Cuenta la leyenda que Eos, la diosa griega de la aurora, pidió al dios Zeus la inmortalidad para su amante. Titono, que así se llamaba el buen mozo, era uno de los hijos del rey de Troya. Por lo tanto, un simple mortal. Si Zeus les concedía esa gracia, Eos y Titono podrían compartir su amor durante toda la eternidad.
Pero, al parecer, eso de la letra pequeña ya existía en tiempos de Homero y a la diosa se le olvidó la sana costumbre de leer los contratos importantes con detenimiento. Efectivamente, a su amante se le concedía la inmortalidad, pero en ningún lugar se mencionaba nada remotamente parecido a la eterna juventud.
Así, con el paso de los años, el desgraciado Titono se fue haciendo cada vez más viejo y decrépito, pero sin embargo mantuvo su recién adquirida condición de inmortal. En su lento marchitar sin agonía, el pobre amante de la aurora acabó convertido en un vulgar grillo. Según cuenta la tradición, aún puede escuchársele cada mañana en el campo, alimentándose de las lágrimas que vierte la aurora en forma de rocío y pidiendo con su interminable canto el fin de su vida.
Al igual que le sucedió al bueno de Titono, parece bastante probable que, con el avance de la medicina, los ciudadanos de las sociedades industrializadas viviremos cada vez más tiempo pero, ¿a qué precio lo haremos? ¿Disfrutaremos de nuestra vejez o simplemente añadiremos años a la carrera contra la muerte? ¿Acabaremos como Titono, grillando para reclamar un final digno?
Ensayos para todos, por favor
Los cálculos demográficos vaticinan que en unas pocas décadas se duplicará la proporción de ancianos. En el año 2012 había 809 millones de personas mayores de 60 años, lo que suponía el 11% de la población mundial. Para el año 2050 se estima que la cifra llegará a 2031 millones, un 22% del total de la humanidad.
En un modo de producción que contempla que cuando se es joven se trabaja y se cotiza, y que cuando se es viejo se descansa y se recibe una pensión, el desequilibrio de las pirámides de población está comenzando a hacer que las cuentas no cuadren. Desde la óptica de la economía, esa disciplina que se dedica a "gestionar la escasez", las pirámides demográficas de caderas estrechas y cabeza abultada no acaban de gustar del todo.
Pero las cosas parecen más complejas. Recientemente la prestigiosa revista médica 'The Lancet' ha alertado en un editorial sobre esta visión pesimista que muchos tienen respecto al envejecimiento de la población, considerada como un "cataclismo en ciernes". Cada vez son más los países que presentan una pirámide de población excesivamente invertida en la que menos trabajadores pagan la manutención de una población envejecida. El equipo editorial de la revista cree que estas previsiones asumen el principio de que la edad implica una carga de morbilidad, pero que no tienen en cuenta el hecho de que las siguientes generaciones podrían gozar de una mejor salud. Esto, unido a la mejora de los sistemas sanitarios, podría impedir esa crisis aparentemente inevitable. De alguna manera, la ciencia y un poco de sentido común permitirían que escapásemos a la pesadilla de Titono.
'The Lancet' también apuesta por no olvidarse de nuestros mayores y desterrar la excusa de que la enfermedad es inherente a la ancianidad. Del mismo modo, anima a no hacer invisible a este importante sector de la población a la hora de diseñar los ensayos clínicos que permiten avanzar a la ciencia y a la humanidad. "No solo tenemos que centrarnos en lo que la sociedad puede aportar a las personas mayores, sino también en lo que estos pueden ofrecer a la sociedad", concluye.
Sea como fuere, parece bastante claro que la existencia de poblaciones cada vez más envejecidas supondrá un importante reto durante las próximas décadas. Pero, al mismo tiempo, posibilitará también nuevas oportunidades de organización social. De hecho, no son pocas las ayudas que pueden proporcionar las personas de la tercera edad a nuestra sociedad.
En su reciente libro 'El mundo hasta ayer', dedicado a explorar lo que las sociedades industrializadas pueden aprender de las sociedades tradicionales, el profesor de Geografía de la Universidad de California Jared Diamond defiende el activo papel que pueden y deben cumplir los ancianos en la sociedad.
"Muchas sociedades pasadas utilizaban mejor a sus ancianos y les procuraban una vida más satisfactoria que hoy", argumenta Diamond, quien por otra parte no elude el espinoso asunto del trato cruel dado a los mayores en otras sociedades cuando la supervivencia del grupo está en entredicho.
Pero más allá de la mera comparación del trato dado a los ancianos en diferentes sociedades, el ganador de un premio Pulitzer en 1998 plantea una serie de propuestas para aprovechar al máximo las cualidades de las personas mayores. La principal se basa en "otorgar una importancia renovada al papel tradicional de los ancianos como abuelos", de forma que contribuyan de forma activa en el cuidado de sus nietos. Diamond también se muestra partidario de poner en valor sus experiencias, fomentando encuentros que permitan el trasvase de información relevante a las nuevas generaciones.
El geógrafo estadounidense considera necesario conocer y aprovechar las fortalezas y debilidades de los ancianos a la hora de encontrar un hueco para ellos en la sociedad. "El desafío para los mayores es ser introspectivos, darse cuenta de los problemas que están produciéndose en su interior y encontrar un trabajo que saque los talentos que poseen en ese momento", resume Diamond, quien considera "estúpidas" las políticas europeas de jubilación obligatoria a una edad arbitraria.
No, la abuela no es tonta
Más allá de estos argumentos, hay quienes creen que la ancianidad ha aportado incluso ventajas en la carrera de la evolución. Según esta corriente, la aparente exclusividad de la menopausia en el género humano es una victoria en ese ámbito.
"La comunidad científica debate en la actualidad sobre si la menopausia ha sido objeto de selección positiva", dice el paleoantropólogo español Juan Luis Arsuaga. Según explica este experto, la hipótesis de la selección familiar trata de aclarar si la menopausia tiene una función evolutiva en los humanos. Para quienes apoyan esta idea, lo realmente importante no es el número de genes que transmite cada individuo, sino los que se transmiten a través de su familia. Así, las abuelas cumplirían una labor esencial en el cuidado de sus nietos, lo que en definitiva les posibilitaría transmitir más genes que los que conseguirían si siguieran siendo fértiles para tener más hijos.
"Parece una paradoja que teniendo menos hijos se puedan tener más descendientes", subraya el codirector de Atapuerca, quien además advierte que no todos los autores están de acuerdo con este planteamiento. Al igual que sucede en otros muchos campos relacionados con la evolución humana, se trata de una hipótesis que en la actualidad es objeto de debate. "De hecho, hay muchos autores que defienden que en los elefantes y en otras especies longevas también existe la menopausia", aclara el conocido paleoantropólogo. Para quienes se oponen a esta "hipótesis de la abuela", la existencia de la menopausia se debe a que en nuestra especie se ha prolongado la longevidad, pero no la duración de la vida fértil, que sigue siendo similar a la de los chimpancés.
Ventaja darwiniana o no, está claro que la ciencia se interesa por nuestros mayores. Aunque, como alerta 'The Lancet', es necesario tenerlos en cuenta en todos los campos de estudio. Estos dos acercamientos al debate sobre el papel que pueden desempeñar nuestros ancianos y a sus posibles orígenes evolutivos son un ejemplo de cómo este tema trasciende los análisis meramente políticos y económicos. También aquí, como en muchos otros ámbitos, el conocimiento científico puede ayudarnos a comprender la realidad y decidir qué futuro queremos para nosotros y nuestros hijos. Y también, por supuesto, para nuestros mayores. Porque el mañana también es suyo.