Además de cancelar su próxima visita a Estambul, el canciller Serguéi Lavrov recomendó a la población rusa que no viaje a Turquía en un futuro cercano. En consecuencia, varias operadoras ya dejaron de operar en ese país, lo que podría costarle a Ankara una caída en sus ingresos de 30.000 millones de dólares.
La actividad turística es solo uno de los rubros afectados, ya que, como advirtió el presidente Vladímir Putin, el ataque al avión Su-24 tendrá consecuencias en las relaciones bilaterales.
En este sentido, diversos analistas estimaron que se podría interrumpir la construcción de la primera planta nuclear de Turquía, proyecto que demanda una inversión de 20.000 millones de dólares. El boicot también puede alcanzar en un futuro al gasoducto con el que Rusia tenía previsto enviar gas natural a Turquía a través del mar Negro.
También la industria agroalimentaria turca puede sufrir consecuencias. Ya se ha detenido un cargamento de 162 toneladas de pollo, mientras que se esperan repercusiones en la exportación a Rusia de frutas y vegetales, ya que Turquía es el principal proveedor de estos productos.
El comercio entre ambos países superó los 30.000 millones de dólares durante 2014 y, para este año, el vicecanciller ruso, Alexéi Meshkov, preveía llegar a los 100.000 millones, cifra comprometida por la implementación del boicot.