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La crisis despierta a España de la siesta

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La antigua tradición española de echar un sueñecito cuando el calor más aprieta –la siesta– corre el riesgo de extinguirse por culpa de la crisis económica que padece España, que también amenaza a los hábitos gastronómicos.
La crisis despierta a España de la siesta
Los trastornos económicos que sufre España, los peores desde el siglo XX, han derivado en un crecimiento alarmante del paro (un 24,6% total y un 52,1% entre los jóvenes), en recortes de prestaciones sociales y el aumento de los impuestos, algo que degenera en una mayor inseguridad social en España .

La crisis devora viejas costumbres

El impacto de una situación tan desfavorable se deja sentir en todos los ámbitos de la vida, sobre todo en el modo de trabajar y en las costumbres gastronómicas, tan esenciales en el día a día. 
De hecho, cada vez son más las personas que renuncian a las largas comidas (de dos o tres horas), después de las cuales solía ser costumbre antiguamente echarse una siesta, un fenómeno que está quedando muy en desuso, ya que ahora toca apretarse el cintuón y trabajar más, estima la agencia Reuters.
La duración del día laboral no ha cambiado mucho: de promedio arranca a las 9 de la mañana y muchos españoles no abandonan su puesto hasta las 8 de la tarde. 
Lo que sí que cambian son la preferencias de los trabajadores a la hora de comer. No en vano, los restaurantes, que suelen servir menús de tres platos a precio fijo desde las 14.00 hasta 17.00 de la tarde, se ven obligados a rehacer sus planes de negocio, ya que cada vez más gente opta por comer en el trabajo, tomar sólo bocadillos o llevarse a la oficina comida de casa.
“Ahorras un poco cada mes y eso es muy positivo para el presupuesto familiar, ya que el país está en crisis”, comenta Margarita Pallas, empleada de una pequeña tienda en Barcelona, en relación a la práctica cada vez más extendida de no comer en restaurantes.
Tradicionalmente el almuerzo está considerado como la comida principal del día y también como un acto social compartido con otras personas. Por eso los restaurantes ofrecen menús de tres o más platos a precios bajos en comparación con otros países europeos.
Aunque la práctica sigue vigente, estas comidas cada vez son menos frecuentemente y los dueños de restaurantes confiesan que tienen que recortar su oferta, ya que en un país donde una de cada cuatro personas en edad de trabajar no tiene empleo y los impuestos han crecido (el IVA ha aumentado hasta el 21%) la demanda ha caído drásticamente.


Adiós a la vergüenza de comer rápido

Rogelio Barahona, jefe y propietario de un restaurante en Madrid, comenta a la agencia que su negocio ha perdido un 50% de clientela durante la crisis y que muchos de sus colegas no tienen otro remedio que reemplazar la comida casera que solían cocinar por platos comprados de cocinas más grandes y generalizadas para reducir gastos.
“El golpe de la crisis a los ciudadanos ha sido tan fuerte que no tienen otra opción que olvidarse de la vergüenza y tomar la comida en el trabajo. Y una vez que alguien pierde este factor de la vergüenza, se lo pone fácil a todos los demás”, asegura Barahona.
Varios jugadores del mercado esgrimen que crece la demanda de la comida rápida fomentada por la industria publicitaria. Estos datos tampoco favorecen la conservación de los costumbres tradicionales, incluso en lo que se refiere a la socialización.
En cuanto al futuro del impacto de los problemas económicos no hay nada claro, ya que los problemas de la zona euro están lejos de resolverse y el Gobierno español sigue aprobando medidas de ahorro impopulares para afrontar al elarmante déficit público, todo ello mientras el FMI rebaja su pronóstico para España en 2012 y 2013.  

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