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Chico Latino: “superhéroe” del baile

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Chico Latino: “superhéroe” del baile

“Si eres latino y no bailas salsa…¡No eres latino!”

(Dicho al autor a la entrada de un "club latino" en Moscú)

No es que le tenga particular desafecto a lo que en Europa –y Rusia- se conoce como “música latina”, pero tampoco me interesa encarnar ese cliché del “latino bailarín” y que cada día es una “bomba de amor y fiesta”.

Soy latino por constitución y ADN. Incluso más: soy latino por convicción. Me gusta ser latino y estoy orgulloso de serlo. Hay algo de esos seres enigmáticos, indomables e incomprensibles que llevo en mí. Una manera de enfrentar el mundo. Cierta idiosincrasia particular e irreductible: al latino puedes quebrarlo, pero no lo harás doblegarse. Le anima una suerte de desconfianza radical de todo lo que le sea impuesto, partiendo incluso por el concepto mismo de civilización. Eso explica, en cierto modo, que a veces se le juzgue muy poco cívico, a lo que se suma una no pequeña dosis de salvajismo innato. No entender esto es no comprender en lo más mínimo lo que es “ser” latino. Si se recuerda el modo en que la “civilización” entró a América pueden surgir algunas luces al respecto. Pero no ahondaré en esto, pues me acusarán de buscar pelea con España.

Eso sobre la esencia misma de lo latino. Otra cosa me sucede con la así llamada “música latina bailable”: ahí sí que se me enfría bastante el entusiasmo.

La idea no es mala: se refiere a ciertas canciones esencialmente –exclusivamente, podría decirse- bailables, de letras sencillas y ritmo “contagioso”. Música para bailar, con texto en español. Todo muy “caliente”.

En Rusia, esta “música latina” es considerada “exótica” de modo positivo. Intuyo que así pasa en toda Europa.

Hace unas semanas escuché en una discoteca ese clásico del género llamado “Lambada”. Casi me caí de espaldas. Hace al menos una década no la oía. ¿Cómo había llegado a un club de baile de la Rusia del 2011? “Fue muy popular en los años 90 y siempre ha gustado mucho. Para nosotros esta música es muy exótica”, me explica Anna Sneguireva, expresiva y muy dicharachera. “Para mí la “Lambada” no es más que un mal y viejo chiste. Y para chistes malos y viejos me basto conmigo mismo”, repongo con una altanería que merece mejor pretexto… y que no me llevará a ninguna parte. Veo sus “ojitos lindos y carita de ángel” (ya veo esto en ”Qué bonita que te ves hoy, mami” de una banda que podría denominarse perfectamente Jimmy y los Maestros de la Conga) y decido más provechoso intentar un acercamiento por otro tema. A veces, me sorprendo lo listo que soy.

Música “para bailar”

No es que “Lambada”, “Guantanamera”, “Hasta siempre, comandante” “La vida es un carnaval”, “Burbujas de amor”, “Devórame otra vez”, “Mi Cucú”, "Siempre seré guajiro", “Woman del Callao” y tantas otras canciones me parezcan indefectiblemente destinadas al basurero. Puede incluso que “improvise” bailarlas y me la pase muy bien, sobre todo con el estímulo de un par de cubas libres. Lo que a me inquieta –para ser sincero lo que me psicotiza- es la presunción de muchas personas de que esa y únicamente esa es toda la música de Latinoamérica.

Fuente: http://pepitorias.blogspot.com/2008/06/latinoamrica-europa-migraciones.html

Además, cuando vas a un “club latino” y te das cuenta que el DJ no conoce más melodías que esas y las pone cada viernes, cada sábado, todos los viernes y todos los sábados, mes a mes, año a año y siempre son LAS MISMAS CANCIONES UNA Y OTRA VEZ, ahí es cuando comienzas a advertir lo que pasa: lo “latino” y la “música latina” están convirtiéndose en un mero producto, un cliché que puede repetirse hasta el infinito. Y siempre con el mismo resultado. En pocas palabras: esas canciones que constituyen el tremendamente acotado repertorio de lo que quiere venderse como “música latina” son algo muy parecido al “menú” de un McDonald’s. No tengo nada contra la comida rápida y muchas veces la he consumido. No obstante, se sabe los desastres sanitarios que provoca en todo el mundo. Por si ello fuera poco, muy pronto aburre.“Come mierda. Mil millones de moscas no pueden estar equivocadas”. Siguiendo tal lógica, se le hace un flaco favor a Latinoamérica y a los latinoamericanos con reducirlos a esto, por muy “entretenido” y “simpático” que sea.

Me dirán: “No seas grave. ¡Es sólo música para bailar!”. Ese es el problema, ese es precisamente el problema: es “sólo música para bailar” y son los latinoamericanos los que “hacemos música para bailar… y bailamos”.

Más allá de eso, no queda nada. ¡Y a bailar se ha dicho!

Fuente:http://www.sectasalsera.com

“Vergüenza te debiera dar”

Cuando me preguntan qué música escucho y respondo sin ningún tipo de esnobismo intelectual, pues esa es la verdad:“Por estos días estoy dándole bastante al jazz. Cosas del tipo Charles Mingus, Coltrane, Bill Evans, Jaco Pastorius, King Oliver, Miles Davis, TheloniousMonk y, claro, Louis, el Grande, el Monstruo, quien nunca dejará de gustarme”, se me quedan observando como si fuera un marciano con cara de ornitorrinco. No lo dicen, pero imagino qué lo piensan: “¿Thelonious? ¿Charles qué…? Pastorius…¡Y qué demonios es eso! A ver, ¿o sea me dices que eres latino y eso es lo que escuchas? Eso va más allá de mi comprensión. ¿Y me dices, además, que NO TE GUSTA BAILAR? Sabes, no sé qué hago perdiendo el tiempo contigo. Un latino que no baila: deberías estar avergonzado de ti mismo. ¡Shame on you!”.

Les voy a soltar una joya, esto no lo imaginé, no lo estoy inventando, ni lo exagero, me lo dijeron así. Casi textualmente. Con todas sus letras. Recuerdo sobre todo eso de que debería sentirme “avergonzado de mí mismo”. Lo extraño es que no lo estaba para nada. A modo de broma iba a contarle a mi interlocutora que en un mes leí –lo que es cierto- "El Castillo", de Franz Kafka, cuando tenía hepatitis a los 16 años y escuchaba música bastante tristísima, pero no lo hice para evitarle un seguro ataque cardíaco.

Fuente: http://grupostirner.blogspot.com

Soy un melómano empedernido. Peor aún, uno de una clase en extinción: de aquellos que les gusta coleccionar CDs. Todo el mundo me dice:”Descárgalos por Internet. Ahí está todo. No seas tonto”. “Mira, lo primero ok: podría hacerlo. Pero lo segundo… ¡no pidas imposibles!”. Efectivamente, me gustan los discos y como tiendo a ser tremendamente simple actúo con miras a buscar lo que me gusta y no lo que no me gusta. Simple. Muy elemental y básico. Pavlov y sus perritos guían mi destino. Me gusta ver su diseño, tocarlo, buscar las letras, estudiar la información que contiene para –en el colmo de la expectativa- sacar la placa y ponerla a girar… ¡entonces el sol brilla para mí! Tengo decenas y decenas de discos. Y he aquí el dato curioso: ninguno, ni uno de esos discos corresponde a lo que la gente suele llamar “música latina”. ¿Eso quiere decir que no escucho música de Latinoamérica? Para nada. ¿Qué no me gusta la música “para bailar” de Latinoamérica? Tampoco. Me gusta y mucho: sólo que “otra” música. No todo ha de ser “bailar pegados es bailar/ igual que baila el mar con los delfines…”.

"¿Tú no bailas?...Niet…"

No ando de profeta ni de divulgador de las maravillas del planeta. Nada de eso. Sin embargo, una de las cosas que menos soporto es la cerrazón de mente y la angostura de miras. El mundo NO comienza y acaba en nuestro ombligo. ¿A dónde voy? A que es de una simpleza rampante presuponer que toda la creación musical de América Latina –ese vasto territorio que va desde México hasta el punto más al sur del cotinente habitado- se reduce sólo a ritmos bailables de discoteca. Señoras y señores, la segunda perla del día: la música latina es mucho más que eso.

Otro error generalizado es creer que todo hombre y mujer nacido y criado en América Latina tiene algo así como “pies alados” y BAILA salsa, bachata y toda esas disciplinas pélvicopiernísticas practicadas en aquello que -¡tan ingeniosamente!- se ha convenido en llamar “club latino” o “discoteca latina”. La creencia es de tal intensidad que se llega a decir, como si fuera la cosa más lógica e inocente del mundo, que si es LATINO Y NO BAILA… no es latino. Así de brutal.

Fuente: http://fashionablygeek.com/t-shirts/captain-americas-latin-alter-ego/

¿Se dan cuenta de lo insultante que resulta eso si está dirigido a un latino cuyo único “pecado” es no “saber” bailar? No exagero: eso casi puede ser tan grave como mentarle la madre porque pone en entredicho algo que todo latino lleva muy dentro de sí y cuida tanto como su propia vida: su “calidad” de latino autóctono, nativo, ente singular parido y criado -¿dónde más?- en Latinoamérica.

Tercera joya: lo más insólito de todo esto es que pudiera ser –es una estimación personal- que cerca de un 30% de los hombres de América Latina no tengan el más mínimo conocimiento técnico, práctico o incluso hasta materia corporal para dedicarse a eso del baile discotequero “latino”. Y aún más sorprendente: no son pocas las mujeres y lo recalco, mujeres, que confiesan sin remordimiento y abiertamente que están negadas para tales menesteres, los que -más aún- no les interesan en lo más mínimo, pues sus gustos de baile y aficiones son otras.

¿Qué habría que hacer con todos ellos, millones de hombresy mujeres “pecadores” de América Latina? ¿Extinguirlos de la faz de la Tierra para que así surja de una vez por todas el(la) latino(a) puro(a), moreno(a)…Y QUE BAILA?

Fuente: http://blog.espol.edu.ec/johineira/

Decepción del porte de un buque

Ha llegado el momento de la máxima decepción para la totalidad de las chicas “bailarinas” del mundo, más aún si tienen esperanzas respecto a eso que mitológicamente se ha convenido en llamar “macho latino”: disculpen bellas y expectantes damiselas allaroundtheworld pero no todos los hombres latinoamericanos sabemos bailar salsa, ni bachata, ni reggaeton.

Imagino lo que se viene: suicidios colectivos desde azoteas de gigantescos rascacielos, harakiris con sables embetunados en uranio radioactivo, explosiones corporales producto de la ingesta de granadas marca Acme, peregrinaciones masivas en naves espaciales con destino al sol, envenenamientos, “autoinmolaciones”, heridas mortales infringidas en el bajo vientre con arma certera del tipo cortopunzante o, al menos –y esto no es poco- úlceras gástricas de diversa gravedad expandiéndose por el orbe como resultado de tan hondísima (y visceral) decepción.

Más malo que la maldad y maldadoso como la maldad más mala: algunos incluso no tenemos el más mínimo talento para bailar y nos caracteriza el poseer menos ritmo que una aguja sobre un imán. Cerrados, robóticos, desaceitados, enmohecidos y con los miembros más desgraciados que una puerta de una casa tras un terremoto. El baile y yo estamos en avanzado trámite de divorcio. Así es la cosa. La Santa y Pura Verdad. La verdad, ya se sabe, a veces es bastante dura e ingrata.

¿Anda chistocito, cierto?

Desmoronando otro mito: que los latinos llevan “el ritmo en la sangre”. Eso, en cierta medida, es cierto. Sin embargo, surge una pregunta lógica, pero que muy pocos se hacen: ¿Qué ritmo? Salsa, bachata, música “tropical” serían las respuestas. He ahí la madre del cordero. ¿Y es que nadie se ha puesto a pensar un detalle simple y lógico: que no en todas las casas de Latinoamérica se escucha la llamada “música latina” y que incluso en algunas nunca se ha escuchado?

Fuente: http://www.smogon.com/tournaments/worldcup/2010/rosters

¿De dónde proviene esta extraña presunción? De algo que me permitiría llamar “el Nacimiento Mítico del Latino”. La idea es esta: el bebito abre los ojos y el médico lo recibe -ron en mano y habano cubano en el bolsillo del delantal-, lo alza para que conozca las alturas de este hermoso mundo, mientras el paramédico baila “¿Dónde te has metido, mi chévere guayabera?” y los padres tocan los timbales y las maracas para ensalzar tan ilustre suceso. ASI NACE el latino según la creencia bastante universalizada. Pónganle unos Beatles, unos The Who, unos Nirvana: no resulta. ¿Rock? ¿Y en inglés? ¿Cómo será eso posible? ¿En Latinoamérica, la tierra de la fiesta, el baile, el sol y los papagayos? ¡No puede ser! ¡Never, never, never!

Que el padre escuchaba Bach durante la infancia del niñito por lo que acabó tomándole el gustillo a la música docta. “¡No sea loco, ya! ¿Está enfiestado, cierto?¿Qué se tomó? ¡Deje de hablar tonteras!”

·Edelberto Mejías, de San Salvador, 24 años, soltero y sin hijos, escucha el “Ziggy Stardust” (David Bowie) mientras lee a Faulkner y toma un café. No fuma marihuana. “¡Váyase a molestar a su abuela quiere! ¿Es una joda de Tinelli, verdad? ¿Dónde está la cámara, dónde, dónde?”

·João Rosaudo, guitarrista de una banda de rock de Pernambuco reconoce un amplio abanico de influencias en su trabajo, las que van de John Lee Hocker a Robbie Krieger, Eddie Van Halen a Pat Metheny, Will Serguéiant a Kirk Hammett, entre otros. En su tiempo libre le gustan las películas de Bogart, jugar tenis y ver partidos de ajedrez por Internet. “¡No, hombre, no siga! ¡Me hace desternillar de risa! ¿Fumó algo? ¿Qué se metió por la mañana? ¿Un polivitamínico con té de coca, aderezado con plaquetas de Krusty el payaso? ¡Por favor!¡No siga! ¡No siga!”

Sea como sea y nazca como nazca, el latino llega al mundo. Y su destino tiene dos opciones: ser de los que no sabemos bailar… y ser de los otros: LOS ELEGIDOS.

“Chico Latino” en acción

¡No hay seductor más grande en la tierra! ¡No lo hay! ¡Qué modelo italiano, qué intelectual parisino, qué jeque árabe…! ¡Chico Latino la rompe! ¡He is THE man! ¡Imitado, jamás igualado! ¡Delfín alado repartiendo magia por la pista! ¡Qué garbo, desplante y encantadora arrogancia! ¡Maestría apolínea! ¡Perfección en cada movimiento! ¡No se mueve: esparce fineza, desenvoltura y encanto! ¿Qué son sus pies? ¿Ángeles? ¿Querubines? ¿Mariposas en vuelo? Nadie puede decirlo, aunque de sus tobillos nace el arcoíris. ¿Puede alguien resistírsele? No, no hay ser sobre el globo terráqueo que salga indemne frente a su embrujo: adolescentes y abuelitas; catedráticos; lumbreras del intelecto; aventureros y caza fortunas; desocupados y trabajólicos; hijos de su madre y de los otros; bailaores magistrales; aficionados; curiosos o fracasos totales del meneo, todos sin excepción ceden ante el embeleso de Chico Latino, que no se mueve en el mundo, es el mundo el que se mueve a “su” ritmo.

¿Fred Astaire, Travolta, Michael Jackson? Nada: mocitos empezando en esto del movimiento sabroso. ¡Chico Latino sí que sabe!

¿Y por cuánto lo tendremos en la Tierra brindando alegría, música  y pasión? Nadie puede decirlo con certeza. Es precisamente su calidad “etérea”, ese no dejarse atar por los problemas lo que le hace tan especial y querible, rodeándole de un aura benéfica de la que carece cualquier otro representante de un grupo humano. ¿Por qué la gente lo busca, lo sigue y ama a niveles que no se comprenden racionalmente? La respuesta radica en que Chico Latino desconoce complicaciones, dudas o preguntas y si llega a estar cerca de algo que se le parezca se aleja con sus zapatillas de viento a un mundo más grato y feliz.

Fuente: http://www.learntosalsadance.org/learn-to-salsa-dance/salsa-dancing-in-kanthasamy/

Chico Latino irradia contento. Esparce -con su movimiento- una fe incontrarrestable en las mayores esperanzas concebibles. Nadie se le resiste. Las mujeres menos, obviamente. Se lo pelean. Él -relajado, tranquilo, generoso- se deja querer. Luego, esparce su amor, sin excepción, pues su altruismo no hace distingos de ninguna especie. ¿Han visto a algún Chico Latino derrochando simpatía con alguna “señora de las cuatro décadas”, muy acaramelado y compartiendo un trago? Nada de extraordinario ni de turbio hay en ello: así de noble es. De desinteresado. De bondadoso. De magnánimo. Todo para la mujer, el “ser más bonito del Universo”, según sus propias palabras.

“LatinBoy” –también así conocido- es el 'Robin Hood' del amor: su destino es salvar de la tristeza, la soledad y la incomprensión a todas las mujeres de este mundo. Por eso es tan tierno y cariñoso con ellas. Incluso tiene un ideario. Sigue a pie juntillas ese credo atribuido a ese gran genio de la seducción conocido como Carlos Gardel: “Madre, ¿para qué voy a hacer infeliz a una mujer, si puedo hacer felices a tantas?”

Fuente: http://www.learntosalsadance.org/learn-to-salsa-dance/salsa-dancing-in-kanthasamy/

Da, da, da y sigue dando aún más, sin pedir nada. ¿Hasta cuándo durará su amor y encantamiento? Hasta que sienta el llamado de la naturaleza. Y el de sus pies, claro. Entonces, Chico Latino tomará su chaqueta, respirará hondo y partirá con rumbo incierto. Su destino siempre es incierto, pues nada lo “amarra” a esta Tierra en tanto ser libre, libre, libre, y que siempre estará libre. No puede ser de otra manera: tratar de detener o frenar sus impulsos es algo tan descabellado como intentar que el mar no tenga movimiento. Su única esclavitud es el apostolado que se ha autoimpuesto: entregar a todos Baile, Amor y Felicidad.

Chico Latino partirá para expandir aquél tesoro que hay en su corazón y su cuerpo divino y compartir su dicha y gracia. Pero antes, susurrará, repartirá la delicia de su voz en palabras gráciles como versos, acariciará -¡con sus manos suaves como el algodón!- y, en el instante supremo… besará, pero no, no será un beso, pues Chico Latino no besa: ofrece sus labios como si fuera la boca misma de Dios. Pues cuando Chico Latino besa…

 Geri Halliwell buscando a su hombre “con fuego en la sangre”.

…Y ustedes, chicas, pueden seguir soñando cuanto tiempo quieran. A ese Chico Latino que quisieran conocer para el resto de sus días: ese macho mitológico hecho para el baile, el amor y la felicidad y que no es ni de carne ni de hueso, sino de un material aún no concebido por la ciencia, casi sintético, plástico y que no se rompe ni cede nunca. Chico Latino no sabe de dolor, cansancio, ni aburrimiento.

Por mi parte, reconozco mi culpa, mi “pecado”, la degradación elemental y primera de mi ser: NO SÉ BAILAR. ¿Soy candidato a las penas del infierno? Obviamente, arder por la eternidad y que ese fuego no disminuya nunca. Merezco el destierro, la miseria permanente y la condena absoluta de todos mis congéneres, sin olvidar, obviamente, la del género femenino. Merezco justo y certero castigo y de no llegar me “daré con el látigo” por años hasta que haya aprendido la lección.

Lo único que les pido, amables damiselas, es que si se topan con uno “de nosotros”, uno de aquellos millones y millones de latinoamericanos que no sabemos bailar y nunca lo sabremos… no nos den la espalda, ni nos escupan, ni nos dejen hablando solos pues“también” somos seres humanos, “también” somos hombres y -¡oh, maravilla de maravillas! “también” somos latinos. Latinos de verdad: 100% latinos. Créase o no.

Aunque, claro, tal vez no me vendrían mal algunas clases de “baile latino”. ¿Quién sabe? ¿Y si en una de esas “Me Gusta”…?

(Foto del recuerdo: el autor a su llegada a Rusia, “improvisando”, tratando de sacar “el latino que llevaba dentro”)

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.

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