Las bailarinas sobre el escenario interactúan con siete cisnes, dos negros y cinco blancos, en un baile lleno de erotismo y primitivismo natural.
Cuando los cisnes aparecen en ante el público la danza disminuye su intensidad para que las aves no se asusten y para que se acostumbren al ambiente. Las bailarinas los atraen con comida, que les presentan en sus manos. Gracias a este método, lograron enseñarles una 'coreografía'.
El proceso del adiestramiento de las aves fue largo y difícil, pero al mismo tiempo agradable. Desde el mismo momento de su nacimiento los cisnes comenzaron a comunicarse con las bailarinas, se familiarizaron con ellas y aprendieron a moverse de la manera requerida. Los alimentaron, les hablaron y se comportaban como si fueran sus 'madres'.
Petton explica su interés por las aves, contando que pasó mucho tiempo en su niñez observando a los pájaros e inspirándose con su gracia. El coreógrafo sostiene que las personas que se dedican a la danza y las aves son 'primas'.