Cosmos: rutas abiertas

Cada viaje al espacio del cosmonauta Fiódor Yurchijin es un mal trago para sus seres queridos, conscientes de la impotencia de un ser humano frente a la inmensidad del cosmos en caso de que algo vaya mal. Antes de cada despegue, intensos y contradictorios, los sentimientos se atropellan: añoranza y orgullo, miedo y confianza, responsabilidad y voluntad. Manejarse entre ellos es una tarea a la que Fiódor Yurchijin y su familia se enfrentan con una sencilla estrategia: pensar siempre en el otro.

El protagonista de este programa es Fiódor Yurchijin. Durante 11 años, los médicos no certificaron que fuera apto para protagonizar una misión espacial por su edad y hasta le dijeron en algún momento que nunca lo lograría. Pero Yurchijin —quien entonces trabajaba como ingeniero en el programa espacial de Rusia— intentó superar las pruebas médicas en más ocasiones, ya que su sueño siempre fue ir al cosmos.

Finalmente, le seleccionaron como candidato cuando tenía 38 años y fue a la Estación Espacial Internacional durante tres meses antes de cumplir 44. La experiencia le gustó tanto que participó en otras cuatro misiones. A punto de entrar en su sexta década de vida, no está seguro de que haya tenido suficiente.