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Sillones divinos en el Palacio de Versalles

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Cuarenta “puntos de tranquilidad en un mundo de cambios” se muestran en el Palacio de Versalles. Así comprenden los historiadores y filólogos uno de los significados de la palabra “trono”. Diferentes y destacados ejemplares de este símbolo de autoridad reflejan la historia de diferentes épocas y
Sillones divinos en el Palacio de Versalles

Cuarenta “puntos de tranquilidad en un mundo de cambios” se muestran en el Palacio de Versalles. Así comprenden los historiadores y filólogos uno de los significados de la palabra “trono”. Diferentes y destacados ejemplares de este símbolo de autoridad reflejan la historia de diferentes épocas y civilizaciones. En los Grandes Departamentos se puede ver tales lugares sagrados —por la gracia de Dios— como el trono de los emperadores de Pekín, sillones de monarcas europeos, el trono del Papa y muchos otros.

"Desde el punto de vista cosmológico, desde los tiempos antiguos tanto la mesa como el trono significaban el mismo Dios, después el lugar de Dios o su mensajero". Por eso, "este centro del mundo, Estado y ciudad", según las investigaciones del arte y cultura clásicos por parte de la destacada filóloga rusa Olga Freidenberg, tiene una decoración rica que se corresponde a los honores que les otorgan las naciones con diferentes creencias.

Muestras destacadas de la exposición son el trono del rey francés Luis XVI en la sala de Venus, el trono del emperador chino Qianlong en el salón de Diana, el trono del dux de Venecia en el salón de Marte o el trono del mismo Napoleón. Entre los tronos expuestos hay uno ruso, pero de la colección francesa. El trono de campaña del zar ruso Nicolás II es de color rojo y se remonta a los tiempos antiguos cuando existía una silla roja especial que llevaba un ayudante del zar para colocarlo siempre y cuando el monarca necesitase sentarse.

El trono proviene de la colección de la Casa para los Emigrantes Rusos Jubilados Sainte-Genevieve-des-Bois, ahora la Casa Rusa de Cultura y Recreación. Es desde esta casa que empezó la historia del famoso cementerio francés Sainte-Genevieve-des-Bois donde yacen el escritor Iván Bunin, el cineasta Andréi Tarkovski, el bailarín y coreógrafo Rudolf Nuréyev y muchos otros. Es a esta misma casa a donde llegó el último embajador de la corte rusa, Vasili Maklakóv, y llevó todos los bienes de la embajada del Imperio Ruso en Francia sin esperar la llegada del representante del entonces joven gobierno soviético. Entre las reliquias había iconos, libros, muebles, pinturas y el trono de campaña del zar ruso Nicolás II.

Este 24 de abril, el día de Pascua de los católicos y ortodoxos, las puertas de la iglesia del cementerio y de la misma casa estarán abiertas; cada uno podrá llegar a la misa y elogiar al Cristo que reina en el trono de la verdad bíblica. Mientras, hasta el 19 de junio en el Palacio de Versalles se puede contemplar los tronos terrenales de gente que, según se cree, poseía condición divina.

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