Es el caso de Esblada, un antiguo pueblo de la comarca del Alt Camp, en Tarragona, que pertenece al municipio de Querol. Las 14 casas y 80 hectáreas que lo componen (excepto la iglesia y el cementerio) están a la venta por la nada despreciable cantidad de 280.000 euros, lo mismo que le costaría, por ejemplo, un piso en el centro Barcelona. Eso sí, con condiciones: quien lo compre se compromete a rehabilitar todas aquellas viviendas que lo necesiten y a convertir el pueblo en referente turístico y cultural.
"El tipo de gente que suele venir aquí para comprar estos pueblos no es solo para comprar el pueblo y no estar aquí. La mayoría es porque les gusta el clima, han venido en verano, de vacaciones y les gusta el clima, otros porque les interesa la inversión, porque en su país no podrían hacerlo y aquí tienen todas las ayudas para que puedan hacerlo", cuenta a RT Elvira Fafian, de la Inmobiliaria Aldeas Abandonadas. Además, añadió que la mayor parte de sus clientes son extranjeros, rusos, americanos y mexicanos, aunque también hay españoles que apuestan por invertir de esta forma su dinero.
Y es que la crisis que ha azotado España ha provocado un cambio en el sector inmobiliario. "El inversor ya no quiere el ladrillo en la playa. Quiere refugiar su dinero en algo diferente, por ejemplo en un pueblo que tenga tierras, donde se puede establecer un negocio. Ha cambiado mucho: desde hace siete años hemos notado que el cliente tanto extranjero como nacional no quiere invertir su dinero en el típico apartamento de playa, porque eso lo ve como una especie de temporada", explicó.
Para muchos, se trata de una buena oportunidad de negocio. Y precisamente quiénes serán los inversores y cuáles son sus intenciones es lo que asusta a los que ya viven en estas aldeas, como, por ejemplo, al bodeguero Ramón Martín. Él llegó a Esblada hace 14 años buscando tranquilidad y tiene muy claro el tipo de gente que quiere como vecinos. "Gente de alternativas de lo que es la naturaleza, la ecología… lo que me gustaría son personas, como digo yo, que no explotasen el pueblo, sino que le dieran rendimiento", comparte con RT sus preocupaciones el bodeguero.
Algunos, como Ramón, buscan en estas aldeas un entorno excepcional desde el que poder trabajar; otros, ven en ellas una inversión o la oportunidad de montar un negocio rural; y otros simplemente un lugar donde retirarse. Y es que ¿quién no ha soñado alguna vez con pasear por un pueblo solitario donde las piedras de sus casas abandonadas cuentan la historia de los que allí nacieron, vivieron y murieron, donde las calles recuerdan el paso de los años y el trasiego de los niños corriendo por ellas. Los que hayan tenido ese sueño ahora tienen donde hacerlo realidad: España. Un país en el que aldeas y pueblos esperan con ansia a ese comprador que les devuelva la vida.