Dulces sueños (muy cerca de los angelitos)

Cara a cara contra el viento por Yevgueni Netyksa

Un gran peligro de la aviación civil moderna tiene que ver con el cansancio de los pilotos. La fatiga es un factor que siempre estuvo presente en la aviación porque básicamente nosotros no tenemos un gráfico laboral constante, de nueve a seis, por ejemplo, y encima estamos todo el tiempo cruzando horarios de acá para allá. Eso impide tener un descanso normal y la fatiga se va acumulando hasta las vacaciones, que apenas alcanzan para recuperar las fuerzas y para disfrutar de un régimen habitual y repetitivo.
 

Pero hasta ahí está todo bien: cualquier trabajo tiene sus particularidades y todos los pilotos lo entienden. El cansancio es algo normal para la aviación y el sistema de organización mismo está (o tendría que estar) diseñado para que eso no afecte la seguridad de vuelo. Pero (estirando la letra ‘e’), eso es en teoría. En la práctica es todo un poquito diferente.

¿Qué es lo que pasa? Antes, ser aviador era el sueño de muchos y pilotos había demás. Aparte, más allá de las dificultades, como medida compensativa, los pilotos ganaban bien, tenían vacaciones largas, viajaban y descansaban por todo el mundo. Pero en un pasado no muy lejano la cantidad de vuelos y pasajeros empezó a crecer bruscamente y ahí se hizo difícil seguir manteniendo las mismas condiciones, porque ya no alcanzaban los pilotos. Fue entonces cuando empezaron a aumentar la cantidad máxima de horas laborales. Simultáneamente los viejos ‘jefes de la aviación’ (directores de compañías, ministros de transporte o aviación, etc.), generalmente ex pilotos, se fueron reemplazando por banqueros y ‘managers’, a los que lo único que les importa es el dinero. Y empezó el descontrol…
 

En 2009 un avión de la compañía aérea norteamericana ‘Continental Express’ se cayó durante la aproximación cerca del aeropuerto de Buffalo, matando a todos los ocupantes. Cuando encontraron los grabadores y analizaron las cintas, descubrieron que los dos pilotos estaban totalmente fatigados. El comandante estuvo toda la noche durmiendo en un sofá en la oficina de la compañía en el aeropuerto, porque no tenía dinero para descansar en un hotel. El copiloto, que aparte de todo estaba enfermo, tuvo que viajar cientos de kilómetros para llegar al trabajo por la misma razón: no se podía permitir una noche en el hotel y le era menos costoso viajar con los aviones de su compañía. Tampoco podía tomarse un día de descanso para curarse. Y así cada día. ¿Qué paso? El avión cayó en pérdida (gravísimo error de pilotaje) y el copiloto, por error obviamente, empezó a retractar los flaps (lo peor que se podía hacer en esa situación)… La nave finalmente se estrelló contra una casa.

Hoy los pilotos vuelan mucho, yo diría que demasiado. Hoy a la noche regresas de Ámsterdam y mañana a la mañana ya tienes que volar a Sharm El-Sheij. Entre que regresas a tu casa te quedan solo unas pocas horas para descansar y estar con tu familia, porque ya al día siguiente hay que levantarse temprano para ir al aeropuerto. Si tienes suerte te cae un fin de semana en 10 o 15 días. En verano, en época de vacaciones, la frecuencia de vuelos crece y el estado del piloto empeora aún más. Y así se vuela: igual que en la oficina…
 

Las organizaciones internacionales de seguridad de vuelo junto con los sindicatos hacen lo que pueden para controlar la situación. Hasta hacen películas donde muestran cómo se siente un piloto cansado estando a los comandos de un avión.

 


Pero todo resulta al revés: la cantidad mínima de horas laborales solo sigue creciendo. Y lo más indignante es que todo el mundo entiende el peligro, pero no se hace nada, porque son muchos los pasajeros que quieren volar y las compañías quieren ganar más dinero.

 

Y yo acá no me estoy quejando, porque quiero demasiado a los aviones y mi trabajo. Y es también por eso que estoy escribiendo esto, porque estamos jugando con fuego. Parece que la única manera de llegar a una mejora en la seguridad pasa por la muerte de gente inocente, de otra manera, lamentablemente, la gente nunca aprende...