No es la primera vez que Occidente echa al presidente ucraniano Yanukóvich del poder. En 2004, bajo la llamada 'Revolución Naranja', un fraude electoral planificado por ONG financiadas por la Unión Europea y Estados Unidos y que ya habían tenido éxito en Georgia un año antes alejó de la presidencia al entonces candidato prorruso. La reacción de Moscú consistió en utilizar su carta fuerte, el gas, contra Ucrania y por ende contra Europa, que junto con el quiebre de la alianza gobernante, debilitó a Kiev y le allanó el camino nuevamente a Yanukóvich a la presidencia por la vía democrática.
Sin embargo, la presión de Alemania de saltearse a países intermediarios del suministro energético ruso, como Ucrania y Bielorrusia, desembocó en una sociedad ruso-germana, que desalentó la construcción de gasoductos alternativos propuestos por compañías europeas, ya que el 25% del gas que las industrias alemanas consumen proviene de Rusia.
Algo similar sucedió con Italia y su empresa ENI, aliada con la rusa Gazprom. Lo cierto es que el gasoducto europeo Nabucco no vio la luz y a cambio se impusieron el South Stream y el Nord Stream rusos.
Libre comercio
Pero los hechos sucedidos en los últimos meses en Ucrania no responden solo a una cuestión energética, sino que la unión Europea en crisis necesitaba arrebatarle la Ucrania de Yanukóvich a Rusia para convertirla no en un Estado más de la Unión, sino en un buen cliente con un Tratado de Libre Comercio, que claramente no favorecía al país eslavo.
Es por eso que Yanukóvich evitó suscribir el acuerdo —como sí hicieron Georgia y Moldavia a fines de 2013—
y se refugió junto con Armenia en los brazos de la cada vez más preponderante Rusia.
Las industrias británicas, alemanas y francesas iban a destruir la producción ucraniana si el tratado se firmaba, dado que no existe competencia posible y además Europa se iba a beneficiar de la producción agrícola y de un nuevo mercado de consumidores compuesto por millones de personas.
Crimea es Rusia
Sin embargo, es importante destacar que casi la mitad de Ucrania es en realidad territorio ruso. La cesión de Crimea a Ucrania en 1954 es otra de las malas gestiones de la URSS, aunque esta vez el culpable no fue Stalin, sino su sucesor, Nikita Jruschov.
La presencia en Crimea de las fuerzas prorrusas era la reacción natural que Moscú iba a realizar, dado que el derrocamiento de Yanukóvich fue muy evidente y además —a diferencia de 2004—
hubo muertos, violencia de los manifestantes y una deliberada acción de francotiradores que dispararon a unos y a otros para generar más caos.
Aunque a Moscú no le interesan solo las zonas rusohablantes de Ucrania, sino que buscará como parte de su estrategia geopolítica volver a tener un aliado en Kiev, como lo fue Yanukóvich.
¿Cómo se destraba el conflicto?
Ucrania está en bancarrota, sin reservas de divisas y con una enorme deuda externa. La Unión Europea y el FMI, en lugar de condenar a los golpistas, adoptaron un paquete de ayuda económica al nuevo Gobierno, que tolera fuerzas de choque y hasta políticos nacionalistas de extrema derecha antisemitas y fascistas declarados, como por ejemplo el partido Svoboda.
Las conversaciones entre Obama y Putin no llevaron a un deshielo, por el contrario Estados Unidos impuso sanciones contra Moscú por la ocupación de Crimea, algo que Moscú niega pero evidentemente permite.
El hábil canciller ruso, Lavrov, que salvó a Estados Unidos de un gasto innecesario si se hubiese lanzado al ataque de Siria, ahora negocia con los cancilleres europeos que promovieron el golpe y con el expacifista John Kerry, que declaró "no se debe invadir a otro país basándose en razones inventadas con el fin de hacer valer sus intereses".
Sobran ejemplos de intervención militar estadounidense sin pruebas: Siria y las armas químicas, Irak y las armas de destrucción masiva.
Es posible que una mayor federalización de Ucrania sea la solución, es decir, su natural partición entre los ucranianos del oeste y los rusos étnicos del este y sur, dentro de un mismo Estado, pero con amplias libertades y autonomías regionales.
Como Alemania no está de acuerdo con la iniciativa norteamericana de expulsar a Rusia del G8, es probable que el entendimiento entre la canciller, Angela Merkel, y Putin logre destrabar el conflicto y así evitar una temida guerra, que, por sus actores, recuerda a las épocas de la Guerra Fría.
Mientras tanto, la propaganda y las demostraciones de poder dominarán la escena.
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