El portal ruso Svobodnaya Pressa en primer lugar subraya que, durante el mandato de Barack Obama la deuda nacional se ha incrementado en un 70%, superando los 18 billones de dólares. Cuando Obama fue elegido por primera vez presidente en 2009, la deuda pública era de 10,6 billones. Los economistas sostenían ya en aquel entonces que "era imposible devolver sin dificultades tal cantidad de dinero incluso en el plazo de un siglo".
Economistas explican que el principal problema de tal precaria situación económica no se debe a los enormes gastos en las guerras que EE.UU. está llevando a cabo en diferentes partes del mundo, sino a los programas sociales. El país gasta sumas desorbitantes para 'alimentar' a la población con el fin de evitar el descontento social. El Gobierno toma préstamos de su banco central (la Reserva Federal), imprimiendo en cambio bonos, mientras que el banco 'imprime' para ellos dinero. Luego los bonos llegan parcialmente al mercado de valores, donde los compran los inversores.
Según los pronósticos, en la próxima década los gastos de EE.UU. sólo para pagar los intereses sobre la deuda crecerán más del triple, o sea de 230.000 millones de dólares a 800.000 millones de dólares. Este es un punto muy importante: no se trata del pago de la deuda, sino sólo de intereses.
Mijaíl Jazin, director de la compañía consultora NEOCON, explica además que para EE.UU. hay propiamente "una brecha salvaje" entre los ingresos y los gastos de los ciudadanos: la gente gasta mucho más de lo que gana. "Pero si la gente está gastando constantemente más de lo que gana, entonces el sistema económico se derrumba", dice.
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Según él, la única salida es que los estadounidenses empiecen a ganar más y gastar menos. "Pero si los ciudadanos reducen sus gastos, entonces dejan de gastar en bienes y servicios en Estados Unidos. Esto es equivalente a una caída en el PIB del país", explica. Jazin destaca que, según sus cálculos, el punto de equilibrio entre los ingresos y los gastos se ubica hoy en día por debajo del nivel actual de gasto en unos 7,5 billones de dólares, lo que corresponde a una caída en el PIB de Estados Unidos en más del 50%.