La constitución cubana se queda pequeña
Cuba ha cambiado. No al ritmo que se esperaba ni a la velocidad que necesita la mayoría del pueblo. Se notan pinceladas aquí y allá. El dibujo general de la Isla muestra tonos diferentes, impactantes. Sin embargo, no siempre combinan.
La apertura del sector privado ha creado una nueva realidad. Una especie de mundo paralelo en el que los cubanos viven con códigos desconocidos hasta el momento. Los salarios, las jornadas laborales, las exigencias e incluso los derechos de los empleados se conciben de manera muy distinta a la del ámbito estatal.
Ante tantas actividades insólitas, urge la creación de marcos legales que respalden las nuevas prácticas, una constitución que refleje en sus páginas el espacio de acción en este nuevo contexto.
Han pasado años desde que en el país comenzaron a sonar con fuerza voces a favor de una 'ley de prensa'. Se habla de ello en pasillos, debates, reuniones. Sin embargo, es difícil dilucidar cuándo se concretaría una normativa tan necesaria para quienes ejercen el periodismo, como para el gobierno y para la población en general.
Hasta el momento solo se hace referencia al asunto brevemente en la constitución, aprobada en 1976. En ella se establece que los ciudadanos ostentan libertad de palabra y prensa conforme a los fines de la "sociedad socialista". Se aclara además que los medios de difusión masiva son de propiedad estatal o social y no pueden ser objeto, en ningún caso, de propiedad privada.
Este último acápite es uno de los más contradictorios en la actualidad. Con la paulatina apertura del acceso a internet en el país y el control total del Comité Central del Partido Comunista sobre todo el espectro mediático, numerosos recién graduados han optado por fundar o participar en medios independientes, editados desde la propia Isla en la mayoría de las ocasiones. Algunos los llaman alternativos, para otros se trata de mera propaganda contrarrevolucionaria. Pero más allá de las clasificaciones, plataformas como OnCuba o El Estornudo se han convertido en fuente de información sobre una larga lista de temas que suelen estar ausentes de las páginas de los diarios y noticieros oficiales.
Asuntos cotidianos sobre política, cultura, deporte o economía son tratados desde nuevos ángulos, y en ellos se reproducen testimonios habitualmente silenciados. Matices que retratan al país con sus luces y sombras, como debió haber sido siempre.
El próximo año, la Unión de Periodistas de Cuba celebra su décimo congreso y quizás se esclarezca de alguna manera la situación. Además de determinar la condición de los nuevos medios y de los periodistas que en ellos trabajan, la prensa en Cuba pide a gritos mayor acceso a la información, a fuentes oficiales y menos fórmulas desgastadas donde consciente o inconscientemente se recurre al discurso una y mil veces aprobado por jefes de redacción.
El arte también espera su turno. Decenas de cineastas independientes aguardan por el reconocimiento de sus "empresas productoras". En estos momentos, gran número de obras del celuloide se realizan en la Isla gracias al esfuerzo personal de sus creadores. A veces el proceso se extiende durante años en los cuales sortean todo tipo de trabas burocráticas, técnicas y materiales. Cuando por fin la obra llega al público, no siempre lo hace a través de las salas de cine, sino pasando de mano en mano, en forma de copia digital.
En la actualidad los autores tienen las manos semiatadas en materia de distribución y acceso a ayudas financieras. Los principales patrocinadores provienen de terceros países. Por tanto, sus recaudaciones también resultan limitadas. Al igual que sucede con los medios de comunicación, es necesario encontrar un respaldo que permita el desempeño digno de quienes escogen explorar nuevas vías.
Quizás a muchos parezca una utopía que en Cuba el Estado se deshaga de la tutela total de los espacios de comunicación de masas. Sin embargo, teniendo en cuenta los hábitos de consumo que se expanden por la Isla desde hace años, se pudiera asegurar que la mayoría de los cubanos, sobre todo los más jóvenes, dejaron de aceptar de manera pasiva la oferta mediática institucional. Las nuevas tecnologías cada vez ayudan más a armar repertorios personalizados y este es un camino sin retorno en los tiempos que corren.
El ritmo en el que se mueve Cuba, "sin prisa pero sin pausa", como ha reconocido el propio Raúl Castro, parece ya no poder prescindir del sector privado. En su discurso en el reciente cierre del noveno periodo ordinario de la octava legislatura del parlamento cubano, el mandatario advirtió que no se permitirán estigmas ni prejuicios hacia el 'cuentapropismo'. El primer paso quizás sea que las leyes comiencen a reflejar la voluntad de la mayoría.
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