"Haber perdonado a las FARC me limpió, me liberó de tantos sentimientos negativos, pero sobre todo me sanó", confiesa la esposa de Juan Carlos Narváez, uno de los diputados asesinados por los guerrilleros. Fabiola Perdomo, quien ahora es directora territorial de la Unidad para las víctimas en Colombia, se ha quitado un peso de encima al enfrentarse cara a cara con los asesinos de su marido que la dejaron viuda y a su hija, huérfana de padre.
Sentía que no podía rehacer su vida, que no iba a volver a sonreír, pero al revivir frente a los victimarios todo el dolor y los sentimientos negativos que había guardado durante muchos años, su vida y actitud cambiaron. "Ya me sonrío", comenta Perdomo, que ya no quiere ser víctima del conflicto, sino "constructora de paz". A su modo de ver, encontrarse frente a un victimario, por muy doloroso que sea, es necesario, ya que solo en ese instante "puedes sentir que es el momento de empezar a pasar la página".
Descargar el dolor, la rabia, el odio y los miedos mirándoles a la cara a los victimarios durante cinco horas fue una "catarsis" que ayudó a superar la desoladora situación, señala Perdomo, quien agrega que la actitud de las FARC, que antes eran "arrogantes y prepotentes", ha cambiado. "Como víctima, prefiero que me reconozcan –el daño que me hicieron–, que me pidan perdón, que me cuenten la verdad de lo que pasó", explica.
De la importancia de poner fin al sangriento conflicto a Fabiola no le queda ni la más mínima duda, porque "si no paramos la guerra, a cualquiera lo puede tocar". "Nunca creímos que iba a tocar nuestra casa porque vivíamos en la ciudad", recuerda Perdomo, a cuyo su esposo "lo sacaron de su sitio de trabajo" en pleno centro. Ahora para ella lo más valioso es parar la guerra, desarmar a las FARC y reparar a las víctimas. "Si no hay reconciliación, va a ser muy difícil que tengamos una paz estable y duradera", alerta.