En la entrevista a RT, Martín Almada, el reconocido activista y defensor de los derechos humanos paraguayo, recuerda el 22 de diciembre de 1992, día en que "entró en el túnel del tiempo" al encontrar "cuatro o cinco toneladas" de documentos relativos al Plan Cóndor que, según el activista, demuestran "la impunidad que reinaba" en América Latina de aquella época; no solo en Paraguay, sino también en Argentina, Brasil, Bolivia, Chile e Uruguay.
Aunque Paraguay fue el único país donde se pudo "sorprender al Ejército", Almada está convencido, a raíz de estos documentos, de que "todos tienen sus archivos de Cóndor".
15 años de investigación
El descubrimiento de estos documentos fue fruto de 15 años de investigación que Martín Almada llevó a cabo durante su exilio en París.
En 1992, aunque ya había caído la dictadura en Paraguay, muchas personas aún negaban que existiera la Operación Cóndor y le decían que estaba loco cuando hablaba de sus torturas. Al volver a Paraguay solo encontró a un juez dispuesto a apoyarle en la búsqueda de los documentos: José Agustín Fernández.
El activista recuerda que, en el momento de hallar los archivos, "lloró de alegría", ya que "desafió a los seis Ejércitos" que le torturaron y también al Ejército de Estados Unidos.
"Me torturaron, no declaré, no delaté a nadie; perseguí, investigué silenciosamente hasta que, un día, llegué al nido de ellos, les sorprendí a ellos", cuenta Almada, quien añade: "No creyeron, pues yo en ese momento era invisible, yo no era nada, yo no me dedicaba a nada. Y, de repente, me hice visible y esto fue un misil contra ellos".
Las torturas que sufrió le inspiraron un constante y ardiente deseo de justicia. "Yo quería justicia y yo tenía permanentemente un fuego interior muy fuerte", relata.
"Terrorista intelectual"
Volviendo a sus tres años en la cárcel, entre 1974 y 1977, Martín Almada detalla que, en el Paraguay de aquella época, "el combustible de la dictadura fue la ignorancia y el miedo" y estaba "prohibido leer y pensar".
Por aquel entonces era maestro en la escuela y luchó por una mejora de las condiciones de vida de ss compañeros, razón por la que "cayó muy mal" al Gobierno. "Para el Gobierno, yo era impotable", sostiene.
Se sentía rodeado por la Policía secreta de Paraguay, pero aún no creía que fueran a arrestarle y torturarle. Sin embargo, esto fue lo que sucedió en 1974, cuando la Policía secreta le llevó a Asunción, donde le interrogaron militares de seis países latinoamericanos. Le prometieron "todos los honores" si colaboraba con la Policía secreta, pero ni siquiera les habló. Entonces, revisaron el contenido de su tesis, le declararon "terrorista intelectual" y le torturaron.
También estuvo preso en Interpol que, en su opinión, "debe pedir perdón a América Latina" por su colaboración con el Plan Cóndor.
Mientras tanto, la esposa de Almada, según descubrió posteriormente, oyó por teléfono cómo le torturaban y, cuando le dijeron que había muerto, falleció de un infarto. A Almada le dijeron que su esposa se había suicidado, cosa que nunca creyó.
"¡El 'Cóndor' sigue volando!"
"Yo entré débil, salí de acero, desafiando a los Ejércitos de América Latina, desafiando al Gobierno norteamericano, desafiando a [Henry] Kissinger, y sigo desafiando hasta ahora", señala Martín Almada.
"Estoy recorriendo el mundo contando que el Cóndor sigue volando ahora. Mi trabajo es denunciar, no les tengo miedo", agrega este activista, para quien los ejemplos de Paraguay, Honduras, Argentina y, ahora, Brasil demuestran que el Plan Cóndor, "el mismo operativo de siempre", sigue vivo.
"¡Nunca más!"
Sobre la situación actual en su país, este defensor de los derechos humanos denuncia que "los nostálgicos de la dictadura aún están en el poder", mientras que quienes fueron las víctimas no tienen acceso.
De la misma manera, la Justicia de Paraguay, que antes estuvo al servicio de la Policía secreta, hoy lo está al de estos políticos nostálgicos de la dictadura. "Hasta hoy, la segunda piel del paraguayo es el miedo", lamenta Almada.
Asimismo, subraya que, "lastimosamente", Paraguay ha copiado su transición a la democracia de España, que "es un mal ejemplo", ya que "salió Franco y quedaron todos los franquistas" hasta hoy en día.
Para Almada, "la memoria es un espacio de lucha política" y su tarea en ese apartado consiste en tratar de "mostrarle a la juventud qué fue lo que pasó y decir: '¡Nunca más!'"