La crisis económica mundial comenzó en septiembre de 2008 y el año 2009 en todo el mundo (con la excepción de China) estuvo marcado por la recesión. En 2010, se inició un descenso económico prolongado en Grecia, que ha puesto en duda el futuro de la economía europea. El mismo año en España y Portugal el desempleo aumentó de manera considerable. En 2011, al parecer, la situación empezó a mejorar, pero en 2012, Grecia 'estalló de nuevo' y los patrocinadores de su salvación (Alemania y otras grandes economías de la UE) no pudieron ponerse de acuerdo sobre el futuro del Estado heleno.
En 2013, parecía que la crisis finalmente estaba cerca de su fin e incluso la crisis de Chipre no podía empeorar significativamente la situación. Sin embargo, el verano pasado las locomotoras de la economía mundial, los países en desarrollo, encabezados por China, de repente empezaron a estancarse.
En enero de 2014 se hizo evidente que la situación económica mundial todavía vive tiempos difíciles. Los economistas incluso empezaron a comparar la crisis actual con la Gran Depresión de los años 30 del siglo pasado y aseguran que no es posible arreglar la situación existente simplemente con simulación financiera, ya que el mundo necesita "algo más".
Ese "algo más" en 1939 fue la Segunda Guerra Mundial. Gaaze dice que hasta expertos escépticos, como la economista estadounidense Christina Romer, están de acuerdo en que la guerra tuvo su papel para acabar con la Gran Depresión. El periodista señala que precisamente la guerra ayudó a combatir el desempleo en el Reino Unido a finales de 1939 y en EE.UU. a principios de 1942, unos meses después del bombardeo japonés de Pearl Harbor. Gaaze subraya que "la guerra justificó el enorme gasto gubernamental y una nueva ronda de renacimiento industrial en las economías desarrolladas de Occidente".
El asunto de Crimea, "un estímulo del crecimiento para Occidente"
Cuando la situación actual necesitaba algo más o menos similar, algo grandioso, "algo que no estuviera directamente relacionado con el dinero, algún superobjetivo, la reunificación de Crimea con Rusia de inmediato empezó a cambiar todo para mejor", asegura Gaaze.
Según el columnista, el significado de la nueva confrontación entre Rusia y Occidente hace que las motivaciones políticas hayan reemplazado a las económicas, lo que crea un estímulo de crecimiento incomparable. Por ejemplo, el diálogo sobre las exportaciones de gas de esquisto de EE.UU. a Europa ha estado en curso durante varios años, pero todavía no ha llevado a ningún resultado. Ni Italia ni Alemania estaban dispuestas a rechazar los suministros provenientes de Rusia. Pero ahora las cosas parecen haber cambiado.
Está claro que por Hungría o los países bálticos, que han pedido a Washington durante años que les facilite la independencia energética de Rusia, las compañías estadounidenses no construirían plantas para producir gas natural licuado por valor de decenas de miles de millones de dólares. Pero en caso de que lo solicite Alemania, el juego valdrá la pena para EE.UU., considera Gaaze. "Como objetivo estratégico, la independencia de Rusia se está convirtiendo en el imperativo de la política alemana, italiana y de los países escandinavos", precisa. Y si el gas estadounidense cuesta más que el ruso, entonces aún mejor: habrá que reducir los costos en otros sectores, inventar algo, es decir, llevar a cabo todas las acciones que son fundamentales para el crecimiento del PIB.
El escenario del desarrollo es cierto también con respecto a la cooperación y la asociación entre naciones occidentales: en vista de la cuestión de Crimea, la UE y EE.UU. simplemente deben firmar este año un acuerdo sobre la zona transatlántica de libre comercio, estancado por el conflicto de las escuchas telefónicas, y lo mismo se refiere al tratado sobre la zona transpacífica de Japón y EE.UU.
Asimismo, la situación tendrá sus efectos sobre la economía de EE.UU. Antes de la crisis ucraniana, los militares del país norteamericano tristemente admitieron que después de la retirada de las tropas de Irak y Afganistán, el Ejército tendrá que reducir su tamaño. Ahora, por supuesto, nadie va a hablar sobre los recortes, indica Gaaze. El gasto militar destinado a la compra de nuevo armamento, como misiles y submarinos, es exactamente lo que necesita ahora la economía estadounidense. Esto implica la aparición de nuevos puestos de trabajo, el crecimiento de los salarios, la innovación y muchas otras cosas útiles. Europa se verá obligada a apoyar esta iniciativa, aunque sin mucho entusiasmo, opina el periodista. Cientos de proyectos que no tenían sentido antes de la reunificación de Crimea con Rusia, ahora empezarán a contribuir a la reactivación económica de Occidente.