‘Mi pobre angelito’, ‘De ilusión también se vive’… Cada año la época navideña vuelve a mostrar las mismas historias ‘milagrosas’ inspiradas en esta época. En Rusia cada 31 de diciembre se emite en la televisión la película ‘La ironía del destino, o goce de su baño’. La obra del destacado realizador Eldar Riazanov, que equivale a otro gran éxito como es Qué bello es vivir para los estadounidenses, ha conseguido que muchas frases de la cinta se convirtieran en citas del acervo popular ruso.
Una de ellas es “Cada año el 31 de diciembre voy con mis amigos… a ‘bannia’”. En este caso, se refiere al baño de vapor ruso, similar a una sauna finlandesa pero con calor húmedo, que lleva asociado un disfrute indescriptible, salud para el cuerpo y calma para el espíritu, según la creencia popular. Cada tipo de ‘bannia’ en distintas partes del mundo posee sus tradiciones, reglas, leyendas y recetas. La rusa no es una excepción.
Por ejemplo, los tres protagonistas del filme ruso acuden a la sauna pública rusa Sandunovskie bani o Sanduni. Es la más antigua y legendaria de Moscú, una maravilla arquitectónica y de ingeniería. El ilustre cantante de ópera bajo ruso, Fiodor Shaliapin, lo llamaba ‘zar bannia’ por su decoración de lujo y el mantenimiento de las tradiciones seculares.
Entre las escaleras de mármol, la pintura de oro, los arcos altos, y las salas grandes se encuentra una historia a la vez típica y milagrosa en la que los rusos pueden creer fácilmente porque está basada en hechos reales.
Para seguir con su habitual tradición los tres amigos del filme se emborrachan en la ‘bannia’ Sanduni y no recuerdan con exactitud cuál de ellos debe volar a Leningrado (el nombre de San Petersburgo en la época soviética). Por error, al final va al aeropuerto Eugenio, un doctor un poco infantil y solterón que iba a pedirle a su novia, justo durante la Nochevieja, que se casara con él. Totalmente ebrio, no sospecha nada y al llegar a otra ciudad, toma un taxi y –cosas de película- se dirige a una casa que tiene la misma dirección que la suya, pero en otra ciudad. Era un rasgo de la época soviética tener el mismo nombre para una calle en distintas ciudades, así como el mismo tipo de apartamento, de cerradura y de muebles típicos.
La auténtica dueña de la casa, Nadia, encuentra al médico durmiendo justo antes de la llegada de su novio. Eugenio arma un terrible escándalo porque está seguro de que es su propia casa y le está molestando una mujer desconocida. Después de aclarar lo ocurrido y de que se den una serie de divertidas escenas y situaciones inverosímiles, poco a poco se despierta entre ambos una simpatía mutua…
Sobre otras tradiciones y asociaciones con la ‘bannia’ rusa, consulte el reportaje adjunto.