Afirman que sus investigaciones tienen fines médicos, pero no permiten la supervisión internacional, no solicitan permisos de las autoridades locales, no comparten sus hallazgos en los circuitos científicos… es más, no existen, según algunos funcionarios estadounidenses. Con tantos noes las sospechas surgen. Y con razón: son los biolaboratorios de EE.UU., cientos de ellos, por todo el mundo, y sobre los cuales el conflicto en Ucrania está arrojando una luz inquietante, por decirlo con suavidad.