Opinión
Volvieron… y fueron millones (homenaje a la resistencia indígena)
¿Saben de donde viene la expresión “en fila india”? A veces el lenguaje se convierte en el mejor guardián de la memoria viva y de la historia silenciada. La realidad de la conquista de América poco tiene que ver con lo que las películas del Oeste o los libros de texto nos enseñaron desde niños, y se acerca más a un genocidio planificado que a la expansión natural de la “civilización” y las heroicas comitivas del séptimo de caballería. En aquella desigual batalla los indios nativos fueron perfeccionando sus técnicas de lucha para defenderse de la superioridad militar de los invasores. Para preparar las emboscadas y emprender la huida caminaban en hilera, pisando todos sobre las huellas del primero, confundiendo al enemigo al parecer una sola persona y dando origen a la famosa expresión “caminar en fila india”.
Aquel engaño funcionó entonces, y sigue funcionando ahora. Y así, cuando la dignidad indígena se levantaba en América, desde Canadá hasta la Tierra del Fuego y desde las conquista hasta nuestros días, los enemigos trataban de aplastarlos acabando con las cabezas visibles, pensando que todos, eran uno. Los conquistadores, la inquisición, el imperio, los caucheros, los militares, los dictadores, la CIA, los paramilitares, las corporaciones, la United Fruit, la Escuela de las Américas, los petroleros… exterminaron a los líderes indígenas para acabar con las rebeliones, pero tras cada asesinado surgían cientos de rostros sin nombre siguiendo las huellas en el camino grabadas.
Morían Bartolina Sisa, Túpac Amaru, Lautaro, Toro Sentado, Rodrigo Melinao o Vicente Menchú y les seguían alzándose por millares en las tierras del Cuzco, los altiplanos de Bolivia, los valles de Colombia, las selvas amazónicas o la montañas de Chiapas. Antes de ser atado a cuatro caballos, descuartizado y repartidos sus trozos por el Alto Perú, el líder rebelde Túpac Catari ya avisó que le seguían, aunque pocos le escucharan: “Volveré… y seré millones”.
Aquel engaño funcionó entonces, y sigue funcionando ahora. Y así, cuando la dignidad indígena se levantaba en América, desde Canadá hasta la Tierra del Fuego y desde las conquista hasta nuestros días, los enemigos trataban de aplastarlos acabando con las cabezas visibles, pensando que todos, eran uno. Los conquistadores, la inquisición, el imperio, los caucheros, los militares, los dictadores, la CIA, los paramilitares, las corporaciones, la United Fruit, la Escuela de las Américas, los petroleros… exterminaron a los líderes indígenas para acabar con las rebeliones, pero tras cada asesinado surgían cientos de rostros sin nombre siguiendo las huellas en el camino grabadas.
Morían Bartolina Sisa, Túpac Amaru, Lautaro, Toro Sentado, Rodrigo Melinao o Vicente Menchú y les seguían alzándose por millares en las tierras del Cuzco, los altiplanos de Bolivia, los valles de Colombia, las selvas amazónicas o la montañas de Chiapas. Antes de ser atado a cuatro caballos, descuartizado y repartidos sus trozos por el Alto Perú, el líder rebelde Túpac Catari ya avisó que le seguían, aunque pocos le escucharan: “Volveré… y seré millones”.
Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.
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