Para Navidad se suele regalar algo valioso. El papel de "reyes magos" lo interpretarán a la vez en los dos teatros musicales más importantes de Rusia.
El Teatro Bolshoi regala “Esmeralda” a los aficionados del ballet. Una de las gitanas más famosas de los musicales y películas vuelve al escenario tras 75 años en una interpretación alternativa: felizmente evitará el castigo final.
La opera de Héctor Berilos “Los Troyanos” también está siendo representada en El Teatro Mariinski. El director catalán Carlos Padrissa experimenta con el tiempo y los personajes viajan en una nave espacial luchando con virus de ordenador, que son "troyanos" (como se conoce a un tipo de estos virus informáticos).
Detrás de estas representaciones está el trabajo de brillantes equipos y cientos de bailarines. Algunos de ellos estudian en la Academia de Ballet en San Petersburgo.
Su objetivo es llegar a bailar un solo sobre un gran escenario, pero sólo unos pocos lo consiguen. Es la vida de estos "pequeños grandes" bailarines de la Academia de Ballet Ruso, llamada Vagánova y ubicada en San Petersburgo. Aman la danza por encima de todo. Sus 24 horas transcurren entre zapatillas de baile y butacas.
En uno de los principales escenarios rusos – el de Mariinski – se preparan para actuar delante del público. Diciembre se dividide entre las “últimas pinceladas”, como también se dice en ruso, en la preparación para el estreno de la versión extravagante y modernista de “Los Troyanos” y el de la tradicional y mágica de “El Cascanueces”.
Menos de la mitad de los estudiantes de la Academia Vagánova llegan hasta el final de su preparación. Los bailarines más flojos tienen que marcharse. Y sólo unos pocos jóvenes, que son los mejores, tienen la posibilidad de bailar un solo.
“Por sorprendente que parezca, el ballet, una forma ingenua e incluso arcaica del arte, permanece siempre joven.”, subraya la profesora de danza clásica Liudmila Kovaliova.
Los graduados de la Academia y sus destacados profesores, como el coreógrafo Vasili Medvédev, llegaron a Moscú para ayudar a hacer renacer el ballet romántico con una de las últimas obras de la época del romanticismo clásico. “Esmeralda” llegó a Rusia en 1948 e inspiró a los coreógrafos para hacer interpretaciones muy atrevidas.
Los coreógrafos Yuri Burlak y Vasili Medvédev unieron las escuela de ballet de Moscú y San Petersburgo para recuperar el ballet de 1899, creado por el ilustre francés Marius Petipa. Prometen “un gran ballet con grandes pasiones ”, con más de 400 trajes y un final feliz.
La obra está basada en la novela de Víctor Hugo “Nuestra Señora de París”, pero la versión coreográfica se distingue mucho de su fuente literaria original. La gitana Esmeralda evitará el castigo, seguirá viva y se casará con el noble a quien amaba. Este final no contradice a Hugo, quien escribió personalmente el libreto de la ópera homónima.
Marius Petipá presentó a “Esmeralda” en San Petersburgo en 1899 en el Teatro Mariinski y de allí llegaron ahora unas decoraciones como una fuente de madera contrachapada basándose en los diseños de Petipá. La versión renovada del ballet llega al principal escenario ruso, el teatro Bolshoi.
En el escenario rival – de teatro Mariinski – representan una pura encarnación de la extravagancia del postmodernismo. “Los Troyanos”, es la operá más importante del destacado compositor Héctor Berilos. En el caso de que alcance el éxito en San Peterburgo, los críticos ya predicen la fama del acontecimiento a nivel europeo: la épica de cinco horas basada en los motivos de la Eneida de Virgilio aparece como una rareza en los escenarios mundiales. Supone un avance para los coreógrafos que no se ajustan a las tradiciones. Para vencer en esta "guerra de Troya" del escenario, el jefe del teatro Mariinski, Valeri Gergiev, eligió al director catalán Carlos Padrissa. Un total de tres teatros coproducen la obra: el Mariinski, el Teatro Nacional de Opera de Varsovia y el Palacio de las Artes Reina Sofía en Valencia.
Carlos Padrissa experimenta con el tiempo, trasladando la acción de la opera del pasado a futuro. Los personajes viajan en la nave espacial. Y los troyanos no son soldados, sino los virus de un ordenador. El principal símbolo de la historia de Troya, el caballo, está representado por una construcción futurista de espejos.
“Aquí se ven los espejos y parece que el caballo está hecho de brillantes. Es como un tesoro que nos atrae. Todas las cosas que nos atraen, nos penetran, y esto es como un virus. Y de este modo nos destruyen”, dice Carlos Padrissa.
Lo que no ha cambiado es el lenguaje de la ópera. Todo está en francés. Cada traje de la obra pesa casi cinco kilos. Pero este no es el único "peso" de la ópera. Lo más difícil es encontrar la armonía entre las arias clásicas, los trajes modernos y las decoraciones futuristas durante cinco horas de espectáculo.
Berilos no prevé que su obra vaya a ser un éxito. El jefe del Mariinski tiene una opinión contraria. El tiempo va a dirimir esa discordia.