Aisha Bakari Gombi es una cazadora de Amadawa, un estado al noreste de Nigeria. Se unió a la organización cuando era muy pequeña. "Los adultos me llevaban sobre los hombros durante la caza, después empezaron a prestarme un pequeño arco y flechas y luego me dieron un antiguo rifle turco", cuenta.
"Antes cazábamos animales salvajes, pero ahora ya no queda ninguno en la sabana", relata. Ahora, dice, "cazamos a Boko Haram", el grupo islamista más violento de África Subsahariana, que lleva más de 15 años aterrorizando el noreste de Nigeria y los estados vecinos.
Boko Haram se traduce como "en contra de la educación occidental" y se hizo mundialmente conocido en 2014, cuando secuestró a alrededor de 270 alumnas de una escuela de Chibok y hasta el día de hoy tiene retenidas a más de la mitad de ellas. Su objetivo es establecer un califato islámico.
Cazadores con limitaciones
Bakari, casada y madre de una niña, luego del asesinato del comandante anterior, fue nombrada "reina de los cazadores" o "reina guerrera de Amadawa". Dice que apoyan al "gobierno para restablecer la paz en el país".
Los cazadores de terroristas que dirige Bakari, y de otros grupos, tienen muchas limitaciones. Están armados con rifles caseros, cuchillos, machetes y palos, armamento inferior al que usan sus enemigos; y carecen de suministros médicos para tratar a los heridos. Su gran ventaja, es que conocen la sabana y tiene facilidad para rastrear los escondites de Boko Haram.
Antes de salir a la caza de extremistas, los cazadores realizan rituales enseñados por sus antepasados y consagran amuletos, que los acompañan en sus luchas. También bendicen a la hija de Bakari, pequeña que la mujer se lleva a la caza.