La piña costarricense es un emblema de exportación y su fama se extiende por todo el mundo. Pero en la nación tica el abrupto crecimiento en el monocultivo de esta fruta ha causado un conflicto entre productores y los grupos conservacionistas.
Los activistas argumentan que el descontrol en la siembra de la piña ha causado contaminación en las aguas y también profunda deforestación en un país que se toma muy en serio la conservación del medio ambiente.
"Costa Rica produce el 50 % de la piña que se consume en este momento en Norteamérica y en Europa", señala Kifah Sasa Marín, oficial de Desarrollo sostenible y resiliencia del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
De este modo, solo este pequeño país con cerca de 58.000 hectáreas abastece la mitad de algunos de los principales mercados de esta fruta a nivel global, destaca Marín.
El problema en torno a este tema consiste en que las empresas extranjeras que exportan la piña costarricense "vienen al país, utilizan el suelo y los recursos naturales" y se llevan la cosecha mientras que "aquí mucho no nos queda", opina Sofía Barquero, abogada ambientalista y asesora legislativa en la Asamblea de Costa Rica.
Por este motivo, estas compañías "son escandalosas" ya que en su gran mayoría eligen "al margen de la ley", añade Barquero, e insiste: "En Costa Rica, la [empresa] piñera que se ajusta a la norma es la excepción, entonces por eso tenemos el caos ambiental que tenemos".
"Las transnacionales tienen una cara de nacional pero finalmente son las que están dominando la escena", comenta a su vez Muricio Álvarez, presidente de la Federación Ecologista de Costa Rica. Y continúa: "A nivel de fuerza política tienen más poder incluso que el mismo Estado".
En opinión de Marín, para resolver esta cuestión es necesario que "las instituciones públicas, la sociedad civil y el sector privado trabajen en conjunto para articularse para encontrar soluciones".