Después de la firma de los Acuerdos de Minsk sobre el conflicto armado en Ucrania, el 12 de febrero de 2015, las tropas gubernamentales y las milicias de Donbass retiraron el armamento pesado a la misma distancia de la línea del frente. Sin embargo, ese movimiento entre las partes enfrentadas dejó en medio a cientos de poblados.
Los pueblos, poblados y pequeñas aldeas que quedan en la línea del frente han sido bautizados por sus propios habitantes como la "zona gris". Allí, las personas se han convertido en testigos involuntarios de una guerra continuada y en las principales víctimas de la continuación de la guerra civil.
En la aldea de Alexándrovka, por ejemplo, la cotidianidad queda reducida a la supervivencia. Las tareas más sencillas como cambiar un bombillo, tener agua o dar un paseo están siempre acechadas por el riesgo de muerte, y eso lo sabe Alexánder, uno de los residentes más conocidos de la zona gris porque es el último electricista que quedó en el lugar.
Reparar los cables eléctricos después de un ataque es una de sus tareas, aunque cada vez que se sube por los tejados queda en el punto de mira de los francotiradores ucranianos. Su labor diaria implica anotar en un cuaderno todas las llamadas para arreglar las instalaciones estropeadas.
A pesar de que se suponía que el conflicto no afectaría a estas poblaciones, la guerra terminó anegando las calles de Alexándrovka, donde los soldados ucranianos seguían la ofensiva y violando los acuerdos.
El registro personal de Alexánder se convirtió, a su manera, en una verdadera crónica de una guerra no declarada. Pero el 16 de enero de 2015 no hay ni una línea escrita en el cuaderno: ese día, toda su familia murió por el fuego de mortero.
A pesar de que se suponía que el conflicto no afectaría a estas poblaciones, la guerra terminó anegando las calles de Alexándrovka, donde los soldados ucranianos seguían la ofensiva y violando los acuerdos.
De hecho, durante varios años, los combatientes de las Fuerzas Armadas de Ucrania se acercaban a Alexándrovka cada vez más hasta que lograron ocupar los alrededores del pueblo. En los medios de comunicación de Kiev denominaron con orgullo esta táctica de eliminación de la zona neutra como una 'ofensiva de arrastre', a pesar de que era contraria a todos los acuerdo de paz.
El propósito de estas ofensivas en los pueblos era la limpieza de la 'zona gris', lo implicaba el despliegue de verdaderas operaciones de combate que incluían el uso de maquinaria pesada, una estrategia que los militares ucranianos admitían sin tapujos y aplicaban en toda la línea de demarcación.
Ante ese avance, las milicias populares de las repúblicas de Donbass están obligadas a responder de la misma manera. De este modo, las calles de las aldeas y pueblos se convierten una a una en la línea del frente.
Una cotidianidad bélica
A pesar de la constante violación de los acuerdos de paz y la certeza de vivir en un campo minado, la gente trata de seguir sus vidas conviviendo con la guerra en casa. Es el caso de la familia Vyrovski, cuyo sótano se ha convertido en su lugar principal de residencia, mientras que sus huertos han mutado en zonas de peligro inminente.
Dormir con bombardeos y pasar semanas sin agua ni electricidad es parte del paisaje habitual, del mismo modo que para muchos soldados ucranianos los disparos a civiles son una táctica para expulsar a los residentes prorrusos de los territorios no controlados por Kiev.
Tatiana, una de las habitantes de la 'zona gris', admite que esa familiaridad con la guerra es tanta que a su hija ya no le afecta el constante asedio de las milicias ucranianas: "No reacciona en absoluto. De verdad. Le da más miedo una tormenta eléctrica que un bombardeo", dice.
Para seguir conociendo de cerca la otra realidad al interior de estos territorios y cómo sobreviven los habitantes en medio de la línea de fuego con la guerra como rutina, les invitamos a ver el documental 'Donbass: la zona gris', que recoge sus voces a lo largo de ocho años de conflicto.