Opinión
Grecia: Seguir con el euro o sin el euro… ¡esa es la cuestión!
El temor de que Grecia –harta de su artificialmente creada “crisis de deuda pública”– pudiera decidir abandonar el euro, le pone la piel de gallina a más de un Poderoso Banquero Global… ¿Cuáles son, en verdad, los pro y los con de esta opción para Grecia?
Empecemos por preguntarnos si un país debiera o no tener una moneda propia.
Cuando en el siglo XIX las colonias inglesas, españolas y portuguesas de América lucharon por su independencia contra sus respectivas metrópolis, uno de los conflictos centrales era que Londres, Madrid y Lisboa no sólo insistían en controlar el comercio colonial, sino que también les prohibían tener sus propias monedas locales. De manera que, efectivamente, uno de los indicios de una colonia es cuando no puede -o no quiere- emitir su moneda propia para así asegurar que las finanzas públicas sirvan al Bien Común.
¿Significa esto entonces que los países de la Unión Europea son colonias? Y, de ser así, ¿colonias de quién?
Un primer alto en el camino: el colonialismo del siglo XXI es mucho menos “territorial” que el colonialismo del siglo XIX. Ya hoy no se trata de que Nueva York, Massachusetts o Pensilvania deban obedecer las órdenes del Rey Jorge desde Londres, o que Buenos Aires, Lima y Santiago deban bajar la cabeza ante la Corte Española. La geografía es, en cierta manera, “horizontal”.
Pero el colonialismo que hoy sufre el mundo es mucho más “vertical”. En cierta manera, todos los países del mundo –incluso Estados Unidos y Reino Unido– somos colonias de una Estructura de Poder Global crecientemente centralizada en torno a un sistema financiero, político, económico y monetario tan poderoso y abarcador que, aunque quizás no lo “veamos” –ya que ni tiene ni necesita de “centro geográfico” alguno- sin embargo hace sentir su poderosa mano en todos los rincones del planeta.
En realidad, bajo este colonialismo del siglo XXI, a los países de los controla “desde arriba”, por más que los Dueños del Poder Global expresen eufemísticamente sus ejes de poder usando un lenguaje orwelliano: “mercados”, “inversores”, “la comunidad financiera internacional”, “crisis de deuda pública”, “activos tóxicos”, el FMI, Banco Mundial, Organización Mundial del Comercio… y tantos más.
Un segundo alto en el camino: ¿Es realmente tan importante para un país tener su propia moneda nacional? Esa pregunta se la podríamos hacer a los argentinos, hoy a los griegos –también a los alemanes– quienes de distintas maneras y en distintos tiempos históricos sufrieron en carne propia lo que le ocurre a un país cuando su moneda nacional deja de existir y cumplir sus funciones clave. Pero, miremos incluso más atrás en la historia: vayamos a la antigua China…
Po-Chü-I era un sabio, poeta y político chino nacido en Taiyuan quien vivió entre los años 772 y 846 de nuestra era, llegando a ser gobernador de Chung-chou en Szechwan. Al hablar de la moneda nacional, él explicaba diciendo lo siguiente: que los campesinos recojan sus cosechas, que los panaderos horneen el pan, que los herreros fabriquen espadas, que los comerciantes distribuyan los bienes por todo el reino y que los guerreros defiendan nuestras fronteras, pero la creación y circulación del dinero será monopolio exclusivo del Gobernador. ¡Pues ahí yace todo el poder!
Claro, Po-Chü-I tenía la enorme ventaja de jamás haber estudiado en Harvard, Chicago o la London School of Economics, de manera que tenía la mente libre de los perversos paradigmas que hoy se enseñan en esas usinas de ideas nefastas. Eso le permitió comprender claramente que quien controla la moneda de un país, controla las actividades de ese país y, por ende, controla quiénes habrán de recibir qué y dónde; qué se hará y qué no se hará (sea en tiempos de guerra o de paz) y, por ende, tendrá los Destinos del Reino en sus manos.
Volvamos ahora a nuestros días y hagamos la pregunta del millón de dólares; ¿Debiera Grecia abandonar el euro y volver al dracma?
Nuestro sabio amigo chino claramente les recomendaría hacerlo. Porque cuando una espantosa crisis financiera como la que hoy sufre Grecia explota, entonces son los griegos quienes deben poder decidir quién pagará la factura, lo que requiere primero comprender quiénes han sido los verdaderos responsables de la actual debacle.
¿Es el pueblo griego el verdadero responsable de lo que le ocurre hoy a su bello país, o fue la irresponsabilidad de los banqueros usureros globales dentro y fuera de Grecia aliados a una clase política local antinacional?
Dado que hoy las finanzas están globalizadas, los banqueros pueden como buitres, avistar su presa –por ejemplo, un país como Grecia que reunió un “conjunto de oportunidades de mercado”– lanzarse sobre ella, succionar y engullirse todas sus riquezas económicas producidas por el pueblo trabajador, para luego fugarse y desaparecer, dejando detrás un horrible tendal de pobreza, violencia y muerte que otros (los griegos en este caso) tendrán que limpiar.
Mme Christine Lagarde –cabeza del FMI, que es instrumento de choque de los banqueros globales– lo expresó muy claramente cuando con total desparpajo e insolencia le dijo a los griegos que “deben pagar sus impuestos”; eufemismo de los banqueros que significa “¡paguen su libra de carne así podemos salvar a nuestros banqueros ladrones!”.
Eso fue lo que le ocurrió a la Argentina en 2001 y 2002, cuando el gobierno títere (bah, ¡todos los gobiernos argentinos son títeres de alguien…!) del presidente Fernando de la Rúa obedeció las órdenes de los banqueros, a tal extremo que en marzo del 2001, pocos meses antes de nuestro colapso, lo nombró al favorito de David Rockefeller (JPMorgan Chase / Comisión Trilateral / Council on Foreign Relations) y de William Rhodes (CitiCorp / Council of Foreign Relations / Americas Society), el facineroso delincuente económico Domingo Felipe Cavallo como ministro de Economía para que operara como instigador del más espantoso colapso monetario de la historia argentina.
Antes de ello, cuando Cavallo era ministro de Economía de Carlos Menem había “inventado” la “Convertibilidad”, un esquema perverso que soslayaba el hecho de que la Argentina carecía de una verdadera moneda nacional, ya que por cada peso emitido debía existir un dólar estadounidense en el Banco Central que lo “respaldara”. Si no entraban dólares, no se emitían pesos. Cuando los “inversores” usureros y chupa-sangre detuvieron el flujo de dólares, Cavallo mantuvo a rajatabla el chaleco de fuerza de la “Convertibilidad”, haciendo que todo el sistema financiero argentino colapsara catastróficamente, ¡igualito que las Torres Gemelas…!
¿Se dan cuenta, amigos griegos, cuál es el camino que más les conviene tomar? Y ustedes, españoles, portugueses, irlandeses, italianos, prepárense…. ¡¡pues pronto les tocará a ustedes la misma suerte que Grecia y Argentina! ¡¡También a ustedes los harán pasar por la máquina trituradora de la usura internacional!!
Controlar la propia moneda conforma un componente clave de soberanía nacional. Con ello puede asegurarse un crecimiento económico equilibrado y socialmente responsable en tiempos buenos y, si vienen tiempos malos y explota alguna crisis, entonces la moneda nacional puede transformarse en un salvavidas que permita que el país no se hunda en catastrófico naufragio.
Sí, ya sé… puede oírse el griterío de los “economistas expertos” a sueldo de los banqueros, rasgándose las vestiduras diciendo, “¡claro, los gobiernos emiten moneda, y luego viene la inflación y… ¡Se cae el cielo! ¡¡Se cae el cielo!!”. En vez de eso, ellos siempre recomiendan que los países “refinancien” sus deudas, aceptando sus lindos y jugosos (para ellos) “mega-canjes de deuda pública” –orquestados por ellos mismos para salvarse– y así asegurar que el ciclo de la Trampa de la Deuda siga girando, girando y girando…
Hágase usted la siguiente pregunta: ¿Qué resulta más fácil de superar, una inflación alta de su propia moneda que usted sí puede controlar o… deberle cada vez más billones y billones de dólares y euros a los mega-bancos globales que usted decididamente no puede controlar?
Siempre tan astutos, los ingleses comprendieron esto muy bien cuando nació el Euro. El Reino Unido se mantuvo dentro de la Unión Europea, pero fuera del Euro preservando en su lugar a la Libra Esterlina como moneda nacional. Lo que no quiere decir que el Reino Unido sea inmune a las crisis monetarias, pero… si cayeran en aún mayores problemas financieros, será el Banco de Inglaterra el que tomará las medidas emergencia que considere mejor para proteger el interés nacional británico.
Usemos el sentido común: ¿Quién cree usted que será más sensible a las necesidades de los ingleses, el Banco de Inglaterra en Londres o el Banco Central Europeo en Fráncfort , Alemania?
Por eso, queridos amigos griegos, ¡¡tomen el ejemplo de Inglaterra y vuelvan al Dracma!!!
¡¡Arreglen sus asuntos internos ustedes mismos, negocien con los banqueros globales hablándoles en el único “idioma” que ellos entienden, que no es el lenguaje del “brazo invisible del mercado”, sino el del puño cerrado de la soberanía nacional articulado por ese supuesto “brazo”.
¡¡Ustedes pueden darle una flor de trompada en la nariz a los banqueros usureros internacionales y hacerlo al mejor “estilo griego”!!
Ese es el mensaje que nos dejó Po-Chü-I hace trece siglos, y es el mensaje que hoy nos dan los ingleses… aunque los multimedios occidentales jamás se atreverían a decirlo de una manera tan llana y ¡sin pelos en la lengua!
Adrian Salbuchi para RT
Adrian Salbuchi es analista político autor, conferencista y comentador de radio y televisión de la Argentina. www.asalbuchi.com.ar
Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.
Empecemos por preguntarnos si un país debiera o no tener una moneda propia.
Cuando en el siglo XIX las colonias inglesas, españolas y portuguesas de América lucharon por su independencia contra sus respectivas metrópolis, uno de los conflictos centrales era que Londres, Madrid y Lisboa no sólo insistían en controlar el comercio colonial, sino que también les prohibían tener sus propias monedas locales. De manera que, efectivamente, uno de los indicios de una colonia es cuando no puede -o no quiere- emitir su moneda propia para así asegurar que las finanzas públicas sirvan al Bien Común.
¿Significa esto entonces que los países de la Unión Europea son colonias? Y, de ser así, ¿colonias de quién?
Un primer alto en el camino: el colonialismo del siglo XXI es mucho menos “territorial” que el colonialismo del siglo XIX. Ya hoy no se trata de que Nueva York, Massachusetts o Pensilvania deban obedecer las órdenes del Rey Jorge desde Londres, o que Buenos Aires, Lima y Santiago deban bajar la cabeza ante la Corte Española. La geografía es, en cierta manera, “horizontal”.
Pero el colonialismo que hoy sufre el mundo es mucho más “vertical”. En cierta manera, todos los países del mundo –incluso Estados Unidos y Reino Unido– somos colonias de una Estructura de Poder Global crecientemente centralizada en torno a un sistema financiero, político, económico y monetario tan poderoso y abarcador que, aunque quizás no lo “veamos” –ya que ni tiene ni necesita de “centro geográfico” alguno- sin embargo hace sentir su poderosa mano en todos los rincones del planeta.
En realidad, bajo este colonialismo del siglo XXI, a los países de los controla “desde arriba”, por más que los Dueños del Poder Global expresen eufemísticamente sus ejes de poder usando un lenguaje orwelliano: “mercados”, “inversores”, “la comunidad financiera internacional”, “crisis de deuda pública”, “activos tóxicos”, el FMI, Banco Mundial, Organización Mundial del Comercio… y tantos más.
Un segundo alto en el camino: ¿Es realmente tan importante para un país tener su propia moneda nacional? Esa pregunta se la podríamos hacer a los argentinos, hoy a los griegos –también a los alemanes– quienes de distintas maneras y en distintos tiempos históricos sufrieron en carne propia lo que le ocurre a un país cuando su moneda nacional deja de existir y cumplir sus funciones clave. Pero, miremos incluso más atrás en la historia: vayamos a la antigua China…
Po-Chü-I era un sabio, poeta y político chino nacido en Taiyuan quien vivió entre los años 772 y 846 de nuestra era, llegando a ser gobernador de Chung-chou en Szechwan. Al hablar de la moneda nacional, él explicaba diciendo lo siguiente: que los campesinos recojan sus cosechas, que los panaderos horneen el pan, que los herreros fabriquen espadas, que los comerciantes distribuyan los bienes por todo el reino y que los guerreros defiendan nuestras fronteras, pero la creación y circulación del dinero será monopolio exclusivo del Gobernador. ¡Pues ahí yace todo el poder!
Claro, Po-Chü-I tenía la enorme ventaja de jamás haber estudiado en Harvard, Chicago o la London School of Economics, de manera que tenía la mente libre de los perversos paradigmas que hoy se enseñan en esas usinas de ideas nefastas. Eso le permitió comprender claramente que quien controla la moneda de un país, controla las actividades de ese país y, por ende, controla quiénes habrán de recibir qué y dónde; qué se hará y qué no se hará (sea en tiempos de guerra o de paz) y, por ende, tendrá los Destinos del Reino en sus manos.
Volvamos ahora a nuestros días y hagamos la pregunta del millón de dólares; ¿Debiera Grecia abandonar el euro y volver al dracma?
Nuestro sabio amigo chino claramente les recomendaría hacerlo. Porque cuando una espantosa crisis financiera como la que hoy sufre Grecia explota, entonces son los griegos quienes deben poder decidir quién pagará la factura, lo que requiere primero comprender quiénes han sido los verdaderos responsables de la actual debacle.
¿Es el pueblo griego el verdadero responsable de lo que le ocurre hoy a su bello país, o fue la irresponsabilidad de los banqueros usureros globales dentro y fuera de Grecia aliados a una clase política local antinacional?
Dado que hoy las finanzas están globalizadas, los banqueros pueden como buitres, avistar su presa –por ejemplo, un país como Grecia que reunió un “conjunto de oportunidades de mercado”– lanzarse sobre ella, succionar y engullirse todas sus riquezas económicas producidas por el pueblo trabajador, para luego fugarse y desaparecer, dejando detrás un horrible tendal de pobreza, violencia y muerte que otros (los griegos en este caso) tendrán que limpiar.
Mme Christine Lagarde –cabeza del FMI, que es instrumento de choque de los banqueros globales– lo expresó muy claramente cuando con total desparpajo e insolencia le dijo a los griegos que “deben pagar sus impuestos”; eufemismo de los banqueros que significa “¡paguen su libra de carne así podemos salvar a nuestros banqueros ladrones!”.
Eso fue lo que le ocurrió a la Argentina en 2001 y 2002, cuando el gobierno títere (bah, ¡todos los gobiernos argentinos son títeres de alguien…!) del presidente Fernando de la Rúa obedeció las órdenes de los banqueros, a tal extremo que en marzo del 2001, pocos meses antes de nuestro colapso, lo nombró al favorito de David Rockefeller (JPMorgan Chase / Comisión Trilateral / Council on Foreign Relations) y de William Rhodes (CitiCorp / Council of Foreign Relations / Americas Society), el facineroso delincuente económico Domingo Felipe Cavallo como ministro de Economía para que operara como instigador del más espantoso colapso monetario de la historia argentina.
Antes de ello, cuando Cavallo era ministro de Economía de Carlos Menem había “inventado” la “Convertibilidad”, un esquema perverso que soslayaba el hecho de que la Argentina carecía de una verdadera moneda nacional, ya que por cada peso emitido debía existir un dólar estadounidense en el Banco Central que lo “respaldara”. Si no entraban dólares, no se emitían pesos. Cuando los “inversores” usureros y chupa-sangre detuvieron el flujo de dólares, Cavallo mantuvo a rajatabla el chaleco de fuerza de la “Convertibilidad”, haciendo que todo el sistema financiero argentino colapsara catastróficamente, ¡igualito que las Torres Gemelas…!
¿Se dan cuenta, amigos griegos, cuál es el camino que más les conviene tomar? Y ustedes, españoles, portugueses, irlandeses, italianos, prepárense…. ¡¡pues pronto les tocará a ustedes la misma suerte que Grecia y Argentina! ¡¡También a ustedes los harán pasar por la máquina trituradora de la usura internacional!!
Controlar la propia moneda conforma un componente clave de soberanía nacional. Con ello puede asegurarse un crecimiento económico equilibrado y socialmente responsable en tiempos buenos y, si vienen tiempos malos y explota alguna crisis, entonces la moneda nacional puede transformarse en un salvavidas que permita que el país no se hunda en catastrófico naufragio.
Sí, ya sé… puede oírse el griterío de los “economistas expertos” a sueldo de los banqueros, rasgándose las vestiduras diciendo, “¡claro, los gobiernos emiten moneda, y luego viene la inflación y… ¡Se cae el cielo! ¡¡Se cae el cielo!!”. En vez de eso, ellos siempre recomiendan que los países “refinancien” sus deudas, aceptando sus lindos y jugosos (para ellos) “mega-canjes de deuda pública” –orquestados por ellos mismos para salvarse– y así asegurar que el ciclo de la Trampa de la Deuda siga girando, girando y girando…
Hágase usted la siguiente pregunta: ¿Qué resulta más fácil de superar, una inflación alta de su propia moneda que usted sí puede controlar o… deberle cada vez más billones y billones de dólares y euros a los mega-bancos globales que usted decididamente no puede controlar?
Siempre tan astutos, los ingleses comprendieron esto muy bien cuando nació el Euro. El Reino Unido se mantuvo dentro de la Unión Europea, pero fuera del Euro preservando en su lugar a la Libra Esterlina como moneda nacional. Lo que no quiere decir que el Reino Unido sea inmune a las crisis monetarias, pero… si cayeran en aún mayores problemas financieros, será el Banco de Inglaterra el que tomará las medidas emergencia que considere mejor para proteger el interés nacional británico.
Usemos el sentido común: ¿Quién cree usted que será más sensible a las necesidades de los ingleses, el Banco de Inglaterra en Londres o el Banco Central Europeo en Fráncfort , Alemania?
Por eso, queridos amigos griegos, ¡¡tomen el ejemplo de Inglaterra y vuelvan al Dracma!!!
¡¡Arreglen sus asuntos internos ustedes mismos, negocien con los banqueros globales hablándoles en el único “idioma” que ellos entienden, que no es el lenguaje del “brazo invisible del mercado”, sino el del puño cerrado de la soberanía nacional articulado por ese supuesto “brazo”.
¡¡Ustedes pueden darle una flor de trompada en la nariz a los banqueros usureros internacionales y hacerlo al mejor “estilo griego”!!
Ese es el mensaje que nos dejó Po-Chü-I hace trece siglos, y es el mensaje que hoy nos dan los ingleses… aunque los multimedios occidentales jamás se atreverían a decirlo de una manera tan llana y ¡sin pelos en la lengua!
Adrian Salbuchi para RT
Adrian Salbuchi es analista político autor, conferencista y comentador de radio y televisión de la Argentina. www.asalbuchi.com.ar
Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.
Adrian Salbuchi para RTAdrian Salbuchi es analista político, autor, conductor del programa de televisión “Segunda República” por el Canal TLV1 de Argentina. Fundador del Proyecto Segunda República (PSR). www.proyectosegundarepublica.com
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