La tragedia siria que empezó hace casi tres años, no solamente se ha cobrado la vida de más 100.000 civiles y ha obligado a millones de sirios a refugiarse, sino que se ha convertido también en una amenaza para el patrimonio cultural del país.
La plaza de Sabaa Bahrat, en el centro de Damasco, en febrero de 2011.
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AFP
Barrio residencial de Kfar Sose, en Damasco, en febrero de 2008.
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Plaza de los Mártires (plaza Marje), una de las plazas céntricas de Damasco, en febrero de 2010.
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Civiles sirios en el campo de refugiados de Yarmuk, situado en un suburbio de Damasco.
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Un barrio residencial de la ciudad de Daraya, al sureste de la capital del país, destruido por los combates entre la oposición armada y el Ejército sirio, enero de 2014.
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El centro de la ciudad de Alepo en enero de 2014, transcurridos casi tres años desde el comienzo de la guerra.
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Saad AboBrahim
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La ciudad de Maalula, uno de los centros cristianos más antiguos, donde todavía se habla el arameo, en diciembre de 1999.
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Louai Beshara
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El minarete de la Gran Mezquita de Alepo, declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO, se derrumbó en abril de 2013 durante los enfrentamientos entre rebeldes y las tropas gubernamentales.
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Dimitar Dilkoff Jalal Al-Halabi
Iglesia cristiana de San Elías en Maalula en septiembre de 2013.
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Anwar Amro
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El centro de la ciudad de Alepo tras las explosiones perpetrados por grupos rebeldes que dejaron al menos 40 civiles muertos y 90 heridos.
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REUTERS
La ciudad de Maalula en septiembre de 2013.
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Tanques en la ciudad de Maalula. El pasado septiembre miembros del Frente Al Nusra, vinculado a Al Qaeda, asaltaron la localidad, dejando un saldo de destrucción, muerte y caos.
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AFP
Calles destruidas de la ciudad de Homs, al norte de Damasco, en febrero de 2012.
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El campo de refugiados de Yarmuk en enero de 2014, tras el fin del asedio de casi un año efectuado por insurgentes sirios.
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AFP
La tragedia siria que empezó hace casi tres años, no solamente se ha cobrado la vida de más 100.000 civiles y ha obligado a millones de sirios a refugiarse para huir de la guerra, sino que se ha convertido también en una amenaza para el patrimonio cultural del país, casi aniquilado en los feroces combates entre los rebeldes y las tropas gubernamentales. Pero los bombardeos y los combates no son la única causa de estos daños: fundamentalistas islámicos destruyen diversos tesoros arqueológicos como mosaicos bizantinos o estatuas griegas y romanas porque las imágenes contradicen sus creencias religiosas.