"Ella se lo buscó": Cinco mitos sobre la violencia de género que usted también repite

Este 25 de noviembre es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y nos preguntamos si repetimos los mitos que intentan invisibilizar ese fenómeno.

¿Alguien debería preguntarse por qué conspiraban? ¿Por qué se atrevieron a disentir? ¿Por qué una de ellas 'provocó' con su belleza a un dictador?

A 57 años del asesinato de las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, ordenado por la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, parecería un atrevimiento hacer esos cuestionamientos. Pero para muchas mujeres que hoy son víctimas de la violencia, ese tipo de preguntas son dardos frecuentes.

Los datos que maneja la Organización de las Naciones Unidas (ONU) son alarmantes: una de cada tres mujeres ha sido víctima de violencia física y sexual, el 35 % de ellas a manos de un compañero sentimental. Uno de cada dos feminicidios fueron perpetrados por sus parejas.

La defensora de Derechos Humanos y miembro del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF) en México, Omaira Ochoa, considera que aunque hay avances en la legislación internacional para la protección de las mujeres, los retos para lograr su adecuada implementación son enormes.

Más allá del marco normativo, Ochoa insiste en la necesidad de que los Estados asuman su responsabilidad y apliquen políticas públicas que permitan a las mujeres ejercer sus derechos a la salud, a la educación y a la cultura, porque los esfuerzos "han sido insuficientes" y, en esa debilidad, las víctimas quedan "en situación de doble vulnerabilidad".

Sin embargo, la tarea más difícil está en erradicar las causas menos visibles de esa violencia, las que están tan enraizadas en la cotidianidad que cuesta advertir su carga de agresión, las que habitan en el lenguaje y se perpetúan algunos mitos. ¿Repite usted alguno de ellos?

"La violencia afecta más a los hombres"

Uno de los argumentos más utilizados por muchos hombres para 'denunciar' lo que consideran un exceso de atención a la violencia de género es que "en el mundo mueren más hombres que mujeres".

Esa es una verdad a medias. Omaira Ochoa destaca que, si bien los hombres son víctimas de una violencia sistemática innegable relacionada con guerras, conflictos armados, exclusión social o accidentes automovilísticos, "derivadas del propio sistema patriarcal", no mueren a manos de las mujeres. En sentido contrario, las féminas no pueden decir lo mismo.

La mitad de los feminicidios en el mundo fueron perpetrados por las parejas sentimentales de las mujeres, una situación que se dio únicamente "en uno de cada 20 hombres asesinados", refiere un estudio sobre el homicidio que la Organización Mundial de la Salud (OMS) realizó en 2013.

"Hablar de la violencia contra las mujeres no es discriminar a los hombres", aclara esta defensora de derechos humanos. El carozo del asunto es diferenciar la naturaleza de las violencias: mientras la mayoría de los hombres la padecen puertas afuera; ellas mueren al interior de sus círculos familiares, amorosos, de confianza.

Luzmarina Dorado Balmon, responsable de Café Feminista Córdoba, es más tajante: "¿Saben esos hombres que tanto se quejan que la violencia que padecen ellos es, en un 90 %, perpetrada por otros hombres?".

"Violencia es violencia" 

"No estoy de acuerdo en que se le dé excesiva publicidad a un solo tipo de violencia". El comentario es bastante frecuente porque, para muchos varones, resulta reprobable que se discuta sobre la violencia contra las mujeres en detrimento de otras dinámicas igual de agresivas que afectan, por ejemplo, a los niños.

El reclamo podría ser válido si "la violencia contra niños y niñas no estuviese vinculada a la que se ejerce contra las mujeres", explica Ochoa. No son hechos aislados: "Los agresores siguen siendo los mismos, su poder se diversifica en el ámbito doméstico". Así, un hombre que maltrata física, sexual, psicológica o verbalmente a su pareja puede actuar de la misma manera contra cualquier menor de edad.

Hay casos extremos que evidencian la magnitud de esa vulnerabilidad: 71 % de las víctimas de trata de personas en el mundo son mujeres y niñas, de acuerdo al Informe Mundial sobre la Trata de Personas, realizado en 2016. De ese porcentaje, tres de cada cuatro féminas fueron explotadas sexualmente.

"Solo ocurre en clases bajas"

Otro de los mitos repetidos hasta el hartazgo es que la violencia contra las mujeres ocurre en las clases sociales menos favorecidas, como una consecuencia natural derivada de la pobreza, el limitado acceso a la educación o la falta de servicios públicos como la salud.

Al respecto, Ochoa hace dos aclaratorias: la pobreza sí es un factor que potencia el grado de vulnerabilidad de la mujer, pero no es el único. El maltrato no distingue clases sociales. "Me atrevo a decir que todas las mujeres hemos sido violentadas al menos una vez en la vida, porque vivimos en una sociedad donde los hombres han sido educados para el ejercicio del poder".

Por eso, en áreas especializadas como la académica o la gerencial es frecuente que las mujeres se sientan discriminadas, acosadas, agredidas o no reconocidas. "Entonces —dice Ochoa—, esa violencia no es limitativa de su condición social. ¿A cuántas no se les han robado sus investigaciones? ¿Cuántas presidentas conocemos en América Latina, cuántas primeras ministras con respecto a la cantidad de hombres?".

"Los medios 'privilegian' la cobertura a mujeres"

"Las mujeres hacen mucho ruido", "los 'lobbys feministas' quieren sobreponerse a todo", "los medios las privilegian a ellas". Las frases son más o menos conocidas, especialmente cuando se trata del tratamiento informativo de la violencia de género en la prensa, pero ¿qué tienen de cierto?

La socióloga y coordinadora del Centro de Estudios Avanzados del Centro Internacional Miranda (CESAV-CIM) en Venezuela, Indhira Libertad Rodríguez, rebate esa afirmación sin cortapisas: "es completamente falso. Las mujeres feministas nos esforzamos por llevar a los medios de difusión el entendimiento y la visibilización de una realidad que es violenta en múltiples sentidos; de género, sí, pero va
acompañada de discriminación por la raza, las orientaciones sexuales, la clase, la diversidades funcionales. Y todas estas opresiones afectan también a sujetos masculinos".

El agravante es que no siempre hay un enfoque adecuado en los medios de comunicación. Esta especialista señala que, en muchos casos, se revictimiza a las mujeres al tratar los feminicidios como "crímenes pasionales" o destacar "los horarios o las ropas que usaba la víctima" para tratar de culparla a ella y no al agresor.

Rodríguez no sólo critica "el amarillismo" con el que se abordan los abusos contra las mujeres en los medios, sino también la manera en que algunas campañas pretenden visibilizar el problema: "Si realmente queremos erradicar la violencia contra las mujeres, no podemos seguir explotando su imagen de víctima, sino apuntar a representaciones de empoderamiento, de vida".

Para Dorado Balmon, lo curioso es que los hombres se quejen de la supuesta cobertura excesiva de los temas sobre la violencia de género, cuando "lo cierto es que la representación de las mujeres en los medios, al menos en el Estado español, no ha cambiado apenas". En las publicaciones deportivas, por ejemplo, "se continúa tratando a las atletas como objetos sexuales mientras ningunean su carreras profesionales"; en la gran prensa, las víctimas de feminicidios "mueren" o "fallecen" como si no hubiesen sido asesinadas por sus parejas; y los crímenes contra ellas aparecen en la página roja como si se tratara de hechos aislados y no una violencia sistémica que se ha cobrado en España a más de 1.000 víctimas en los últimos 14 años.

Ella considera que la 'indignación' de algunos hombres por la visibilidad del problema resulta, al menos, predecible. "Cuando en Europa las mujeres se organizaron para conseguir el voto femenino hace 200 años, se hacía escarnio público de ellas, se las humillaba, se las perseguía, se las encarcelaba, se las asesinaba. Y a día de hoy sigue siendo así, en algunos Estados más descaradamente que en otros". El machismo, longevo y celoso, "se rearma y se agita cada vez que se refuerza y avanza el feminismo". ¿Por qué? A juicio de Dorado, "porque se traduce en una pérdida de privilegios en todos los niveles: es normal que haya miedo".

"Ella se lo buscó"

En 2016, la subsecretaria de Turismo de Ecuador, Cristina Rivadeneira, habló de los asesinatos de María José Coni y Marina Menegazzo —de 22 y 21 años, respectivamente— y sus palabras no le causaron ruido a mucha gente. Palabras más, palabras menos, dijo que a esas jóvenes argentinas violadas y acuchilladas "les iba a pasar algo tarde o temprano" porque "iban solas" de viaje.

¿Qué les faltaba para estar acompañadas, si andaban juntas? Pues, al parecer, un hombre. Rivadeneira renunció y, aunque hay dos condenados por el caso, todavía no se han hallado a todos los culpables. El proceso ha sido lento y doloroso para las familias, que no solo han tenido que padecer la ausencia de sus hijas, sino los señalamientos de una sociedad que considera 'inevitable' que el destino de dos jóvenes que van de vacaciones sea la muerte, que ellas se lo buscaron. ¿Si hubiesen sido dos hombres el cuestionamiento sería el mismo?

La historia, con otras protagonistas, se repite a diario en el resto del mundo: las mujeres son 'culpables' de lo que les pasa por una falda muy arriba, un escote muy abajo o una 'actitud provocadora', lo que supuestamente les da luz verde a los hombres para violentar su dignidad, para acosarlas o incluso matarlas.

Cada vez que alguien repite esa afirmación, Omaira Ochoa contesta: "No creo que nadie piense que las víctimas de secuestro hayan buscado ser secuestradas. Esa es una premisa que no se puede aplicar para ningún delito, que no justifica ninguna conductalma violenta. Nadie sale a la calle con la esperanza de que le roben, de que lo maten, de que lo secuestren y tampoco las mujeres están en sus casas y dicen 'ay, estoy aburrida, voy a hacer enojar a mi marido para que me pegue'. Es esa cultura machista que nos educa para que no rechacemos esas conductas, que las toleremos por 'amor', la que permite que se perpetúe. Lo más grave es que, a veces, la violencia es tan imperceptible que no te das cuenta cuando la ejerces sobre otro o te victimiza a ti".

La tarea para cambiar esa situación es ardua y larga. Las feministas como Luzmarina Dorado Balmon lo saben, porque es apenas ahora que el movimiento ha empezado a "salir del armario" para hablar sin miedo del machismo incluso en ámbitos como el espectáculo, "donde era impensable hace 20 años". Eso le insufla optimismo, pero no baja la guardia.

"Esta no es una lucha de ahora. El feminismo ha sido desprestigiado desde que nació hace 200 años, y puede que lo siga siendo otros 200 más, aunque me gustaría pensar que menos pero, como movimiento emancipatorio, creo que es uno de los más eficaces y resistentes de la historia. En estos 200 años nuestra evolución de la comprensión y el cambio de las relaciones entre mujeres y hombres ha ido 'in crescendo' y las mujeres, sin prisa pero sin pausa, han ido avanzando globalmente en todos los países del mundo en la consecución de sus derechos". Ella cree que ahí está el germen de una revolución social aún en ciernes "y ya se sabe: la revolución o será feminista o no será".

Nazareth Balbás, en colaboración con Nuria López y Ernesto J. Navarro.