La acería Azovstal y su enorme territorio, que incluía vías subterráneas, túneles y refugios antibombas, se convirtieron en el último refugio del batallón Azov en Mariúpol. Durante dos meses de encarnizados combates, el ejército ruso y las fuerzas de la República Popular de Donetsk obligaron a los militares ucranianos a dejar la ciudad y retirarse al interior de la planta, donde unos 2.500 efectivos quedaron atrapados en los talleres y búnkeres de lo que parecía una fortaleza inexpugnable.