Solo transcurrieron dos meses desde que se celebraron elecciones municipales, en las que triunfó el chavismo. Un violento sector de la oposición, que no puede triunfar por la vía democrática, ha apelado a diversas tácticas anticonstitucionales desde 1999 para hacerse con el poder, manifiesta abiertamente que el presidente Maduro debe renunciar y no duda en utilizar como fuerza de choque a varios estudiantes, que han destruido edificios públicos.
Ya el 14 de abril pasado gran parte la oposición había desconocido el triunfo de Nicolás Maduro en las elecciones presidenciales.
Sin embargo la alianza opositora MUD está fragmentada. El excandidato presidencial Henrique Capriles descarta la posibilidad de que Maduro renuncie. Principalmente, el cálculo político que hace es que en esta Venezuela en crisis el Gobierno entrante sería muy débil, lo que podría reagrupar y fortalecer a los chavistas.
En cambio, los líderes Leopoldo López y la diputada Corina Machado llaman a derrocar a Maduro sin ningún pudor.
¿Golpe en marcha?
Aunque el presidente Nicolás Maduro lo niegue, este escenario difiere del 11 de abril del 2002 en el que Hugo Chávez fue despojado del poder durante 47 horas.
Los sectores opositores divididos no cuentan con la capacidad económica ni mediática que en 2002. Tampoco cuentan con un líder legítimo y popular, dado que López y Machado no movilizan gran cantidad de adeptos y Capriles ha caído en un gran descrédito por la sumatoria de derrotas electorales que le ha tocado experimentar.
Otro dato fundamental es que la oposición ha contado –en 2002– con el respaldo económico de ONG europeas y norteamericanas al estilo de las Revoluciones de Colores en Europa del este, es decir aparatos de propaganda y hasta armas financiados por estos grupos que tienen intereses concretos en que cambie el Gobierno.
Todo esto ha sido desbaratado en su mayoría por el Gobierno de Chávez, quien además creó peligrosas milicias civiles denominadas 'Tupamaros' o 'colectivos revolucionarios'.
Por otro lado existen sectores descontentos con la economía y con la altísima tasa de inseguridad urbana, que no deben confundirse con opositores golpistas, sino con ciudadanos que han visto decrecer su calidad de vida, pese a las oportunidades que les dio el Gobierno durante 15 años.
Esas protestas son legítimas, como también es el derecho del Estado a no permitir la violencia y cuidar el espacio público y a la gente.
Los errores de Maduro
Los medios internacionales se encolumnaron detrás de la oposición, tal como hicieron en 2002, difundiendo noticias e imágenes falsas, exagerando la represión policial y deformando la imagen del Gobierno de Venezuela.
Pero es cierto que existió una dura respuesta de la Policía hacia los estudiantes violentos, de ahí surgieron los muertos en la marcha del miércoles 12 de febrero pasado.
Si bien la oposición está débil, desunida, no puede ganar una elección y no cuenta con el poder económico de una década atrás, el oficialismo está atrapado en una espiral inflacionaria y en una renta petrolera que ya no puede sostener los subsidios como en el pasado, lo que crea un polvorín que podría explotar y dejar en la pobreza a una gran parte de la población, que había recuperado la dignidad con Chávez.
Es cierto que gran parte de las dificultades económicas venezolanas consisten en una desestabilización del mercado y una especulación con respecto a los productos importados y al precio del dólar por parte de la oligarquía local y de los operadores financieros internacionales, pero el Gobierno de Maduro no ha sabido solucionarlas, dado que el desabastecimiento de productos primarios llega hasta niveles ridículos.
El gigante estatal petrolero PDVSA ha sido recuperado por el chavismo para otorgar los subsidios y los planes sociales a la mayoría empobrecida por los años de neoliberalismo y exclusión económica.
Sin embargo, hoy el Estado debe recurrir al ajuste para poder seguir sosteniendo los pagos a los proveedores internacionales y las ayudas sociales, que son la base de su poder.
Conclusión
La oposición retrógrada no cuenta con las armas ni el poder económico de producir un golpe, como tampoco con una complicidad del Ejército. Sin embargo, los especuladores aún pueden alterar los mercados y así producir grandes daños a la ya golpeada economía venezolana.
Por otro lado, el Gobierno no tiene interlocutores que puedan dialogar con los sectores que reclaman cambios legítimos, ya que engloba a todos con el término de 'fascistas' sin discriminación y mantiene a las milicias civiles, que pueden llegar a producir más muertes.
Pero también hay que tener en cuenta que a pesar de las dificultades económicas el chavismo ha elevado el nivel de vida de las clases más postergadas y que eso genera resistencia por parte de los sectores poderosos y hasta de la clase media. Los intentos de desestabilización han sido innumerables y actualmente persisten.
La tentación de Washington de efectuar un golpe blando en Venezuela, que corte la cabeza de los países críticos del ALBA, crece con esta crisis y no se descarta que vuelvan a operar ONG financiando a la oposición para lograr tal fin.
Por eso, el Gobierno debe calmar las aguas, evitar censurar canales de TV opositores, dado que esto crea más violencia mediática contra Venezuela y además atenta contra la libertad de prensa, y demostrar con hechos –no con milicias– que el neochavismo puede hacer frente a la crisis económica, dejando a la oposición violenta, golpista y especuladora en evidencia.