Científicos de todo el mundo alertan sobre la creciente desertificación de Sudamérica, causada por la tala del Amazonas. Esto puede llegar a producir una reducción de las tierras fértiles y por lo tanto de la producción alimentaria. El descubrimiento de los “ríos voladores” determina cuán importante es la reforestación y lo peligroso de la política brasileña de la poda controlada. El desafío de Brasil será el enfrentamiento con el lobby agrícola, que intenta avanzar sobre la Amazonia.
El subcontinente sudamericano posee un clima que favorece la producción de una gran variedad de alimentos que exporta al mundo. Las precipitaciones aportadas por la humedad de la selva amazónica permiten que las tierras sean propicias para la diversidad de cultivos.
Pero, recientes estudios demostraron que la aparente deforestación controlada por el gobierno brasileño, corta el ciclo del agua y propende a la desertificación de las tierras de casi todo el continente, afectando a la calidad y cantidad de las cosechas. Por eso, si no se revierte el proceso se puede llegar a un punto en el cuál la sequía de las tierras impida generar humedad que luego se transforme en lluvias. Varios ambientalistas brasileños están advirtiendo el peligro de que se genere este círculo del que aparentemente no hay salida, una vez que se ingresa en él.
Ríos voladores
El científico y piloto suizo Gérard Moss junto a su esposa la keniata Margi Moss, descubrieron la recirculación del agua, que viaja desde el Océano Atlántico y desde la selva amazónica, en pequeñas gotas transportadas por las corrientes de aire, para luego caer en gran parte de Sudamérica en forma de precipitaciones.
Moss, y la Fundación Brasileña para el Desarrollo Sustentable (FBDS) desarrollaron el proyecto en 2007, por el cuál siguieron en avión las corrientes de aire húmedo para detectar cuáles son sus rutas y además su origen: la selva del Amazonas y el mar. De acuerdo con sus investigaciones, cada árbol de tamaño considerable transpira unos 300 litros de agua diarios, que llegan a la atmósfera y pasan a formar parte de los “ríos voladores”. Además, un estudio del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil (INPE) indica que la Amazonia aporta cada día 20.000 millones de toneladas de vapor de agua.
De acuerdo con recientes entrevistas brindadas por el científico suizo, cada gota de agua en las nubes “tiene su ADN", es decir que se puede detectar si provienen del mar o de la transpiración de los bosques. Mediante las dos mil muestras, que fueron analizadas por el Centro de Energía Nuclear en la Agricultura de Brasil, Moss llegó a la conclusión que la selva amazónica es responsable de gran parte de las lluvias que caen además en Bolivia, Paraguay y el norte de Argentina.
La FBDS demostró que la cordillera de lo Andes actúa de barrera para que las lluvias se concentren en el espacio centro y este del subcontinente y no se dispersen hacia el Pacífico, con lo cual se crea el clima propicio para que crezcan los pastizales para alimentar al ganado y la región pueda exportar carnes y además cereales, frutas, azúcar, café y soja.
El peligro de la desertificación
En otras partes del mundo, los vientos suelen dirigirse desde los trópicos hacia el Ecuador, dejando libre de humedad zonas como los desiertos de Atacama, Namibia, centro de Australia, el Sahara y el sur de Estados Unidos. En cambio, en Sudamérica, con la excepción del norte de Chile, los vientos están cargados de agua, que aporta el sistema amazónico.
Sin embargo, la deforestación corta el ciclo del agua y produce el avance de las tierras desérticas por sobre las fértiles. El INPE advirtió, en un informe presentado en su sitio web, que la tala de bosques limita las precipitaciones, dado que la floresta amazónica emite vapores orgánicos que provocan la condensación y la lluvia. En cambio, la quema de pastizales, y bosques para destinar la tierra a la agricultura intensiva, produce emanaciones de polvo y cenizas que generan el efecto contrario, es decir que actúan como un freno a las precipitaciones.
De acuerdo con Moss, una de las pruebas de la existencia de los ríos voladores es que al existir una mayor deforestación y por ende una menor caída de precipitaciones, las zonas alejadas de la Amazonia como el estado de Rio Grande do Sul, sufren un aumento de la desertificación. Así, las corrientes de aire llevan menos humedad hacia el resto del continente.
¿Qué medidas se deberían tomar?
Evitar la “sabanización” de la Amazonia es el principal objetivo de acuerdo con los ambientalistas, dado que este tipo de climas son más secos y no producen tantas lluvias.
La meta de Brasil de reducir la deforestación al 80 % para 2020 es insuficiente, según el INPE, dado que ya se ha talado más de 600.000 kilómetros cuadrados. Para ese entonces, la producción de lluvias de la selva y el avance de la sequía va a limitar las tierras cultivables. Al ser un gran exportador de alimentos, Brasil, incide con su producción en el precio mundial. Una drástica reducción de estos productos va a generar otro incremento en los valores, lo que podría ocasionar una mayor hambruna a nivel global. Más aún, si Brasil, como Paraguay y Argentina destinan gran parte de su suelo a producir monocultivos, como la soja, que requiere de suelos húmedos.
Tanto Moss, como varios ecologistas aseguraron que la reforestación es la única vía para que el ciclo hídrico detenga la desertificación, ya que aún no se sabe cuál es el punto del cuál no se pueda retornar una vez que se expanda. Para ello, la presidenta brasileña, Dilma Rousseff deberá luchar contra los poderosos terratenientes locales, que cuentan con varias bancas en el Parlamento y con el lobby agrícola internacional, que en Brasil dispone de tierras de donde extrae los granos para luego realizar alimentos transgénicos.
De todas maneras, si no se impulsa la detención de la tala de bosques en el Amazonas, aunque esto vaya en contra de los intereses de algunas empresas, a largo plazo la sequía y la desertificación producirá pérdidas más graves e irreversibles.