Después de la dimisión de Hosni Mubarak, las autoridades de Egipto promueven cambios políticos y económicos. Entre ellos se pretende revisar el contrato de gas con Israel, donde los suministros egipcios cubren un 40% de sus necesidades.
Tras la revuelta popular el gobierno interino de Egipto está impulsando cambios que afectarían a algunos países vecinos. Y entre ellos está Israel. Su matriz energética se basa en el gas suministrado desde Egipto. Pero pronto las tuberías que transportan el gas egipcio al territorio israelí pueden quedarse vacías. Las nuevas autoridades afirman que los precios acordados con Tel-Aviv en 2005, durante la presidencia de Mubarak, son demasiado bajos.
Al juicio del periodista israelí, Adiv Huri, “el pueblo de Egipto empieza a entender que todo este negocio relacionado con el gas no ha sido limpio y no es beneficioso para la población”. El acuerdo está ahora en la mira de la fiscalía egipcia. Seis ex altos funcionarios, entre ellos el ex ministro de Petróleo del país árabe, Sameh Fahmi, enfrentan cargos de corrupción y de dañar los intereses públicos al concluir el contrato.
“Era evidente que trato por el gas fue alcanzado de una forma habitual para el mundo árabe”, dice el ex ministro de Infraestructura Nacional y Energía de Israel, Yosef Paritzky. “Estaba claro que cuando Mubarak dejara el poder, el contrato iba a perder su valor”. Sin embargo, el ex funcionario indica que es preciso hacer todo lo posible para que el suministro del gas no sea cortado.
El gas egipcio cubre alrededor del 40% de las necesidades de Israel, que lo utiliza en sus centrales eléctricas. El país hebreo ya se vio obligado a subir las tarifas de electricidad, después de que varios atentados contra el gaseoducto en territorio egipcio causaran interrupciones en el suministro.
Otro aspecto del problema es el medioambiente. Sin el gas egipcio, Israel tendría que utilizar otros tipos de combustibles: más caros y más contaminantes. Los expertos ya han activado la alarma.
El gerente del Instituto de Estudios del Mercado, con sede en Jerusalén, Boaz Arad, admite que el costo de este asunto podría salir muy caro para el estado hebreo. “Tendremos que consumir mucho gasóleo, —dice— que es más contaminante. Y como aún no se han construido plantas eléctricas que usan carbón, la situación se agrava”.
Aunque Israel recientemente descubrió unos yacimientos gasíferos, estos se encuentran en el mar, y su desarrollo requiere mucho tiempo y grandes esfuerzos. Además, Líbano, que mantiene una disputa sobre las fronteras marítimas con Israel, también reivindica una parte de estas riquezas. Y es de esperar que el asunto del combustible azul aumente cada vez más su ‘temperatura’.