"EE.UU. se está retrasando en el maratón económico mundial: (…) debería promulgar políticas que atrajesen empresas, pero su sistema impositivo está damnificando claramente la competitividad mundial de compañías estadounidenses. Es como si uno intentara ponerse en forma para un maratón a base de una dieta basada en la comida de McDonald's. Etiquetarse como 'estadounidense' a efectos fiscales es lo mismo que intentar nadar con un chaleco salvavidas hecho de plomo", escribió el analista financiero Nick Giambruno en una columna del portal InternationalMan.com. El informe que acaba de publicar Tax Foundation confirma esta conclusión.
El centro de investigaciones analizó la regulación fiscal de los 34 miembros de la OCDE y valoró cómo sus respectivos regímenes impositivos promueven la competitividad de los negocios basándose en la estimación de cinco categorías básicas: impuestos sobre sociedades, impuestos sobre consumo, impuestos sobre propiedad, impuestos individuales y las normas impositivas internacionales. Resultó que de los 34 países miembros de la OCDE, solo dos —Portugal y Francia— tienen sistemas peores que el de EE.UU. Los otros 31 están por encima en la clasificación.
Tax Foundation concedió el título de legislación impositiva perfecta a Estonia, que obtuvo 100 de los 100 puntos posibles. La medalla de plata ha sido para Nueva Zelanda, con 87,9 puntos. El tercer lugar lo ocupa Suiza, con 82,4 puntos. México, que forma parte de la OCDE desde el año 1994, acabó dentro de la primera veintena y con sus 63,3 puntos se quedó en la posición 19.ª, superando a Alemania, con solo 62,8 puntos y el honorífico 20.º lugar. Chile, que se unió a la organización solo hace cuatro años, en 2010, sale con una puntuación mucho más modesta, de 51,1, en la 29.ª posición, pero aun así supera a España, Italia y los tres 'perdedores' máximos: EE.UU. (44,6), Portugal (42,9) y Francia (38,9).
La deplorable situación de EE.UU. en la lista tiene dos causas principales: la tasa efectiva de impuestos sobre sociedades más alta del mundo desarrollado y el hecho de que, a diferencia de muchos otros países que gravan solo las ganancias nacionales, cobra impuestos también de filiales extranjeras de empresas estadounidenses cuando transfieren el dinero al territorio de EE.UU. Todo esto conlleva que las corporaciones estadounidenses mantengan más de 1,9 billones de dólares en ganancias reservadas en paraísos fiscales, calcula Giambruno. Además, cada año es más popular que empresas de EE.UU. salgan del país y se fusionen con compañías extranjeras para quedar bajo la jurisdicción de un sistema impositivo más favorable. "Lo que EE.UU. está haciendo desde hace años es promulgar políticas fiscales que sabotean su competitividad económica mundial", insiste el analista.