novela antiestalinista ambientada en los años treinta. Este fue el principio de Stalin, según el literato, y lo mostró a través de los destinos de unos jóvenes que vivían en el centro de Moscú. Son gente cuya juventud transcurrió durante el florecimiento del culto al dictador que logró someter a su voluntad a millones de personas y establecer la dirección del desarrollo del país.
“Sobre Ribakov decían que conocía el régimen de Stalin hora a hora. Pero esto es un mito, ya que toda información política o de ésta índole era inaccesible y numerosos libros incluyen las tradicionales y secretas 'charlas de la cocina' que solían mantener algunos intelectuales. Y Ribakov fue uno de los que creó este mito sobre la época de Stalin que hasta estos días percibimos como una literatura documental”, destaca Yevgueni Nekrásov.
La respuesta a esta acusación se puede hallar en la entrevista del mismo autor al periódico El País antes de la edición de este libro en español en la que destacaba a la corresponsal Pilar Bonet que ha mostrado al mandatario tal y como era. "No me he inventado nada. He hablado con mucha gente que lo conocía, que había hablado con él y que me lo describió detalladamente, y me bastaron algunos trazos para hacer su retrato. Además, yo he visto a Stalin en la tribuna. Tengo sus obras completas, los documentos de todos los congresos y de los procesos". (En una entrevista realizada el 29/01/1988). Además, durante el trabajo sobre el libro usaba sus notas hechas después de las conversaciones con personas que trataron al líder y la prensa de aquellos años.
La obra refleja cómo se manifiesta la gente durante las duras pruebas a las que son sometidos. Se ve cómo la crueldad y el miedo a pronunciar incluso una palabra que podía decidir el destino de una persona destacaba en las reuniones que se celebraban en cualquier organización, ya fuera en el trabajo o en la universidad. Unos temían expresar su opinión y apoyar a su amigo, otros, no.
Una de esas decisiones (apoyar a o no a su jefe), es la que tiene que tomar el protagonista del libro, Sasha Pankrátov, quien encarnaba la moralidad y está basado en el propio autor. La casa donde vivía Sasha, en la calle Arbat, número 51, es la casa donde creció el dramaturgo. Como Sasha, fue condenado a tres años de prisión y expulsado del instituto donde estudiaba por su participación en un asunto parecido al de su obra: la redacción de un mural informativo que interpretaron de forma absurda. De hecho, es un recuerdo desde los años sesenta sobre los años treinta de la persona que pasó por las oficinas del KGB, conocidas como 'Lubianka', la prisión de Butirskaia y la deportación a Siberia. Ribakov destacaba que en los treinta ya era un hombre adulto, así que aquella época, que para muchos es historia, para él fue parte de su vida.
‘Los hijos del Arbat’ fue considerada como “el símbolo de un nuevo deshielo cultural, y para muchos ciudadanos ha supuesto la revelación apabullante de unos horrores que conocían sólo de forma fragmentaria”, afirmaron los críticos de numerosos periódicos (De la entrevista a El País en 1988 a Pilar Bonet, 29/01/1988).
El autor tuvo una vida larga y no precisamente fácil. Al graduarse en el colegio trabajó como porteador, después como conductor y luego estudió en la Universidad del Transporte. A la edad de 22 años fue arrestado por emitir propaganda contrarrevolucionaria y fue deportado a Siberia. Hasta después de muchos años no se le permitió vivir en Moscú y otras grandes ciudades según una regla especial para los reclusos. Así cambió mucho su lugar de residencia en Rusia hasta que en julio de 1941 le movilizaron para el Ejército y pasó en el frente toda la Gran Guerra Patria, luchando por Moscú y asaltando Berlín, consiguiendo muchas condecoraciones. Pero lo principal en su vida fueron sus libros, que se ganaron el amor de multitud lectores. Cabe destacar que las 14 novelas y cuentos escritos por él han sido llevadas a la pantalla. Entre ellos están ‘La daga’, ‘El ave de bronce’, ‘Ekaterina Voronina’, ‘La arena pesada’, ‘Los hijos del Arbat’, ‘El Terror, ‘Polvo y cenizas’ , entre otros. En los años noventa, al desintegrarse la URSS, Anatoli no aceptó los cambios que se sucedieron en el país y emigró a EE. UU., aunque seguía volviendo cada año para pasar unos 4-5 meses participando en la vida literaria y social de Rusia. Murió el 23 de diciembre de 1998 en Nueva York. Sus restos se encuentran en un cementerio de Moscú.