En Turkmenistán hay un dicho que reza: "El caballo es como las alas del turkmeno y la alfombra para su alma". Este país de Asia Central es la cuna de los caballos Ajal-Teké, una raza cuya belleza fue destacada en la antigüedad por el historiador griego Heródoto. Estos prodigios equinos, que reciben su propio pasaporte con nombre y apellidos tras rigurosas pruebas genéticas, son considerados nada menos que un tesoro nacional y su existencia se reivindica en el arte, los deportes y la cultura.