En San Francisco del Chañar, una de las localidades más antiguas de Córdoba (en Argentina), comenzó la historia de Ernesto Guevara que lo convertiría en la leyenda y el mito que es hoy. Aquí fue donde el entonces estudiante de medicina conoció a Alberto Granados, que trabajaba como bioquímico en uno de los mayores leprosarios de América del Sur, convertido hoy en un hospital geriátrico.
Entonces, la lepra estigmatizaba a los enfermos, que acaban recluidos en pabellones por miedo al contagio. Sin embargo, ni Ernesto ni Alberto tenían prejuicios sobre la enfermedad. Este fuerte compromiso social fue el que les llevó a iniciar, en enero de 1952, una aventura por varios países de América Latina, que los cambiaría trascendentalmente.
Juan Martín Guevara, hermano pequeño del Che, recuerda como su pérdida no es solo suya, sino universal: "Yo soy hermano de sangre de Ernesto Guevara y soy compañero de ideas del Ché. Las dos cosas están juntas, no las puedo separar. Creo que la perdida es una perdida de todos, como compañero. Y la perdida como hermano, es tu hermano, un hermano querido, por más que sea lejano en el sentido de la distancia".
Chile y Venezuela, se forma el espíritu
Parte de la travesía por Chile fue un frustrado intento de llegar a la Isla de Pascua y los siempre frecuentes problemas con 'la Poderosa', la moto que los había acompañado durante más de 2.000 kilómetros pero que en la capital, Santiago, los dejó definitivamente tirados. Sin embargo, su viaje siguió por los Andes hacia el Norte, hasta cruzar a Venezuela, justo cuando se cumplían siete meses desde el inicio de su aventura.
En Caracas, la imagen del revolucionario argentino forma parte de sus calles y su huella ha permanecido durante todos estos años. Pablo Sepúlveda Allende, médico y nieto del expresidente de Chile Salvador Allende, recuerda que gracias a Ernesto Guevara se comprendió que la salud es "un proceso que está ligado a las condiciones de pobreza". "Solo superando las condiciones de pobreza y explotación, transformando la sociedad, lograremos buenas condiciones de salud para las grandes mayorías", añade.
En Venezuela, el Che se despide de su amigo Alberto Granado. Sin embargo, de vuelta a Buenos Aires, donde se gradúa en medicina, decide emprender un segundo viaje, que le llevaría a Bolivia, Perú, Ecuador, Panamá, Costa Rica, El Salvador y Guatemala.
Guatemala, nace el Che
En diciembre de 1953, el Che llega a la Ciudad de Guatemala entusiasmado por conocer la reforma agraria impulsada por Jacobo Árbenz, a la que se oponían las multinacionales por favorecer las condiciones de trabajo de los empleados.
En este país, también conoció a su futura esposa Ilda Gadea, una exiliada peruana de ideas marxistas, dirigente del APRA. También comenzó a mantener contactos con el movimiento 26 de julio, un grupo de cubanos que concordaban con las ideas de Fidel Castro y que le dieron a Ernesto el apodo con el que hoy se le conoce mundialmente.
"Vienen los cubanos del movimiento del Cuartel Moncada y, precisamente, esa relación, que va a ser muy especial, y el trato que va a tener con ellos, especialmente con Nico López, es de donde viene el apodo clásico que ha llegado hasta después de su muerte, Che, porque era argentino", explica Miguel Álvarez, historiador.
En verano de 1954, tiene lugar el golpe militar organizado por la CIA y el coronel Castillo contra Árbenz, que dejará en Ernesto un aprendizaje clave, plasmado en una carta a su madre: 'La liquidación del Ejército como el verdadero principio de la democracia'. Así, en septiembre, abandona el país rumbo a México, siendo consciente de que para ser revolucionario lo primero que hay que tener es revolución.
De México a Cuba, guerrillero heroico
Ya en Cuba, Ernesto Che Guevara sería bautizado como el 'Guerillero Heroico'. Su legado se puede ver en numerosos pueblos de Sierra Maestra, donde los residentes lo recuerdan más allá de sus responsabilidades militares. El revolucionario argentino enseñó a leer y escribir a los campesinos, editó un periódico y fundó una emisora de radio para hacer llegar su voz a los pueblos.
"En Santa Clara fue un gran estratega, no solamente en dirigir, sino en organizar el combate. Él coordinó con los clandestinos aquí, que fue lo que hizo posible la toma de la capital de la provincia, donde permanecían más de 3.000 gentes armados", recuerda José Mendoza Argudín, compañero de lucha del Che, sobre la batalla de Santa Clara.
Así, el 1 de enero de 1959 triunfa la revolución cubana y el Che se traslada a la capital, La Habana, para incorporarse al nuevo Gobierno. Sin embargo, en 1965, comenzaron los rumores sobre los supuestos enfrentamientos con Fidel Castro y, poco después, Ernesto Guevara desapareció de Cuba.
"Mi papá no se fue a otro planeta a luchar, se fue a tratar de hacer un mundo más justo para todos nosotros, y nosotros estamos incluidos en ese mundo. Así que mi papá no se fue a luchar por un sueño tonto, se fue para buscar un mundo mejor, también para sus hijos", explica Aleida Guevara March, hija del revolucionario, a aquellos que afirman que el Che antepuso su ideología a su familia.
Bolivia, el final del inicio de la leyenda
Después de abandonar Cuba, el argentino se dirige a Bolivia para continuar su lucha. Sin embargo, es aquí donde terminó su ilusión libertaria. El 8 de octubre de 1967 es herido y capturado en la Quebrada del Yuro y trasladado a la localidad de La Higuera, donde permaneció preso 24 horas antes deser ejecutado. Cuentan que, incluso, entonces, exigió a su verdugo que apuntase bien, que iba a matar a un hombre.
Poco después, el Ejército boliviano trasladó su cuerpo a Vallegrande. El revolucionario argentino fue expuesto como un trofeo de guerra con el objetivo de demostrar lo que les podría suceder a quienes tuviesen sus ideas. En 1997, sus restos fueron hallados en una fosa común y trasladados a Cuba, donde nacía la leyenda.
"¡Gracias, Che, por tu historia, tu vida y tu ejemplo! (…) Como ves, esta tierra que es tu tierra, este pueblo que es tu pueblo, esta revolución que es tu revolución, siguen enarbolando con honor y orgullo las banderas del socialismo (…) ¡Hasta la victoria siempre!". Así lo despedía Fidel Castro en una ceremonia pública multitudinaria.