La investidura fallida de Pedro Sánchez: crónica de desmemoria social

Daniel Bernabé

Madrid, 25 de julio de 2019. En la Puerta del Sol, emblemática plaza de la capital, apenas hay gente a las cinco y media de la tarde. El sol cae tan a plomo que se sobrepasan los cuarenta grados. Las sucesivas reformas, además, han privado de sombras o fuentes a los viandantes, con el objetivo de distribuirles eficazmente por el gran centro comercial en que se ha convertido el centro de la ciudad. Algunos turistas hacen la visita de rigor, los más afortunados buscan el metro al volver de trabajar, un par de figuras, sin embargo, permanecen a pleno sol. Dos individuos, disfrazados de personajes Disney, inflan unos globos e intentan que alguien se saque una foto con ellos a cambio de unas monedas. Imaginar la temperatura que se debe alcanzar dentro del precario disfraz asusta.

Aunque a su manera actúan, asociar a esas dos personas al teatro no parece lo más adecuado. Aunque su actividad está asociada con el turismo, imaginar que ellos son una atracción en sí misma no tiene sentido. Aunque en teoría buscan un momento colorista y simpático, su propia situación, la pobreza del vestuario, despierta más la conmiseración que otro sentimiento. Si esas dos personas se exponen a la deshidratación, si permanecen también allí en los días más fríos, es simplemente por una cuestión de supervivencia, situándose un paso por encima de los pedigüeños, ganándose la vida en un negocio sumergido del todo ingrato. No confundamos las causas profundas con la forma que acaban tomando.

Dos horas antes, a menos de un kilómetro de Sol, se producía la segunda votación del proceso de investidura para presidente del Gobierno que el socialista Pedro Sánchez ha terminado perdiendo, al no alcanzar ni siquiera una mayoría simple. Desde el martes, cuando se produjo el primer intento, la tensión no había hecho más que aumentar con los que se suponía que eran sus socios para lograr su proclamación, Unidas Podemos, la coalición de izquierdas liderada por Pablo Iglesias. A pesar de que las elecciones generales fueron el pasado 28 de abril, las negociaciones no dieron ningún fruto en estas semanas, dejando, literalmente hasta el último minuto, un reguero de propuestas cruzadas pero sobre todo de reproches y filtraciones para ganar ante la opinión pública el relato de la responsabilidad frente al fracaso.

Daniel Bernabé, escritor y periodista.
"Para empezar en estos dos meses y medio de negociaciones ha ocurrido algo del todo inusual. El PSOE, obviamente el principal interesado en sacar la investidura adelante, ha sido quien más dificultades ha puesto en todo el proceso".

Horas después de la finalización de la sesión, que podría tener un segundo intento en septiembre, antes de conducir a unas nuevas elecciones en noviembre, la izquierda social estaba desolada, mostrando su estupefacción en redes sociales por la falta de entendimiento entre el PSOE y Unidas Podemos, además de un ya evidente enconamiento entre sus líderes y el resto de dirigentes. Los comentarios hablaban de decepción, abatimiento y enfado sobre todo con el peligro real de que en una nueva cita electoral la derecha se alzara con la victoria, incluyendo posiblemente al partido ultra Vox. Y este, dentro del clima de perplejidad, debería ser el primer dato que nos llamara la atención, ¿cómo es posible que se dé por evidente la inclusión de la ultraderecha en un Gobierno conformado por supuestos derechistas moderados y haya sido imposible integrar a Unidas Podemos en un ejecutivo?

Los analistas y grandes medios, en su mayoría favorables a Pedro Sánchez, han cargado las culpas sobre UP, pero sobre todo sobre su líder Iglesias, al que desde hace varios meses, aprovechando la debilidad interna de su organización, se le quiere descabezar a toda costa. La situación, objetivamente, es que el PSOE ha ofrecido una serie de ministerios a la coalición de izquierdas que esta ha considerado insuficientes por el poco peso presupuestario que tenían. Es perfectamente discutible pensar que Iglesias se ha equivocado, que eso era mejor que nada, que la estabilidad del país estaba por encima de todo, que incluso se podía haber votado afirmativamente y haber pasado a la oposición. Alberto Garzón, líder de Izquierda Unida, integrado en UP, ha sido una de las voces de peso discordantes con esta estrategia.

Daniel Bernabé, escritor y periodista.
"Aunque hoy suene raro decirlo, aunque la memoria sea muy breve, todos las protestas que acaecieron entre 2011 y 2014, su relativa cristalización en el partido morado, que llegó a encabezar encuestas, pusieron mucho más nervioso de lo que nos pensamos al poder económico español".

Sin embargo el problema de fondo no es ese, como no lo era el calor o los disfraces. Para empezar en estos dos meses y medio de negociaciones ha ocurrido algo del todo inusual. El PSOE, obviamente el principal interesado en sacar la investidura adelante, ha sido quien más dificultades ha puesto en todo el proceso. Primero se negó en redondo a que Unidas Podemos tuviera una sola cartera ministerial, ofreciéndole cargos secundarios en la administración, en el que humorísticamente se empezó a llamar el pacto de los bedeles. Más tarde aceptó que UP tuviera presencia en el ejecutivo, pero con expertos independientes no vinculados a la propia organización, un contigo pero sin ti que parecía ir revelando cuál era la principal preocupación de los socialistas. Por último se vetó al propio Iglesias, en una maniobra inédita en democracia al negar representatividad al líder, precisamente, del partido con el que estás negociando, a una de las figuras, por cierto, que fue artífice de la moción de censura a Rajoy gracias a la que Sánchez fue presidente.

Cuando Iglesias en una hábil maniobra acepto su propio veto, transformándolo en un emocionante discurso que encendió a los suyos, inmediatamente el PSOE contestó que seguía preocupado por los demás nombres. El tiempo se echó encima, y a unos días de la primera votación aún no se había avanzado un sólo milímetro en un programa conjunto de gobierno. Podemos por tanto agarrarnos al resultado de tan peculiar negociación, cargar sobre las espaldas del vetado Iglesias la responsabilidad de no haber aceptado la oferta final del PSOE, pero parece, además de injusto poco serio políticamente, no haber tenido en cuenta la permanente humillación a la que ha sido sometida su formación, pero sobre todo el inexplicable comportamiento de quien precisaba de su ayuda para ser presidente y no hacía más que poner palos en las ruedas.

Asumamos de frente el primer gran nudo de toda esta historia: el PSOE era más reticente que nadie a gobernar con Unidas Podemos, aunque eso le llevara a despeñarse por el barranco. En cuarenta años de democracia en España nunca ha habido ministros que no fueran de los dos grandes partidos del régimen, PP y PSOE, si exceptuamos los primeros compases con la desaparecida UCD. Que Podemos y sus socios entraran en el Gobierno significaría quebrar esa regla no escrita, pero sobre todo mostrar a toda la población que esa formación, permanentemente vilipendiada, era tan capaz como cualquier otra de asumir tareas en el ejecutivo.

Daniel Bernabé, escritor y periodista.
"El problema no es que Unidas Podemos sean radicales de izquierdas, es que el sistema económico y político en España se ha radicalizado de forma brutal hacia el neoliberalismo. Y quien ponga en cuestión, levemente, alguno de sus preceptos privatizadores será laminado de todas las formas".

Más allá, si Unidas Podemos hubiera conseguido su objetivo hubiera sido como aceptar que toda la ola de protestas que comenzó en 2011 había cristalizado en una cierta victoria, aunque fuera moral. Si por algo se ha caracterizado la política española del 2015 en adelante ha sido por una serie de esfuerzos coordinados para neutralizar a Podemos. En primer lugar con la revitalización de Ciudadanos a nivel nacional, en segundo con el aprovechamiento del conflicto catalán en líneas punitivas contra la izquierda y en tercero con la irrupción de la ultraderecha como bestia parda para disciplinar ansias de cambio. Aunque hoy suene raro decirlo, aunque la memoria sea muy breve y haya además todo un ejército de eficientes opinadores remando en sentido contrario, todas las protestas que acaecieron entre 2011 y 2014, su relativa cristalización en el partido morado, que llegó a encabezar encuestas, pusieron mucho más nervioso de lo que nos pensamos al poder económico español.

No, el Ibex 35 no quita y pone presidentes a su antojo. No, los propietarios de los grandes medios no deciden quién gana las elecciones. Pero sí, obviamente, tienen una amplia y tupida red para ir trasladando sus deseos, para ir moviendo determinados resortes que al final consiguen resultados. Y si no que se lo pregunten a Ciudadanos y Albert Rivera, al que su negativa a pactar con el PSOE ya le ha costado una dura campaña y un reguero de dimisiones para quien fue el niño mimado del establishment español. Se pueden criticar algunas metáforas por simplistas, lo que no se puede es ser tan increíblemente ciego, estúpido o colaboracionista para negar las relaciones y servidumbres del poder político con el económico, aquí y en cualquier parte.

Daniel Bernabé, escritor y periodista.
"Resulta descorazonador ver como la parte progresista de la sociedad española empieza a tomar una equidistancia impotente generalizando con “los políticos”, llamando a la abstención y repartiendo culpas por igual entre uno de los pilares de este sistema y quien vino a ponerlo en cuestión".

Lo extraño es que nadie parezca hacerse la pregunta de fondo, ¿tanto significaba para el PSOE entregar unos ministerios secundarios? Además de todo lo que ya hemos visto hay que aludir al dramático estrechamiento de la economía política española, que es al final donde se juega lo importante. Unidas Podemos es simplemente un partido socialdemócrata que por un espíritu de época muy concreto lleva en su programa algunas medidas bastante menos atrevidas que las del PSOE de 1982. De hecho, desde la aparición de Podemos en 2014 hasta hoy, su programa se ha moderado ostensiblemente, cuestión sobre la que se puede debatir su conveniencia, pero no negar. El problema no es que Unidas Podemos sean radicales de izquierdas, es que el sistema económico y político en España se ha radicalizado de forma brutal hacia el neoliberalismo. Y quien ponga en cuestión, levemente, alguno de sus preceptos privatizadores será laminado de todas las formas.

España, no nos cansamos de repetirlo, sigue sumida en una crisis de régimen político en la que sus grandes partidos no consiguen mayorías absolutas. En que la derecha catalana, hace menos de una década apoyo fiel en la la gobernabilidad nacional, es hoy independentista. En la que los independentistas de izquierdas, vascos y catalanes, han tenido una actitud más responsable en el Parlamento que ese partido llamado Ciudadanos que está a un paso de echarse al monte. En que la derecha liberal del PP, además de haber sido protagonista de incontables casos de corrupción que derribaron a Rajoy, compadrea sin rubor con unos ultras que, por suerte, son del todo menos hábiles en aprovechar este despropósito. Por eso, y no por Unidos Podemos, es por lo que previsiblemente tengamos que ir a nuevas elecciones o, en el mejor de los casos, haber tenido la actividad del legislativo y el ejecutivo a medio gas desde hace ya cuatro años.

Daniel Bernabé, escritor y periodista.
"Tienen todo el derecho a decepcionarse. Tienen la obligación de elegir cabalmente cuál es el objeto de su decepción. No finjan que estos últimos diez años no han existido".

Resulta descorazonador ver como la parte progresista de la sociedad española empieza a tomar una equidistancia impotente generalizando con "los políticos", llamando a la abstención y repartiendo culpas por igual entre uno de los pilares de este sistema y quien vino a ponerlo en cuestión, justamente, además, cuando todos los problemas que nos atenazaban en la crisis siguen presentes. Resulta infame que algunos profesionales de la comunicación que han disfrutado de éxito y relevancia gracias al clima de conflicto de la crisis se refugien en el "sentir popular" de la decepción y no tengan la valentía mínima de escarbar más profundo. Resulta triste que alguno de los ex-compañeros de viaje de Podemos hablen de responsabilidad cuando han construido una carrera política desde las intrigas y las traiciones.

Por cierto, soy de los que creo que Iglesias se ha equivocado en no votar afirmativamente en la investidura y pasar a la oposición. Soy de los que creo que la actitud del PSOE ha opacado el debate de fondo en la izquierda sobre la relación con las instituciones y la capacidad de maniobra existente. Soy de los que creo que Unidas Podemos cometió un error al centrar todos sus esfuerzos, posiblemente de forma noble, contra el ascenso de los ultras, olvidando cuál es el papel de contención del PSOE y la responsabilidad de los liberales al habernos conducido a un callejón sin salida. Pero soy de los que creo que meter en el mismo saco a Iglesias y Sánchez equivale a la peor de las mentiras, el lugar común, aquel que nos deja a salvo entre la masa evitando mostrarnos díscolos. Mal asunto cuando una sociedad se empieza a conformar con la impotencia del descreimiento, cuando hace nada llenaba calles, plazas y avenidas protestando justamente.

Tienen todo el derecho a decepcionarse. Tienen la obligación de elegir cabalmente cuál es el objeto de su decepción. No finjan que estos últimos diez años no han existido.