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La economía de EE. UU. en 2012: un crecimiento a paso de tortuga... ¿o de cangrejo?

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Ciertos indicadores macroeconómicos favorables que se vienen observando en Estados Unidos en los últimos meses no se traducirán en un crecimiento económico sostenido para 2012. Así lo advierte Nouriel Roubini, conocido 'oráculo' de la economía mundial, que prevé, en mejor de los casos, un desarro

Ciertos indicadores macroeconómicos favorables que se vienen observando en Estados Unidos en los últimos meses no se traducirán en un crecimiento económico sostenido para 2012. Así lo advierte Nouriel Roubini, conocido 'oráculo' de la economía mundial, que prevé, en mejor de los casos, un desarrollo económico a paso tortuga para el país.

El premio Nobel de economía, que en 2008 predijo la crisis financiera, enumera varias razones que permiten entender porqué no hay que confiar en las recientes buenas noticias económicas.

El peso de la recesión

A pesar de que la creación de empleo se ha acelerado, éste sigue siendo demasiado pobre como para hacer mella en la tasa de desempleo general y en las rentas del trabajo. Según los expertos, EE. UU. necesitaría crear al menos 150.000 empleos al mes de manera constante sólo para estabilizar la tasa de desempleo. De hecho, las empresas todavía están tratando de encontrar el modo de reducir los costes laborales.

Aunque el crecimiento del consumo ha sido relativamente estable, los consumidores estadounidenses siguen sufriendo problemas de ingresos y siguen acuciados por las deudas. La renta disponible ha crecido principalmente como resultado de los recortes de impuestos y las transferencias, lo que no resulta sostenible, ya que será necesario reducir los pagos de transferencias y elevar los impuestos para disminuir el déficit fiscal.

Asimismo, el aumento de la desigualdad de los ingresos también limitará el crecimiento del consumo a medida que las proporciones del poder adquisitivo pasen desde quienes muestran una mayor propensión marginal a gastar (trabajadores y los menos ricos) a los que tienen una mayor propensión marginal a ahorrar (empresas corporativas y hogares ricos).

Por otra parte, a la industria de la vivienda, que en los últimos meses había dado algunos síntomas de recuperación, le aguardan sombrías perspectivas. A medida que caducan los beneficios fiscales, las empresas esperan los así llamados 'riesgos de cola' (sucesos de alto impacto y baja probabilidad) y la mayor parte de los gastos de capital seguirá destinándose a tecnologías que ahorran mano de obra, lo que implica una vez más una limitada creación de empleo.

La única oportunidad inoportuna

Debido al lento crecimiento de la demanda interna, la única oportunidad para EE. UU. de acercarse a su tasa de crecimiento potencial pasaría por reducir su gran déficit comercial. Sin embargo, las exportaciones netas serán un lastre para el crecimiento por varias razones, como el menor crecimiento de muchas economías avanzadas, como China y otros mercados emergentes, lo que supondrá una menor demanda de exportaciones de EE.UU.

Además, resulta probable que los precios del petróleo se mantengan elevados, teniendo en cuenta los riesgos geopolíticos en Oriente Próximo, lo que mantendrá elevada la factura que EE. UU. debe pagar por la importación de energía.

Los frenos inevitables

Nouriel Roubini considera poco probable que la política de EE. UU. acuda al rescate. Por el contrario, habrá una carga fiscal importante en 2012, y el estancamiento político en el período previo a las elecciones presidenciales de noviembre impedirá a las autoridades hacer frente a los problemas fiscales a largo plazo.

Por otro lado, existen otros riesgos que hacen que los inversores, las empresas y los consumidores se comporten con máxima cautela: la crisis de la eurozona,  el resultado de las elecciones presidenciales de EE. UU. o los riesgos geopolíticos como la Primavera Árabe, la confrontación  con Irán, la inestabilidad en Afganistán y Pakistán, entre otros.

Teniendo en cuenta todos estos riesgos grandes y pequeños, las empresas, los consumidores y los inversores tienen un fuerte incentivo para esperar y hacer poco. Según concluye Roubini, el problema es que cuando el número suficiente gente espera y no actúa, aumenta el riesgo que están tratando de evitar.

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