Aunque muchos españoles no quieran ver a Franco ni en pintura, quizá se lo piensen dos veces a la hora de contemplar las obras pictóricas del dictador... Esta afición poco conocida de Francisco Franco Bahamonde es descrita por el nieto mayor del caudillo (también Francisco Franco) en un libro que acaba de salir publicado.
"Cada tarde, después del café se encerraba un ratito a pintar. Era un gran dibujante", afirma su nieto. Y añade: "algunos de sus cuadros eran copias de otros famosos, algún retrato de mi madre, su autorretrato. No eran excepcionales, pero sí de una calidad y un realismo casi inalcanzables para la mayoría de aficionados a la pintura", asegura Francisco, que sale en defensa de las aptitudes pictóricas de su abuelo.
Para persuadir a todo el mundo de las cualidades artísticas del difunto dictador, su nieto ga reunido las imágenes de 15 lienzos de su abuelo en el libro, titulado 'La naturaleza de Franco: cuando mi abuelo era persona'. Pese a lo poco conocido de este hobby suyo, algunos de sus lienzos han salido a subasta en España en los últimos años.
Según el nieto de Franco, el responsable de que el dictador se diera a la pintura en sus ratos libres fue su médico personal y amigo Vicente Gil, siempre preocupado porque su paciente no pasara demasiado tiempo en su despacho y se sacudiera el estrés de gobernar el país. Franco fue un pintor de gusto muy tradicional (Stalin e Hitler también fueron “tradicionalistas” en cuestiones artísticas) y con técnica irreprochable. Su afición a la pintura llegó a tal extremo que en 1952 se interesó personalmente por el regreso de Salvador Dalí a España.
Francisco Franco asegura que su abuelo dejó la pintura tras el accidente de caza que sufrió la Nochebuena de 1961, aunque quizá el mayor golpe para la faceta artística del dictador fuera el fallecimiento, en 1960, de Fernando Álvarez de Sotomayor, que dirigió el Museo del Prado hasta la II República, y que recuperó su cargo en 1939 tras el tiunfo franquista en la Guerra Civil. Según algunas fuentes, Álvarez de Sotomayor pudo haber ayudado al dictador a retocar sus óleos en señal de agradecimiento.
El nieto de Franco explica que su libro busca “hacer frente a ideas estereotipadas” que rodean la figura del caudillo. Hasta el título del libro reproduce la frase con la que el propio Franco solía arrancar el relato de anécdotas de su juventud: “Cuando yo era persona…”
Francisco Franco no fue el único político del siglo XX que blandió pinceles. Adolf Hitler también fue un pintor aficionado que en dos ocasiones intentó en vano ingresar en la Academia de Bellas Artes. Aunque bien es cierto que la mayoría no guarda un mal recuerdo de él porque fuera un pintor mediocre…
En abril de 2006 salieron a subasta tres óleos pintados por Franco durante su estancia en Marruecos bajo el pseudónimo de Gironés a un precio de salida de 9.000 euros cada uno. Según el director de 'Arte, Información y Gestión', la empresa que los sacó a subasta, en el precio de tasación de las obras se tuvo en cuenta "el valor del personaje más que el valor artístico de los óleos".
Curiosamente Marruecos también fue una fuente de inspiración para otro político de profesión y pintor aficionado…
...Winston Churchill
El político tory (1874-1965) solía viajar a Marruecos para relajarse y pintar. Durante la conferencia de Casablanca (Marruecos), en enero de 1943, Churchill convenció al presidente de EE. UU., Franklin D. Roosevelt, para que lo acompañara en una visita de dos días a Marraquech, para lo que ambos amigos tuvieron que atravesar el desierto en todoterrenos militares por una ruta patrullada por numerosos comandos de sus guardaespaldas e incluso… aviones de combate. En este viaje Churchill pintó 'Vista de Marraquech con el minarete de la mezquita de Katubia' (la única de sus 500 obras que pintó durante la Segunda Guerra Mundial), que luego regalaría a Roosevelt como recuerdo.
Churchill se lanzó a la pintura en 1915, con 40 años, cuando fue destituido del cargo de Primer Lord del Almirantazgo, tras la fallida operación en el estrecho Dadanelos, la llamada Batalla de Galípoli.
Completamente deprimido, el político se alejó de la vida pública y se estableció, junto con su familia, en una finca en Cherkers donde Guni, la esposa de su hermano Jack, le despertó su aficción por la pintura, que le sanó completamente y que ya nunca abandonaría durante toda su vida. Casi todos los críticos del arte coinciden en que fue un pintor aficionado, pero de talento.
La mayor parte de las veces Sir Winston pintaba paisajes para relajarse. Su aprendizaje en esta matería fue siempre de carácter autodidacta, por lo que sus obras no se enmarcan en ninguna escuela. No obstante, parece claro que sus lienzos rezuman un regusto impresionista, tratándose quizá del único conservador inglés de finales del XIX y principios del XX que prefería los cuadros impresionistas.
A lo largo de toda su carrera política este hobby le proporcionó a Churchill momentos de serenidad en medio de grandes conmociones históricas y sociales. En los años 20 del siglo pasado cuatro de los cinco lienzos suyos que fueron expuestos en París bajo un nombre falso fueron vendidos por 30 libras cada una (una suma importante para la época).
Como artista Churchill superó considerablemente a Franco. No sólo porque en Sotheby's cada cuadro suyo saliera a subasta a un precio inicial de cientos miles de libras, sino por el reconocimiento de sus cuadros (presentados bajo distintos seudónimos) en varias exposiciones.
Su hija, Mary Soames, asegura en su libro 'Winston Churchill: Su vida como pintor' (1990), que su padre sólo pintó un cuadro en los casi cinco años que duró la guerra europea.