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Cartas a Stalin

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Una “historia trepidante, protagonizada por dos hombres que se enfrentan a un poder omnímodo sin más herramientas que sus palabras”, así califica Marcelo Figueras al libro que recoge las cartas a Iósif Stalin, escritas por Mijaíl Bulgákov y Evgeni Zamiatin. Las misivas fueron dirigidas al todop
Cartas a Stalin

Una “historia trepidante, protagonizada por dos hombres que se enfrentan a un poder omnímodo sin más herramientas que sus palabras”, así califica Marcelo Figueras al libro que recoge las cartas a Iósif Stalin, escritas por Mijaíl  Bulgákov y Evgeni Zamiatin. Las misivas fueron dirigidas al todopoderoso mandatario soviético para tratar de salir del ostracismo al que fueron condenados por su régimen.

Ahora éstas pueden leerse en español en el libro Cartas a Stalin. Mijaíl Bulgakov y Evgeni Zamiatin, escrito por el historiador Vitali Shentalinski, editado por VeintisieteLetras.

En marzo de 1930, el Comité general de repertorio prohibió la obra de Mijaíl Bulgákov, quién había escrito Moliére, una pieza trágica sobre el eterno debate de las relaciones entre el Artista y el Poder. En este libro, el famoso dramaturgo francés era perseguido por la intrigas de la corte hasta que el rey Luis XIV de Francia lo defiende de la cizaña, lo que fue considerado un claro mensaje del escritor a Stalin.

Pero el entonces secretario general del partido no quiso intervenir a favor del dramaturgo soviético. La censura prohibiósus obras Moliére, Adán y Eva, Los días de los Turbín, y  El apartamento de Zoika, dejando al escritor imposibilitado para publicar, para estrenar sus obras de teatro y para salir del país; se quedó también sin salario, sin trabajo y sin su única forma de susbsitencia, la escritura.

“Le pido que considere que, para mí, el no poder escribir es lo mismo que ser enterrado vivo”, dice en una carta fechada el 28 marzo de 1930. La misiva era un grito desde el fondo de su alma tras pasar un año sin poder publicar ni una línea y sin hacer teatro.

“En la URSS todo autor satírico atenta contra el régimen soviético”, escribió Bulgákov después de que prohibieron su obra El apartamento de Zoika, obra cómico trágica sobre los hombres de negocios de la Nueva Política Económica del país y su La isla púrpura, una mordaz sátira a la censura de los dramaturgos.

Durante la adaptación teatral de su novela  La guardia blanca, a la que llamó Los días de los Turbín, se apartó de la trama original y eliminó algunos personajes, lo que hizo la acción más dinámica. La idea principal – la tragedia de la personalidad individual que sucumbe creulmente ante el crisol democrático la revolución – resaltó fuertemente y, a pesar de su tremendo éxito, fue también prohibida.

La razón generalizada para censurar las obras de Bulgákov era que no se adecuaban al espítiru revolucionario. El mismo escritor se defiende en las cartas a Stalin:

“Y, finalmente, los últimos rasgos aparecen en mis obras destruidas, ‘Los días de los Turbín’, ‘La huida’, y en mi novela ‘La guardia blanca’: se trata de mi obstinación por representar a la intelligentsia rusa como el mejor estamento del país. Y en particular, según la tradición de Guerra y Paz, donde una familia noble es,  por voluntad de un destino histórico irrevocable, arrojada al campamento de la guardia blanca durante los años de la Guerra Civil. Esa representación es algo completamente natural para un escritor profundamente comprometido con la intelligentsia.

"Pero representaciones de ese tipo conducen a que su autor reciba en la URSS, a pesar de sus grandes esfuerzos para situarse por encima de los rojos y de los blancos, al mismo tiempo que sus héroes, el calificativo de guardia blanco, y en consecuencia puede considerarse una persona acabada en la URSS, como cualquiera comprenderá fácilmente.”

Bulgákov pidió en sus cartas a Stalin permiso para salir de la URSS con su esposa. El 18 de abril de 1930, a las 19:00 horas,  en el departamento de Bulgakov sonó el teléfono. Llamaba Stalin.


Stalin: … ¿Lo hemos importunado tanto a Usted que quiere dejar el país?
Bulgakov (confuso y sin responder en seguida): Reflexionaba mucho estos últimos tiempos si el escritor ruso puede vivir fuera de su patria. Me parece que no.
Stalin: Tiene razón. También lo pienso así. ¿Y dónde quiere Usted trabajar? ¿En el Teatro del Arte?
Bulgakov: Si, quisiera. Pero hablé sobre esto y me rechazaron.
Stalin: Presente la solicitud allí. Pienso que se acordarán. Tenemos que entrevistarnos, hablar con Usted.
Bulgakov: Si, si! Iosif Vissarionovich, necesito mucho hablar con Usted.
Stalin: Sí, hay que encontrar el tiempo y entrevistarnos de todos modos. Que lo pase bien.

La entrevista entre el escritor y el mandatario soviético nunca se celebró y aunque el escritor fue aceptado en el teatro, sus piezas no fueron montadas. Bulgákov seguía escribir.

Joaquín Estefanía destaca que “en la relación epistolar aparecida ahora en España se estima la posibilidad de que algunas cartas de Bulgákov probablemente fuesen cartas comenzadas pero nunca enviadas. Las firmaba con el seudónimo de Tarzán y trataba de establecer lazos personales con Stalin. El antólogo Vitali Shentalinski se pregunta: "¿Se trata de ingenuidad, de adulación servil, de masoquismo o de fascinación? Sin duda, todo a la vez"(…) Las investigaciones de Shentalinski o las cartas a Stalin ayudan a comprender la naturaleza del estalinismo y la banalización del Mal, con mayúsculas.”

Las cartas de Bulgákov al mandatario soviético fueron el remedio del escritor para hacerse oir, tratan de vencer la ignominia de su  persecución: condenas, insultos, amenazas, censuras, retirada de sus obras del cartel, manipulación de sus textos. El ambiente opresivo que sufrió Bulgákov lo llevó a destruir parte de su propia obra, lo enfermó y lo puso al borde de la locura. Sin embargo, no ceja en su defensa de la libertad creando páginas verdaderamente dramáticas: “La lucha contra la censura, cualquier que sea y cualquiera que sea el poder que la detente, representa mi deber como escritor (…). Si algún escritor intentara demostrar que la libertad no le es necesaria, se asemejaría a un pez que asegurara públicamente que el agua no le es imprescindible”.

También se  reproducen las cartas de otro escritor, Evgeni Zamiatin, percibido por muchos de sus contemporáneos como un nuevo Gogol y quien al final obtuvo el permiso de salir del país para morir luego de cinco años en París. El libro “Cartas a Stalin”,  traducción de Víctor Gallego y Encarna Castejón, ya está disponible en España. Aquí se puede encontrar más información sobre el libro y aquí leer los trozos de las cartas de Bulgákov.

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