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Resulta difícil entender que alguien entregue su amor, su cariño y tal vez su pasión a 40 kilos de plástico, por mucho que le hayan dado la forma de una adorable jovencita. Así y todo, en Japón la producción de muñecas de tamaño real apenas logra cubrir las demandas afectivas de una población que cada vez siente un menor interés por las relaciones, siempre problemáticas, con seres de carne y hueso. Y las consecuencias de ello superan con mucho en gravedad y amplitud a las pesadumbres personales.

En los próximos 30 años, la población de Japón puede reducirse en un tercio. Entre las personas mayores de 50 años, una de cada cuatro nunca ha tenido una familia. Al mismo tiempo, la producción y comercialización masiva de juguetes sexuales de nueva generación marcó el inicio de una nueva era en las relaciones entre personas y muñecas.

Senji Nakajima tiene 62 años. Sus hijos hace tiempo que son mayores y ahora viven en otra ciudad. A pesar de estar casado, vive separado de su esposa y se siente feliz con la muñeca Saori, con la que afirma vivir en armonía. "Los valores de los hombres han cambiado a peor en los últimos años. Las mujeres han perdido toda la confianza en que vivir con un hombre les garantice un futuro próspero", indica Natajima, agregando que, en consecuencia, "la gente prácticamente ha perdido el interés por casarse".

En cuanto a su pasión por las muñecas, opina que "si la sociedad reconoce que hay muchas personas así, desaparecerán los prejuicios". "La actitud hacia las muñecas cambiará a mejor, creo yo", agrega Nakajima.

"Los hombres japoneses están bajo una presión enorme. Si no ganan bastante dinero, las mujeres no quieren estar con ellos", subraya a su vez Mayumi, asistente de producción en Tokio. Al mismo tiempo, opina que los nipones tienen problemas a la hora de conectar con otras personas. "No somos capaces de comunicarnos", admite.

"Vivo sola. No tengo familia, además, soy hija única, no tengo hermanos ni otros familiares. Así que cuando mueran mis padres, me quedaré sola", confiesa Mayumi. 

"El mayor problema en Japón es el descenso de la tasa de natalidad y la disminución de la población", asevera Kanako Amano, del Instituto de Investigación NLI. "De hecho, ya lo califican de catástrofe nacional, […] Los japoneses nos hallamos en una encrucijada, enfrentados la amenaza de la extinción", advierte. La experta explica que si "la gente que tiene treinta y tantos sigue con la misma tasa de natalidad que hoy, dentro de 30 años la población disminuirá en un tercio".