La segunda ronda de conversaciones sobre Siria en Ginebra comenzó como se esperaba, con el anuncio de la interrupción de los combates en la asediada ciudad de Homs para que logren salir los cientos de civiles que aún quedan bajo fuego.
La oposición va a seguir planteando que se establezca un Gobierno de transición, con la renuncia de Bashar al Assad, hecho que ni si quiera es tomado en cuenta por los negociadores sirios. Por lo tanto, un avance en coordinar objetivos parece muy lejano.
En tanto, la oposición armada se dividió, dado que la guerrilla denominada 'Estado Islámico de Irak y el Levante', que era aliada de Al Qaeda pese a la negativa del actual líder y maestro de Bin Laden, Al Zawahiri, perdió la provincia petrolera de Deir al Zor a manos del Frente Al Nusra, el legítimo representante de Al Qaeda en Siria, apoyado por rebeldes moderados no religiosos.
Sin embargo, más allá de lo que planteen los negociadores de ambos bandos en Ginebra es importante conocer cuáles son los intereses de las potencias que también están sentadas en Ginebra.
Estados Unidos
Washington dio un giro en los últimos meses, ya que pasó de apoyar materialmente a la heterogénea oposición a cancelar el bombardeo anunciado sobre Damasco. Los sectores belicistas del Pentágono y del Congreso perdieron la pulseada contra el presidente Barack Obama, que sostiene que una operación militar contra siria no va a traerle beneficios al dominio de Estados Unidos en la región, sino que puede fortalecer a los yihadistas fanáticos que han tomado por ejemplo grandes extensiones de Irak, con el peligro de desestabilizar el negocio petrolero que las empresas occidentales mantienen allí.
De esta manera, Washington se distanció de Arabia Saudita, el principal promotor del extremismo en Siria y partidario del cambio de Gobierno laico por uno religioso.
Por su parte, el secretario de Estado, John Kerry, sostiene en Ginebra la postura de que Al Assad debe irse, pero no menciona públicamente que eso es tomado para la Casa Blanca como un hecho simbólico, dado que se mantendría intacto al resto del Gobierno y al Ejército.
Estados Unidos busca implementar en Siria la solución que adoptó en Egipto y en Yemen. En Egipto, apoyó el golpe para que los militares volvieran al poder, en Yemen forzó la renuncia del dictador Saleh para que lo suceda su vicepresidente.
Es decir, que en ambos países los gobernantes no han cambiado, y además ayudan a los intereses norteamericanos de mantener su influencia en Medio Oriente y de luchar contra Al Qaeda.
Rusia
Moscú ha defendido a Bashar al Assad desde el inicio de la crisis. Si bien Rusia ha cedido ante el avance occidental en Libia, Siria es una pieza intocable para su mapa geopolítico.
Negoció con Israel el establecimiento de soldados rusos en el territorio ocupado de las Alturas del Golán a cambio de no venderle a Al Assad misiles S-300, que podrían ser utilizados para derribar aviones israelíes que violaran el espacio sirio.
Por otro lado, Rusia tiene interés en los yacimientos de gas y petróleo en la zona siria del mar Mediterráneo, pero más le importa mantener intacto el eje chiita de resistencia contra Arabia Saudita, conformado por Irán, Irak, Siria y Hezbollah en el Líbano.
Al igual que en Ucrania el Gobierno de Putin prefiere que el presidente no caiga, a excepción de que logre consolidar otro aliado que mantenga intactos sus intereses. Por ahora, eso no sucede, por eso Moscú se opone a la salida de Al Assad.
Irán
Teherán no ha sido invitado a la conferencia de paz por oponerse rotundamente a la conformación de un Gobierno de transición sin su principal aliado regional, Al Assad, ya que esto aislaría al Gobierno persa.
Arabia Saudita
La caída de Morsi en Egipto y la pérdida de influencia de Catar dejaron a Arabia Saudita junto con Turquía como principal promotor del extremismo religioso en Siria. Su distanciamiento con Estados Unidos al haberse producido el acuerdo con Irán y un progresivo desinterés norteamericano por el petróleo saudí a medida de que EE.UU. intensifica el 'fracking' para extraer sus propios recursos han aislado al reino saudí en Ginebra.
Israel
El Gobierno de Benjamín Netanyahu suele bombardear posiciones militares sirias porque supuestamente desde allí se envían armas a la guerrilla Hezbollah, pero también anunció que va a combatir a Al Qaeda en Siria, dado que se está volviendo un problema regional que afecta a los intereses israelíes.
Palestina
De acuerdo con varios analistas, es posible que el fin de la guerra en Siria esté relacionado con las conversaciones de paz entre Israel y Palestina.
El plan norteamericano consiste en que Jordania administre los territorios palestinos bajo el Gobierno de Amman o bien bajo un Gobierno palestino independiente. Así los cuatro millones de palestinos que habitan en Gaza y Cisjordania pasarían a depender del dinero que Jordania obtendría de las donaciones internacionales para tal fin.
A esto se le podría sumar que los tres millones de palestinos que viven en Jordania serían nacionalizados.
El problema lo tendrían los palestinos exiliados en otros países, que perderían sus derechos.
El Gobierno sirio –sin Al Assad– sería el que dé el visto bueno y represente al mundo árabe en este acuerdo –junto con Jordania– a cambio de que EE.UU. no toque la estructura de poder del partido Baaz y del Ejército.
Por su parte, Israel debería ceder territorio ocupado, aunque sus colonos en Cisjordania podrían mantener su ciudadanía israelí. Quizás, este plan explique por qué Kerry amenazó con dureza a Israel con el boicot si no alcanza la paz con Palestina.