Moscú acoge una de las obras maestras de Ibsen
El arte de Henrik Ibsen no solo une diferentes épocas, sino además culturas, pueblos y generaciones. Lo confirma plenamente la obra ‘Casa de muñecas’ del célebre dramaturgo noruego del siglo XIX, que en estas fechas se presenta en el Instituto del Teatro Ruso de Moscú bajo la dirección de Leonid Lavrovski-García.
La pieza teatral de un solo acto llega a transmitir toda la complejidad psicológica de los personajes de Ibsen. Esta vez es un audaz intento de acercar la obra a la actualidad, una envidiable muestra de que los problemas sociales y personales de los seres humanos no cambian con el correr de los tiempos.
Aunque el director tuvo que abreviar la obra, eso no se tradujo en su simplificación. La ‘Casa de muñecas’ preservó todos los elementos fuertes de su estructura analítica original, permitiendo conocer a fondo la vida familiar del abogado Helmer, a primera vista feliz, pero en realidad llena de falsedad y egoísmo. Se ha logrado la nada fácil tarea artística de revelar el carácter ingenuo del propio Helmer, que resulta ser un cobarde egocéntrico.
En la versión actual se ha podido además indagar en los tejidos sentimentales de su mujer, Nora, que al principio ostenta características de una criatura superficial e indolente, plenamente contenta con su vida mediocre, pero que con cada minuto de la narración va librándose de toda la frivolidad que domina su vida, llegando a manifestarse como una personalidad fuerte, capaz de sacrificar su vida y tomar decisiones audaces de forma independiente.
Decepcionada por su vida familiar, Nora llega a comprender que necesita empezar su existencia desde cero para ser una persona íntegra y honesta con su entorno personal, pero principalmente consigo misma. Así ella pone punto final a su frágil ‘Casa de muñecas’, tan bonita desde el exterior, pero a la vez repugnante por dentro.
El protagonismo de la mujer en la sociedad moderna, su evolución espiritual y su rebelión contra las normas de conducta anticuadas son, entre otros, los motivos más destacados de esta obra, simple y compleja a la vez, que hace reflexionar a su principal personaje, el público.
El realizador y director de escena dio suficiente ‘espacio’ tanto a los actores, para que ellos pudiesen expresar su propia comprensión del personaje, como al público, para formar su propio entendimiento de obra maestra ibseniana.
Sin duda, hay que destacar el gran esfuerzo que para el éxito de la obra aportaron personalidades como Mijaíl Lavrovski, Artista Popular de la URSS y destacado coreógrafo de escena, al igual que su mujer, Dolores García, maestra de escena procedenta de una familia de ‘niños de la guerra’.
El vestuario original con abundante presencia de elementos de papel maché también fue diseñado por Dolores García, con la colaboración de Anzhela Fedorenko. La realización artística corresponde a las talentosas Ala Naloichenko y María García. El ambiente escénico y el decorado, ideados por el escenógrafo Konstantín Záitzev, ofrecieron una visión peculiar y modernista de la pieza de Ibsen.
Es importante destacar que es una obra benéfica, en la que los protagonistas son interpretados por estudiantes de los últimos cursos de la facultad de arte del Instituto de Teatro Ruso, que actúan con verdadera devoción espiritual y maestría profesional. La puesta en escena volverá a deleitar al público de la capital rusa este jueves, y la recaudación se donará a un hospital provincial ruso en la ciudad de Tarusa (en la Provincia de Kaluga, Rusia Central).
Es notorio que las obras de Ibsen desde sus primeras apariciones en los escenarios artísticos de Rusia a principios del siglo XX hayan dejado huellas imborrables en la historia teatral rusa, y, por lo visto, nada cambia con el paso del tiempo.
Nadia Dementieva, RT