"Mi padre necesitaba vacas y no a mí": El terrible lugar donde las niñas son moneda de cambio

En algunas regiones de Tanzania, las niñas de entre 12 y 16 años son intercambiadas por sus familias por vacas para casarse con hombres mucho mayores. En estos lugares se acepta con naturalidad una terrible realidad: las vacas tienen más valor como moneda de cambio que las propias menores, de las que uno puede prescindir. Las autoridades y algunos activistas intentan acabar con esta tradición, pero chocan con la incomprensión de unos pueblos que no ven nada malo en estos casamientos acordados.

"Tenemos solo una hija, por eso tenemos pocas posibilidades de obtener vacas. Solo mediante su casamiento", cuenta a RT la madre de Maasa, de 13 años. La mujer explica que en su sociedad "es mucho más importante conseguir vacas" que mantener a sus sucesoras en casa.

"También tengo hijos, un día se casarán y sus mujeres vendrán a vivir con nosotros. Así que de todas formas tendremos muchachas en nuestro hogar", explica.

"Mi padre no me necesitaba"

Kristina, de 13 años, se encuentra actualmente en una residencia especial para las víctimas del matrimonio infantil. La menor cuenta que sus padres escaparon cuando la policía procedía a realizar el arresto durante la celebración de la ceremonia matrimonial doméstica.

"Mi padre necesitaba vacas y no a mí. Debe de estar furioso conmigo por perder las vacas", se lamenta.

En la última sesión del Parlamento de Tanzania se aprobó una nueva enmienda a la ley de educación que estipula que si un hombre contrae matrimonio con una mujer menor de 18 años será condenado a 30 años de prisión al igual que sus progenitores.

"Las niñas educadas no tienen valor"

Un ciudadano tanzano entrevistado por RT afirma que "los hombres quieren casarse con niñas muy jóvenes", ya que así se adaptarán "más fácilmente a su nueva familia". "Las niñas educadas no tienen tanto valor, no son buenas amas de casa. Quieren tener su propia opinión sobre todo, están malcriadas", explica.

Por su parte, Paolo, activista, destaca que "hablar con ellos no sirve de nada" y advierte de que se necesitan medidas "más duras".

"Intento explicárselo diciendo: estoy construyendo una casa porque no cambié a mi hija por unas vacas, sino que le di una educación. Ahora ella trabaja para la policía, cobra un buen sueldo y me ayuda económicamente. Entonces la gente comienza a entender que las niñas pueden ser más útiles si no las intercambian por vacas", concluye.