Así fue la cadena de relaciones ‘exclusivas’ entre EE.UU. y el reino islámico entre 1991 y 2003, según lo revela un informe del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) que acaba de publicar el periódico 'The Wall Street Journal'. La totalidad de los descuentos otorgados (en comparación con los precios de los suministros al mercado asiático) fue evaluada por los expertos en 8.500 millones de dólares.
A comienzos de los años 1990 Arabia Saudita era el mayor proveedor de crudo de las refinerías estadounidenses: una posición que Riad quería mantener pese a la creciente competencia por parte de México y otros países. La empresa exportadora Saudi Aramco, perteneciente a la familia real, estableció los precios especiales para esta finalidad y luego pasó a aprovecharse de ellos para lograr otros objetivos político-militares.
Los expertos del MIT recobraron pruebas de que los sauditas negociaron para sí algunas preferencias en la política exterior del país norteamericano y en las compras de armamento.
Tienen también algunas pistas de que las compañías que recibían el petróleo barato con más ganas ofrecían su apoyo financiero a aquellos miembros del Congreso de EE.UU. que formaban parte de los comités de Servicios Armados (de la Cámara de Representantes) y de Relaciones Exteriores (del Senado). La actividad de los congresistas pagados con el dinero ahorrado, se afirma en el informe, presentaba un interés sustancial para el país árabe.
La disparidad máxima entre los precios del petróleo para la región del Asia Pacífico fue alcanzada en 2001. En aquel entonces las refinerías estadounidenses pagaban alrededor de 21 dólares por barril, mientras que las asiáticas, más de 27 dólares. La suma de descuentos en todo el período especial para Chevron y Texaco superó los 4.000 millones o el 10% de los ingresos de los departamentos de refinación de aquellas empresas.