Hay ciertos aspectos en los que el presidente Barack Obama lleva adelante políticas de guerra aún más duras que las que impusiera el otro presidente George W. Bush. Por ejemplo, los bombardeos con aviones no-tripulados sobre Pakistán, Afganistán, Libia y otros lugares en los que los blancos no son sólo los supuestos “terroristas”, sino “todo hombre de edad militar en la zona será considerado como combatiente… salvo que la evidencia póstuma demuestre lo contrario”.
Según un extenso artículo aparecido en el matutino 'The New York Times' el pasado 29 de mayo, a los efectos prácticos, Obama ha impulsado lo que sólo puede describirse como una Doctrina de Guerra Total integrando las acciones de gobierno, militares y de guerra psicológica a través de los multimedios, bajo una única Doctrina.
El concepto de la “Guerra Total”, o sea, la guerra no sólo contra fuerzas militares, sino contra todos los civiles independientemente de su edad, sexo, y contra toda la infraestructura del país, se transformó en una terrible realidad en el siglo XX, potenciada por los descubrimientos científicos y el progreso tecnológico puestos al servicio ilimitado de la guerra. La Guerra Total hoy sigue muy viva y su principal impulsor son los Estados Unidos y sus Aliados.
Esto lo pretenden justificar en todos los frentes gracias a los multimedios adictos en los Estados Unidos, Europa y los demás países. En el caso de la Doctrina de Guerra Total de Obama, los multimedios acompañan la politica oficial de EE. UU., describiendo el asesinato de personas inocentes -que por mala suerte o casualidad se encuentran en el lugar equivocado, en el momento equivocado en que caen las democráticas bombas norteamericanas- como “combatientes militantes”.
En verdad, la Guerra Total requiere de una intensa y constante guerra psicológica para convencer a la opinión pública –propia y extranjera– de que “nuestros muchachos” pelean para “traer la paz y la democracia”; que siempre hacen “lo correcto” al matar “a quienes deben morir” porque amenazan a Estados Unidos, Europa, Israel y el resto de Occidente; en otras palabras, ellos solamente asesinan a “combatientes militantes terroristas”.
Así, se describen con eufemismos orwellianos todas las guerras conducidas por EE. UU., ya sea por sí sólo o junto con aliados como Gran Bretaña, la Unión Europea e Israel, o a través de otros países con gobiernos títere. La lista es muy extensa: Corea, Vietnam, Panamá, República Dominicana, Palestina, Egipto, Irak, Afganistán, Libia, Irán, África, Sudamérica, Camboya, Laos, Cuba, El Salvador, Islas Malvinas, Nicaragua, Granada, Serbia… La cantidad de muertos se mide en decenas de millones de personas y sigue aumentando.
¿A quién le tocará ahora? ¿A Siria? ¿A Irán? ¿Sudán? ¿Corea del Norte? ¿Venezuela? Luego del 11 de septiembre 2001, las cosas pasaron de mal a peor…
Hoy el mundo se enfrenta a una superpotencia hegemónica crecientemente fuera de control, que alberga a un pequeño, compacto pero extremadamente poderoso grupo de Señores del Poder enquistados profundamente dentro de su estructura de poder pública y privada, que así controlan armadas y fuerzas aéreas invencibles, ejércitos de altísima tecnología, bomberos no tripulados, satélites militares, bombas de tipo napalm, de racimo y de profundidad, vigilancia electrónica, y hasta armas secretas como las aún no esclarecidas instalaciones del proyecto HAARP.
Agreguemos a todo esto las decenas de miles de misiles de largo alcance y bombas nucleares apuntadas a determinados países en manos del exclusivo club nuclear occidental –Estados Unidos, Reino Unido, Francia e Israel– y vemos entonces cómo las cosas toman un cariz realmente muy oscuro.
Todo ello avalado por financiamiento ilimitado –tanto oficial como clandestino– por EE. UU. y sus Aliados. Y cuando el dinero empieza a ralear, bueno… siempre existen “otro medios y fuentes…”. Es cuando los servicios de inteligencia como la CIA lavan y reciclan billones de dólares provenientes del tráfico de drogas, armas y del crimen organizado en general, para financiar operaciones encubiertas, ilegales e inconfesables; o cuando cada tanto se atrapa a algún alto funcionario de gobierno conspirando en operativos del tipo Iran-Contras…
Todo ello conforma la política de “Guerra Total, estilo USA”. Ya no se trata de la guerra total contra algún país en particular, sino contra todos los países que EE. UU., Reino Unido, Francia e Israel consideran que “apoyan a los terroristas”, o que insisten en mantener gobiernos nacionales soberanos que a ellos no les agradan, o –más pragmáticamente– países bendecidos con enormes riquezas petrolíferas, gasíferas, minerales, y de agua y alimentos sobre las que poderosas multinacionales como Exxon, BP, Monsanto, Chevron y Barrick Gold desean echar mano para luego reciclar los billones de dólares en ganancias a través de los consabidos bancos JPMorganChase, Goldman Sachs, CitiCorp, HSBC, Deutsche Bank… Todo queda en casa…
La maquinaria de Guerra Total, estilo USA le cuesta billones de dólares y euros a los contribuyentes norteamericanos, británicos y europeos, a lo que debemos agregar los billones más creados de la nada por los bancos centrales Europeo y de la Reserva Federal de EE. UU., lo que erosiona aun más al dólar y al euro, de forma tal que a fin de cuentas, todo el mundo termina pagando la factura de la Guerra Total de EE. UU., a través de la erosión de estas monedas globales.
Y para aquellas decenas de millones de norteamericanos y europeos que creyeron que Obama “cambiaría las cosas” inaugurando un “mundo más pacífico y gentil”, que no se confundan: en materia de politica exterior estadounidense jamás hubo ni habrá sustanciales diferencias entre republicanos y demócratas.
De manera que si usted se encuentra caminando por las calles de algún pueblo o ciudad de Pakistán o Afganistán y, por casualidad, pasa cerca de algún “blanco terrorista” y es matado por una bomba teledirigida norteamericana, usted ya no será clasificado como una “baja civil”; ni siquiera como “daño colateral”. No señor: ¡la Doctrina de Guerra Total Obama lo acaba de convertir en un “militante combatiente terrorista”!
Naturalmente, cuando estas bombas teledirigidas asesinan a 30, 40 o 100 civiles que EE. UU. oficialmente clasifica como “terroristas militantes”, ellos saben muy bien que no tienen la más remota idea de a quiénes acaban de asesinar: podría ser un muchacho entregando pizzas, o el lechero, o un alumno de colegio secundario, o un vendedor de diarios o… ¿¡pero eso qué importa!? Sólo basta con clasificarlos como “militantes combatientes terroristas”, cerrar el parte militar yanqui y… ¡a otra cosa!
Total, lo importante es saber que los multimedios occidentales disciplinadamente informarán al mundo que “más terroristas militantes” acaban de ser matados en la “Guerra Total de EEUU contra el Terrorismo” (o la del Reino Unido, o la de la Unión Europea, o la de Israel…).
Y no vaya usted a atreverse a pensar que la Doctrina Obama no conlleva “justicia yanqui”, pues si luego que lo asesinan se “demostrara póstumamente” que usted en realidad no era ningún “terrorista militante” sino solo un pobre tipo que salió a pasear el perro, entonces la generosidad yanqui puede que lo reclasifique como “baja civil”; o incluso hasta que lo honren llamándolo “daño colateral”. ¡Uy, ya me estoy sintiendo mejor!
Cuando Estados Unidos de Norteamérica inició su Guerra Total Global contra el Terrorismo, estas tácticas mortales, hipócritas, criminales, inhumanas y mentirosas se transformaron en parte integral de la “democracia” de estilo occidental que han lanzado sobre nuestro pobre planeta.
Hoy, miles de millones de personas se preguntan a dónde nos está arrastrando todo esto; ¿cuándo se detendrá?
En rigor de verdad, la pregunta clave es más bien: ¿Cómo puede la humanidad detener a un grupo de países inmensamente poderosos que parecieran haber quedado totalmente fuera de control?
Si alguna vez hemos de lograr aunque más no sea una Paz Parcial, primero debemos ponerle fin a la actual locura de la Guerra Total.
Adrian Salbuchi es analista político, autor, conferencista y comentarista en radio y TV de Argentina. www.asalbuchi.com.ar
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