Los grandes mitos de la aviación

Muchas veces escuché de gente ajena a la aviación cosas que por alguna razón suenan verosímiles, pero que en realidad no lo son. Y eso no solo pasa con los pilotos: yo, por ejemplo, toco la batería y tengo una banda. Y me he llegado a enterar de que supuestamente estoy rodeado de mujeres, de dinero y que al salir a la calle me piden autógrafos. ¡Pero no es así! Bueno, lamentablemente, ¡no es así!

La aviación, supongo que como cualquier otra actividad, está rodeada de mitos, que mucha gente se cree. El más típico de todos ellos: las supuestas relaciones entre pilotos y azafatas. No te voy a mentir, suele suceder que miembros de la tripulación se encuentran en los cielos y se enamoran para siempre. Es más, mi mujer fue azafata hasta hace un tiempo, pero nuestro encuentro no tuvo nada que ver con el trabajo, fue pura casualidad. Pero en general, es muy difícil crear una relación trabajando en la aviación. Los pilotos y las azafatas casi no se ven durante el vuelo: al entrar al avión cada uno está muy ocupado con los preparativos; durante el vuelo tampoco hay tiempo para nada. Casi la única posibilidad de dialogar es pidiendo un café. Y si nosotros durante el vuelo de crucero no estamos tan ocupados, la tripulación de cabina sí lo está, porque además de repartir menús para más de cien personas, tiene que preparar los carritos con la comida, hacer té y café, llenar una importante pila de documentos y revisar que los baños estén limpios. Y como si fuera poco siempre hay un pasajero fumando en el baño o alguien que no quiere abrocharse el cinturón o simplemente gente con ganas de reprocharte algo. Y ya al regresar a destino nadie tiene ganas de nada, todos están muertos de cansancio. Imagínate, viajar de Moscú a Madrid ida y vuelta con tiempo nuboso, viento y nieve, en época de navidad y con un retraso de dos horas, te aseguro que el único deseo después de sobrevivir a todo eso es dormir.

Otro mito popular tiene que ver con la idea de que los pilotos viajan por todo el mundo y por eso, lógicamente, conocen todo el mundo. Eso, créanme, no es así. Los vuelos a corta y media distancia se hacen de ida y vuelta con una parada de una hora, máximo hora y media, así que lo único que llegas a conocer es al representante de la aduana y, si te apuras, 15 minutos de 'duty free'… y no siempre. Si se trata de un vuelo largo, la tripulación tiene unos días para descansar, pero no todas las compañías aéreas tienen destinos a todos los lugares del mundo y además, para operar aviones de larga distancia un piloto tiene que trabajar durante muchos años.

Mucha gente piensa que nosotros estamos sentados durante horas tomando café, leyendo diarios, apretando botoncitos y encima abrazando a chicas jóvenes y guapas. Hoy no voy a dar detalles sobre lo que hace un piloto durante el vuelo porque eso es otro tema, pero te aseguro que el trabajo nos sobra y no solo eso: teniendo en tus manos las vidas de los pasajeros cualquier actividad se vuelve mucho más exigente y el margen de error tiene que ser mínimo. Es por eso que por más que haya tiempo libre durante el vuelo, es imposible descansar y relajarse. Además, un avión en la actualidad requiere de la presencia en la tripulación de dos pilotos (antes eran cuatro o cinco) y eso implica un gran aumento de carga de trabajo para cada uno de ellos, sobre todo durante los vuelos cortos.

Es un trabajo único y yo ni podría imaginar cómo sería mi vida sin desempeñarlo. Pero más allá de la pasión y del interés, tenemos una gran responsabilidad, muchas tareas simultáneas que resolver y un ambiente completamente atípico en otras profesiones: el tiempo, la velocidad, las distancias, las alturas, las condiciones meteorológicas y miles de mecanismos que pueden fallar en medio de una tormenta lejos de algún aeropuerto alternativo y quizás con poco combustible. Es un trabajo único. Pero como ven, lo que se dice de las azafatas y los botoncitos es solamente un cuento.