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Buenos Aires, Meca de los grafiteros

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Durante el último tiempo la capital argentina atrae a muchos artistas de todo el mundo que se especializan en grafitis. Los muros de la ciudad cada día se cubren con nuevos impresionantes murales de este tipo de arte urbano.

Durante el último tiempo la capital argentina atrae a muchos artistas de todo el mundo que se especializan en grafitis. Los muros de la ciudad cada día se cubren con nuevos impresionantes murales de este tipo de arte urbano.

Con una madre escultora y un padre pintor, Louis Danjou creció rodeado de arte en su pueblo natal, en las afueras de Lille, Francia. Le atrae especialmente el arte urbano, los grandes murales y los grafitis artísticos. Pero después de graduarse como publicista, sintió que en Europa tenía demasiadas restricciones para expresarse.

“Abajo de un puente, en un pueblo chiquito, lejos de Lille, empezamos a pintar. Blanqueamos todo el bajo puente, que estaba muy sucio, un asco total. Y empezamos pintarlo todo de blanco y llegó la policía”, cuenta Louis. “Nos tratan como delincuentes, llamaron al alcalde de la ciudad que vino a retarnos. Seguro algunos fueron a pintar de noche y lo lograron mejor”, lamenta el joven.

Unos amigos artistas le comentaron entonces a Louis que en Latinoamérica tendría mucha más libertad de trabajo y que sus murales serían incluso bienvenidos. Así fue como hace cuatro años se instaló en Buenos Aires.

“Aquí es muy diferente. Salgo en el barrio, hablo con los vecinos, pregunto. Toco el timbre: Hola, buen día. Me encantaría realizar un mural acá. Soy artista. Quizá viste los murales que hicimos en el centro. Vamos a pedir muros que están lastimados, que están en mal estado, para que tengan más 'onda', más colores”, explica el artista.

Louis, cuyo nombre artístico es Grolou, es sólo parte de una generación de artistas urbanos extranjeros que llegaron en los últimos años a Buenos Aires para dejar su huella. Entre otros están el italiano Blu, que se dedica al grafiti animado. Se trata de una particular técnica de pintura, cuadro por cuadro, que lleva meses de trabajo. Luego es filmada y subida a diferentes sitios en Internet.

“El movimiento moderno de grafitis empezó en el 2001, después de la crisis económica. Había una explosión de expresividad. Quisieron plasmar sus emociones contra el gobierno, contra los problemas en el país”, cuenta el periodista inglés Matt Fox Tucker, quien documentó esta explosión de arte callejero en un libro de fotografías. “Después de un par de años más, muchos extranjeros vinieron a Buenos Aires. Lo que tenemos en muchos barrios de la ciudad son muchas paredes descuidadas y edificios abandonados”, dice.

La legislación argentina prohíbe pintar grafitis en edificios públicos, pero no hay limitaciones para trabajar en la gran cantidad de construcciones abandonadas, o en los lugares donde los dueños lo permiten, algo muy común en este país.

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