Nabókov: cómo traducir al ruso a un autor ruso
El traductor de un libro tiene la tentación de corregir la novela por iniciativa propia en los puntos débiles. En este sentido, traducir una novela no acabada posee un carácter tentador doble, asegura el traductor del último libro del famoso escritor ruso Vladímir Nabókov, “El original de Laura”. Tras la publicación en Nueva York y Londres, el libro por fin llega a Rusia.
El contenido del libro está guardado en secreto y lo único que sabe el lector ruso es que la cubierta del libro va a estar decorada con la imagen de la diosa de la fertilidad Flora de la pintura “Primavera”, obra del italiano Sandro Botticelli. Según la hipótesis de los investigadores de las obras del escritor, esta diosa es el prototipo de la protagonista del libro.
La última voluntad de Nabókov fue que quemaran la novela. En realidad es una serie de 138 fichas escritas a lápiz, guardadas en el banco por su mujer, Vera. Escribir el primer borrador en las tarjetas fue uno de los medios de este prosista. Después reescribía los textos en un ejemplar en limpio.
A Gennadi Barabtarlo, profesor de Filología Rusa en la Universidad de Missuri y traductor del libro, el “no” del autor le parece una frase demasiado rotunda. Les presentamos los fragmentos de la entrevista con este nabokoviano, publicada en el periódico Kommersant.
- ¿En qué se convierte la traducción cuando no hay una obra completa y, por lo tanto, lo particular no se correlaciona con lo general?
Una traducción seguirá siendo una traducción. (…) Traduciendo una novela a otro idioma el intérprete tiene que intentar conservar, hasta donde sea posible, la sensación de una construcción acabada. Si se deja “en los andamios”, la traducción debe ser lo más exacta posible para que cumpla su función y transmita la sensación de algo sin terminar. Sin embargo, creo que en los fragmentos escritos de “Laura” los detalles evidencian una visión de obra completa. Por ejemplo, los primeros cinco capítulos representan un desarrollo consecutivo y, al parecer, ininterrumpido del argumento. Además, puedo suponer (el por qué lo explico en el ensayo preliminar) que se escribió el final de la novela, por poner una imagen, como una puerta de salida con dintel y quicios pero sin la hoja de la puerta, ni paredes.
- ¿Qué tan importante fue para Ud. entender la idea global de toda la obra? ¿Había casos en los que dependiera de esa idea general la elección de una u otra interpretación de cada parte concreta del texto?
Ud. tiene razón, algunas partes son especialmente enigmáticas porque todo el material es como un mosaico, algunas líneas fueron hechas rápidamente, mientras que otras fueron reescritas, tal vez, más de una vez.
Tengo que confesar que no cuento con una teoría elaborada para traducir partes separadas de un texto, ya que no es muy habitual. En cuanto a “Laura” en su versión original y a su traducción al idioma materno del autor, se trata de un caso único en la historia de la literatura.
- Normalmente el traductor establece algún tipo de relación con el libro y a través de éste, con el autor, sus ideas, su conciencia. ¿El borrador también es una pantalla que esconde al autor o es más transparente?
El borrador de ninguna manera me separa de Nabókov. Aunque no es del todo justo calificar como esbozo el texto de “Laura”. Representa más bien tres fases de la composición y guarnición de la obra: unas partes están reescritas, otras hechas como borradores, las terceras son apuntes y bosquejos. Si consideramos la transparencia como la posibilidad de entender mejor la esencia de un libro en comparación con su variante publicada, podemos partir de que una bata de casa es más cómoda que un traje ceñido.
- ¿En el proceso de traducción le daba importancia al hecho de que Nabókov no quería que este texto se publicara? O sea, ¿le importaba el “no” del autor que domina ese texto, a diferencia del “sí” que encabeza una obra acabada?
Antes de empezar a traducir “Laura” participé en una larga y difícil discusión, llevada a cabo en privado, sobre la publicación del original del libro. Por lo tanto, me puse manos a la obra con la idea bien clara de que “Laura” fuera publicada en inglés y luego viera la luz traducida a los principales idiomas europeos.
En cuanto al “no” del autor, me parece una frase demasiado rotunda. Casi hasta el final Nabókov esperaba terminar el libro, aunque fuera una variante en esbozo, ya que lo tenía listo en su cabeza hasta los menores detalles, y lo que hacía era escribir las partes separadas de la novela en las tarjetas de cartón. Sólo antes de su muerte le pidió a su esposa que quemara todo lo que había hecho al comprender que no le daría tiempo para acabarlo. Su hijo lo cuenta en el prólogo inglés que aparecerá en la edición rusa del libro.