La historia oscura del Abuelo del Frío

Cada país tiene su propio mago navideño que cumple deseos y trae regalos. Dicen que en Nochebuena los pilotos ven en el cielo los trineos tirados por renos de San Nicolás y Santa Claus, mientras que los satélites-espías registran a Papá Noel y al Viejito Pascuero en los techos de las casas. El homó

Cada país tiene su propio mago navideño que cumple deseos y trae regalos. Dicen que en Nochebuena los pilotos ven en el cielo los trineos tirados por renos de San Nicolás y Santa Claus, mientras que los satélites-espías registran a Papá Noel y al Viejito Pascuero en los techos de las casas. El homólogo ruso de estos viejos bondadosos es el Abuelo del Frío (Ded Moroz), que durante su larga vida de más de 10 siglos ha cambiado muchos nombres. Existen varias versiones de la aparición de esta figura enigmática.

 

Versión 1. El dios eslavo antiguo del viento boreal del invierno llamado Torbellino

Con una barba espesa y un vestido largo del que, como si fuera el mismo cielo, caían estrellitas de nieve, Torbellino reinaba en la bóveda celeste rodeado por los vientos, sus fieles servidores. Una estatua de este dios pagano se encontraba enfrente del palacio del príncipe de Kiev e incluso existía un templo consagrado al señor de la nieve y el granizo. Los eslavos le tenían miedo, por lo tanto en vísperas de la Navidad lo “invitaban” a probar “kutiá”, trigo cocido con frutas secas. Solían preparar 12 platos especiales para la mesa navideña. Antes de empezar la cena, el dueño de la casa salía a la calle con un plato lleno de manjares festivos en la mano y lo “ofrecía” a Torbellino y a su servidumbre, compuesta por fieras salvajes.

Versión 2. El dios Veles que era dios del ganado, las nubes, la sabiduría, los hechizos y acompañante de los muertos

Veles habitaba en el bosque o en el reino de los muertos. Se cree que el "Abuelo del Frío" es la variante invernal de Veles.

Versión 3. El dios de la muerte Karachún, señor del frío, la oscuridad y la noche

Hasta hoy día, la palabra “karachún” sigue siendo sinónimo de “muerte”. Hace cientos de años cuando no había calefacción central ni otros bienes propios de la civilización, el vínculo del invierno y la muerte no parecía una metáfora.

Según creían los eslavos, Karachún era el dios más temeroso ya que enfriaba la tierra cada año y, a diferencia de Torbellino, habitaba debajo de la tierra.

Según las leyendas, en la época más “oscura” del paganismo, el día del equinoccio de invierno era el día del sacrificio al Abuelo del Frío. Ataban a una virgen joven y bella a un árbol y la abandonaban en el bosque. Si se moría de frío en el transcurso del día, se creía que el próximo año iba a ser bueno.

En la Rusia Antigua el equinoccio de invierno, el día más corto cuando el sol “se muere”, lo llamaban “karachún” también. Cuando Rusia se convirtió al cristianismo, la celebración de la Navidad coincidía con el equinoccio de invierno, por lo tanto se ha conservado el nombre formal pagano de “karachún”.

Más tarde apareció la tradición de disfrazarse en Navidad e ir de casa en casa pidiendo “un regalo”. A los disfrazados de espíritus, encabezados por el llamado Abuelo (quien no pronunciaba ni una palabra durante el proceso), se les daba comida, garantizando de este modo un año próspero y buena cosecha para los dueños de la casa. En las mismas casas en Navidad rendían homenaje a los muertos y dejaban al Abuelo-Karachún un plato individual de pan con “kutia”.

Versión 4. El Abuelo del Frío en carne y hueso

A mediados del siglo XIX un conocido escritor ruso, el príncipe Vladímir Odoévski, modificó el cuento popular sobre el Abuelo del Frío. En su interpretación, el personaje por primera vez dejó de ser “severo” y se hizo “tolerante”. Según el autor, El Abuelo vivía en una casa de hielo debajo del mundo de los mortales. Para entrar en su dominio había que bajar a un pozo y para complacerlo había que darle de comer y de beber y tratarlo con mucho respeto. Así acabaron con el abuelo “asesino”.

En la época en la que la naturaleza se divinizaba en todas partes, en la tierra donde reinaba la nieve, el Abuelo del Frío no podía sino convertirse en un dios. Pero independientemente de su nombre, el abuelo invernal iba y sigue yendo de la mano con la humanidad de los bosques fríos paganos hacia las brillantes fiestas navideñas.

Al principio interpretaba el papel del señor de la muerte y de un donador generoso al mismo tiempo. Más tarde se encargaba de hacer regalos a los niños buenos y a los malos, les daba una paliza, según decían, y los llevaba al bosque en su saco para dejarlos a merced de los lobos. Primero exigía que le trajeran a jуvenes bellas y luego se conformaba con dulces, pero siempre ha sido fiel a las costumbres y a las tradiciones, solo que su comportamiento y su atuendo se adecuaban a la época.